De noche con el diablo
Los cambios sociales y políticos que atravesó Estados Unidos en la década de los setenta del siglo pasado fueron determinantes para la configuración de sus medios de comunicación. Sucesos como la Guerra de Vietnam, el escándalo del caso Watergate, la dimisión de Richard Nixon a la Casa Blanca, la llegada de Jimmy Carter a la presidencia, la crisis del petróleo, la recesión económica y la falta de confianza del pueblo estadounidense respecto a sus autoridades, originaron un desencanto generalizado que desembocó en concurridas protestas. Ante la asfixiante realidad, no era de extrañar que la gente viera a la televisión como una vía de evasión pasajera. En este contexto, los reality shows y los magazines de segmentos variopintos, formaron parte de la rutina nocturna de millones de espectadores, relegando a un segundo plano a los noticiarios tradicionales.
Escrita, dirigida y editada por los hermanos Cameron y Colin Cairnes, De noche con el diablo se ubica en 1977 y pone en el centro de la acción a Jack Delroy (David Dastmalchian), presentador de un programa conocido como Night Owls, espacio de entrevistas de corte sensacionalista que no escatima esfuerzos en rozar lo ridículo e inverosímil. Delroy va de capa caída. Su meteórica carrera está a punto de estrellarse con los niveles más bajos de audiencia jamás pensados, a pesar de contar con una serie de invitados de pelambre variado y dudosa moralidad. Para Delroy y su productor nada está perdido. Entonces, deciden hacer un programa especial con motivo de Halloween al que asisten un psíquico charlatán, un mago escéptico y una doctora especializada en contactos con el demonio. Todo se saldrá de control cuando eventos extraños se apoderen de la situación.
Para ser más efectiva, De noche con el diablo apela al recurso del found footage (metraje encontrado), esta técnica de ficción donde se involucra al espectador haciéndole creer que lo que está viendo es real. La diferencia con otras películas icónicas del género como El proyecto de la bruja de Blair (1999), REC (2007) o Actividad paranormal (2007) está en que la escenificación del set de televisión permite apreciar dos circunstancias paralelas: lo que se transmite “en vivo” y lo que sucede entre bastidores. De esta forma, se puede describir y descubrir las motivaciones que cargan los personajes para acentuar el verdadero propósito del filme: la afilada y divertida crítica a los medios de comunicación. El diseño de arte también juega un papel relevante cuando traslada con bastante exactitud la estética de una época dorada para la TV estadounidense. En la película se siente un aroma a nostalgia por aquellos tiempos donde la producción audiovisual era más espontánea y menos guionizada, a pesar del tipo de programa que muestran los hermanos Cairnes.
Respecto a la corrosiva observación hacia los medios de masas, De noche con el diablo también juega a pasar el balón de la responsabilidad del rating a los propios espectadores. El público es el tonto útil que no cuestiona la veracidad de los hechos, sino que se conforma con ellos y los disfruta en medio de un aletargamiento que esquiva la realidad. Los directores australianos escarban en la miseria espiritual del ser humano con un sentido del humor y del horror que se siente brutal y deliciosamente honesto. Delroy es un canalla sentimental que no tiene límites, aunque es consciente de sus excesos. También es atractiva la forma en que el guion le suma una posición culposa al protagonista durante la secuencia final donde parece reconocerse como parte de un star system que, tarde o temprano, lo expectorará.
Como película de terror, De noche con el diablo tiene momentos muy buenos gracias al truculento mecanismo narrativo en el que se apoya. El morbo de la curiosidad hacia lo desconocido prima en todo momento, sobre todo, en la secuencia cuando el mal aparece personificado. El abordaje somero referente al mundo de las sectas satánicas y los cultos a Lucifer le extiende la mano a la escena de mayor tensión sin que acuse de una espectacularidad gratuita. La película está definida por un engranaje de temas y momentos que guardan una estrecha relación impidiendo que alguna torpeza narrativa se interponga en el camino. El trabajo de los hermanos Cairnes homenajea a otras cintas del género como La semilla del diablo (1969), El Exorcista (1973) y La profecía, pero también a una obra maestra que pone la puntería a los efectos de la televisión en la sociedad contemporánea: Network (1976), del maestro Sidney Lumet.
De noche con el diablo es una propuesta fresca que deja de lado los efectismos a los que nos tiene acostumbrados la cartelera cuando estrena un filme de terror. Su encanto desborda la singularidad del género y, en varios de sus pasajes, aprieta con fuerza para decirnos que la televisión también puede ser una puerta de ingreso al mundo del terror.