Joker: Folie à Deux
Ya estamos grandes para pensar que todo debe ser como nos dijeron que tenía que ser. Los riesgos siempre hacen saltar las alarmas en quienes ven al cambio como algo que amenaza sus sistemas preestablecidos, pre digitados, sin opción para la alternativa. Los más reacios piensan que lo diferente pone en juego la ilusión de la rigidez. En esa dirección es que Todd Phillips, por medio de Joker: Folie à Deux, atenta contra la tradición y vuelve a sacarle los colores a la legión acérrima del villano con mayor carisma del mundo DC. Repite el plato, lo mejora, aunque no llega a ser una pieza imprescindible en la galería del fanservice, ni tampoco entrará en el panteón de lo mejor trabajado en beneficio del legendario payaso de risa amplia. Mucho menos convencerá a quienes pensaban ver a un personaje desquiciado y divertido, repartidor de plomo a diestra y siniestra. ¿Realmente importa?
Vilipendiado como si de un traidor bíblico se tratase, Phillips acusa de una audacia que le puede costar la realización de nuevos proyectos en los próximos años. Pero, ¿contempló en algún momento satisfacer al fan? Obviamente, no. Lo que ha hecho Phillips con el Joker es darle una relectura a su condición mental, poniéndolo en un escenario poco habitual comparado con la naturaleza de sus acciones comiqueras. Estamos ante un personaje en desarrollo, en franca evolución, con un pie en lo que puede llegar a convertirse y con el otro hundido en la duda shakesperiana, siempre enmarcado en un contexto de fractura racional.
Joker: Folie à Deux es una historia de amor narrada en consonancia a las claves del musical. ¿Es posible que esta temeraria afrenta convierta al director en un ignorante de la leyenda que ostenta el clown psicópata? No. El cine más arriesgado está cargado de nuevas miradas, de experimentación, pero, sobre todo, de decisiones. Eso no quiere decir que esta película sea una obra maestra. Está demasiado lejos de serlo. Tiene altibajos narrativos y revela tiempos muertos que podrían corregirse con un nuevo montaje. Eso sí, al menos es mejor que la primera parte estrenada hace cinco años. El Joker de 2024 sigue siendo un ser vulnerable a nivel social y denota una sublime fragilidad desde la óptica emocional. La diferencia es que ahora su debilidad está relacionada a un mal que hace añicos al más duro, al más enfermo, al más indolente. La flaqueza del villano está ligada a todo lo que puede despertar el amor, un sentimiento sobre el cual no tiene control. El Joker está desarmado ante este nuevo escenario y Phillips lo muestra amarrado a una desnudez sensitiva conmovedora. En ese sentido, no hay espacio para que las actividades criminales maticen sus inseguridades porque no hay acciones fuera de la ley que expresen su esencia asesina.
Lo peor que le sucede al Joker en esta película es que ha perdido la cabeza por una mujer que ama al personaje y no a Arthur Fleck. Entonces, el director nos lanza el anzuelo y azuza al espectador en el mismo sentido: “descubran al hombre que quiere liberarse del personaje, al hombre que lo deja todo y cambia de tienda para entregarse a un tórrido y retorcido romance”, parece decir Phillips. ¿Un criminal enamorado? Sí. ¿Un sociópata romantizado? No.
No es grato escuchar cantar a Joaquin Phoenix. Tampoco lo es cuando paramos la oreja frente a una canción del último Tom Waits, pero vaya el sentimiento que recorre la voz gutural del cantautor californiano. Phoenix con sus gruñidos quebrados demuestra más hondura emotiva que cualquier adolescente en celo. La escena donde se pone al teléfono para llamar a Lee Quinzel (Lady Gaga), después de negar ser el Joker ante la corte donde está siendo juzgado, es tan próxima como desgarradora. Es un enfermo que prueba las mieles del desamor. ¿Puede haber algo más insondable que eso? ¿Deja de ser el Joker y se desdibuja hasta convertirse en otro personaje? Sí. Es que de eso se trata la película: de sacudirse de la parodia para transformarse en un hombre que avanza a ciegas por una cuesta desconocida y peligrosa hasta que se desbarranca.
(Por otro lado, -y haciendo eco a la cuestionada decisión de Phillips de convertir su película en un musical- es cierto que Phoenix queda mal parado cuando Lady Gaga suelta su vozarrón de amplios registros vocales, pero para el director eso no es una dificultad. Es un musical donde ella luce por la potencia mientras que Phoenix, a nivel musical, es tan decadente como el propio estado mental de su personaje. Insisto, esta película es imperfecta y no tiene ganas de ser algo diseñado para la posteridad. La versión que ofrece Phillips sobre el villano puede ser cuestionable, pero no deja de ser auténtica).
En un mundo de multiversos, donde todos los cruces de tiempos y espacios están permitidos, donde la dicotomía de lo bueno y lo malo envuelve en plástico fino el sentido de la heroicidad, Joker: Folie à Deux es una alternativa que rompe el molde del alicaído universo de superhéroes y villanos.