Kinra *
Los triunfos en los festivales de Cine de Mar del Plata (el año pasado) y de Lima (este año) no solo consagraron a Marco Panatonic como un referente clave dentro del cine nacional peruano, sino que lo posicionaron como un nuevo nombre dentro de la emergente ola de cineastas regionales que reivindican la idiosincrasia andina y que, al mismo tiempo, ofrecen una visión renovada y contemporánea del cine peruano. Estos logros destacan su capacidad como narrador visual y reflejan un impulso por mostrar la realidad de los pueblos originarios y las tensiones de la migración rural a la ciudad, cuestiones que aún resultan esenciales para comprender el Perú actual.
Kinra es una obra profundamente peruana, pero con una proyección universal. La película representa la pérdida de la pureza del regazo andino, aquel refugio cálido y ancestral que no ha sido tocado por las costumbres alienantes de la gran ciudad. En un sentido más concreto y directo, aborda el fenómeno migratorio que afecta a muchos jóvenes de las zonas altoandinas cuando llegan a las ciudades más importantes del Perú. Atoqcha (Raúl Challa), el protagonista, es un joven que, junto con su madre, se dedica a la agricultura en una zona rural, pero tiene la ambición de convertirse en estudiante universitario. Para cumplir su sueño, debe trasladarse a Cusco, donde enfrenta la dura realidad de tener que realizar trabajos manuales para subsistir. La discriminación y la falta de empatía por parte de quienes lo rodean se suman a las adversidades que marcarán su experiencia en la ciudad de los Incas.
Lejos de recurrir a estereotipos del migrante quejumbroso o desvalido, Panatonic construye a Atoqcha como un joven perseverante que, con su ingenio y buen humor, se enfrenta a las adversidades. No es un pícaro que evade el sistema ni un sufriente que arrastra su dolor para arrancar lágrimas fáciles del público. Atoqcha es un hombre que avanza con la intención de superarse, enfrentando la vida sin caer en los clichés de los relatos trágicos. Se sorprende, pero no se amilana; asume su condición de migrante con resignación, sin lamento. No obstante, en el fondo, algo lo inquieta, algo que no lo deja en paz.
La sutileza de Panatonic se refleja en la forma en que presenta a Atoqcha como un personaje sensible, que extraña su tierra natal. A través de diálogos secos e irónicos, el director revela las divisiones internas que existen dentro de una misma comunidad, ciudad o país. Esta mirada radiográfica permite reflexionar sobre la manera en que nos entendemos como peruanos y hasta dónde somos capaces de reconocer al “otro”. Sin adentrarse en un terreno antropológico, Kinra logra transmitir la soledad del hombre rural y el complejo proceso de adaptación a una nueva realidad. La película se convierte así en una reflexión sobre las tensiones sociales y culturales que atraviesan a los migrantes, a la vez que resalta su capacidad de resiliencia frente a un entorno desafiante.
Kinra deja una marca significativa en el cine local, no solo por su sensibilidad narrativa y su crítica social, sino también por su representación auténtica de los desafíos que enfrentan los jóvenes del campo peruano al tratar de encajar en una realidad urbana que, en muchos casos, los margina.
* Una versión de este texto se publicó en este mismo medio cuando Kinra estuvo en la programación del último Festival de Cine de Lima.