Cónclave
Tras el fallecimiento del Pontífice, el Colegio Cardenalicio, presidido por el decano Lawrence (Ralph Fiennes), se congrega en cónclave para designar al sucesor de Pedro. Los candidatos principales, polarizados entre el conservadurismo doctrinal y el reformismo progresista, evidencian las tensiones ideológicas que atraviesan la Iglesia contemporánea. La elección no solo determinará al representante espiritual de la fe católica a escala global, sino también al gestor de una institución con influencia transversal en ámbitos políticos, económicos y sociales. En este proceso, las intrigas palaciegas y las maniobras estratégicas no estarán ausentes entre las eminencias, revelando la compleja confluencia entre lo sagrado y lo terrenal en el gobierno vaticano.
Edward Berger, cineasta alemán laureado por Sin novedad en el frente (2022), se adentra en los pasillos herméticos de la Santa Sede para develar los mecanismos ocultos del poder eclesiástico. Su enfoque narrativo, que combina el rigor documental con elementos del thriller político, examina desde el control jerárquico sobre las diócesis hasta el turbio manejo de los fondos financieros que sustenta la institución. Berger emplea rumores y confidencias entre clérigos como dispositivos narrativos, situando diálogos cargados de ambigüedad en escenarios de penumbra que potencian el suspense. Así, Cónclave trasciende el drama religioso para convertirse en un estudio sobre las contradicciones del poder, donde la atmósfera se impregna de dilemas morales y dudas en la fe de sus protagonistas.
El mérito principal del filme recae en el trabajo de Fiennes. Con una actuación sobria, angustiada y decidida, el actor ofrece una de sus interpretaciones más destacadas. Su caracterización del decano Lawrence sintetiza la fragilidad humana y la autoridad institucional: basta observar el lenguaje no verbal durante el deceso del Papa o la elocuencia contenida ante el Colegio Cardenalicio para constatar su profunda inmersión en el personaje. Fiennes no solo encarna la tensión entre tradición y modernidad, sino que humaniza las paradojas de un líder obligado a navegar entre la espiritualidad y el pragmatismo. El británico integra un elenco estelar donde también brillan Stanley Tucci, John Lithgow, Isabella Rosselini, Sergio Castellitto y el debutante Carlos Diehz.
Sin embargo, lo que hasta la secuencia final se presenta como un notable ejercicio de ritmo y eficacia narrativa, experimenta un significativo desacierto al introducir una idea que parece más alineada con una agenda de inclusión, característica recurrente en producciones cinematográficas que buscan deconstruir los códigos oscuros de la Iglesia Católica. Si bien el desenlace no constituye el peor cierre observado en una producción de este tipo, bordea lo inverosímil, particularmente en el discurso pronunciado por el nuevo Papa, el cual evoca más un manual de autoayuda que promueve la tolerancia y el correctismo político que un planteamiento de guionización de carácter sólido y convincente.
Más allá del desenlace agridulce, Berger demuestra un manejo competente del espacio y el tiempo, transformando su película en una suerte de bomba de relojería que mantiene la tensión incluso en escenas donde los arzobispos, compartiendo ideologías afines, se sumergen en diálogos fraternales. Cónclave es un ejemplo notable de cómo una producción puede mantenerse en un estado de gracia cinematográfica hasta sus momentos finales, para luego desviarse abruptamente y sucumbir a los intereses de una tendencia que, en ocasiones, confunde la política con el arte.