Nos ponemos de Gala
Muchas historias hay alrededor de los grandes vinos, sus familias y ecosistemas son hoy un libro de edición innumerable para nosotros enófilos en apogeo. De éstas historias nos nutrimos los sumillers, nos hacen volar, respirar su tierra y sus vivencias.
Mientras bebemos, el tiempo pasa lento en una bodega, se goza cada día, se valora. Todo florece y la viña nos ofrece un nuevo pan para la mesa, una cosecha nueva. Una viña vieja es lo que le llamamos en el ciclo de vida del ser humano la flor de la vida. La vid está cargada del tiempo, del amor de sus podadores y recolectores, del Dios sol, nutrida por los años dando un mejor vino cada año. Se dice que los vinos que viven mucho provienen de viñas viejas, algunas especificadas en la etiqueta de las botella y otras no. Se les llama también vinos a futuro, tú los haces crecer en casa.
Estos vinos son más frágiles, se moldean en botella, y llevan años de evolución, alcanzando momentos sagrados de aroma y sabor.
Esta semana nos toca estar de Gala, guantes blancos, vientos sudamericanos, una estrella fabulosa de 95 % de un cabernet franc de una vid de 90 años, a 1050 metros de altitud, bien sazonado por el calor de Luján de Cuyo y 5 % de malbec de un terreno muy privilegiado hoy por hoy. 14 meses en barrica selecta, un año en botella antes de salir al mercado para darle un respiro de descanso y silencio. La familia Arizu son bodegueros hace más de 100 años, son nuestros vecinos y son líderes en vino fino en el mundo. Luigi Bosca, lo conoces, y este hermoso vino es el Gala 4. Aprenderemos a conocer esta cepa especiada, y muy ecléctica en el velo que deja en boca, elegante, pulposo, jugoso, de suelo pedregoso, arcilloso. Bébelo con carne de caza. Oxigénalo sin decantar, en una buena copa, para que estalle en boca y no olvides que el maridaje lo encuentras tú. Gracias Argentina.