VINO DE AGUJA
el vino de la semana
VINO DE AGUJA
Bodega Tacama
LA LÍNEA VINO DE AGUJA DE TACAMA REFRESCA SU ESTILO
La gama, conformada por el Albilla d’Ica y el Amore d’Ica, ha modernizado su imagen, pero conserva su sello original. Es el equilibrio único entre aromas y sabores afrutados, bajo alcohol y dulce armonioso, y la ligera presencia de gas natural. Esta vez, dos sommeliers profesionales nos dicen cómo acompañarlos (y triunfar en el intento).
Esta línea fue un desafío propuesto por don Pedro Olaechea, entonces director de Tacama, y el enólogo francés Robert Niederman. Inspirados en los vinos de Asti, Italia, y pensando que su perfil fresco y dulce se adaptaría muy bien al paladar peruano, nacieron el Albilla d’Ica y el Amore d’Ica. Y con ellos, la línea Vino de Aguja (alguna vez llamada Celebración). Era el año 2001.
Los vinos de Aguja son mostos parcialmente fermentados que conservan parte del gas carbónico. A diferencia de los espumosos, que se elaboran con dos fermentaciones —una para el vino base y otra para la toma de espuma—, los Aguja solo se realizan con una fermentación que es interrumpida para conversar el azúcar natural de la uva y un poco del gas carbónico. “Tienen grado alcohólico bajo (8.5 %), contenido de azúcar natural alto y un poco de gas”, explica el enólogo y gerente técnico de Tacama, Frédéric Thibaut.
El Albilla d’Ica, probablemente, fue un vino pionero. “Cuando nos lanzamos con el Aguja de Albilla nadie lo hacía en el Perú”, dice Thibaut. La Albilla es una uva patrimonial, es decir, tiene arraigo, historia y cultura. También llamada Palomino Fino, fue traída por los españoles hace 500 años, pero se adaptó perfectamente a las condiciones de Ica. En Tacama, las parras de Albilla están desde 1892 y tradicionalmente han sido utilizada solo para elaborar el Pisco.
“Es una uva blanca que ofrece fineza y elegancia aromática, notas afrutadas y florales y, por eso, pensamos que también podía destacar en este tipo de vinos”, añade el enólogo. Y así fue. El vino Albilla d’Ica, debido a su fermentación interrumpida, mantiene los aromas y sabores del jugo de uva (mosto) original, se siente muy natural y —gracias al toque de gas carbónico—fresco y con burbujas discretas.
BIEN ACOMPAÑADO
En lo que respecta al sommelier profesional Edgard Sialer, el Albilla d’Ica a vista tiene un color amarillo pajizo, limpio y de buen brillo; en olfato se siente floral, acompañado de frutos tropicales, melocotón, piña y ligeramente mango. “En gusto, su acidez, dulce y alcohol armonizan dejando una agradable sensación y una delicada efervescencia, además de un sutil picor y amargor que resulta refrescante”, agrega. En este caso, el sommelier recomienda un maridaje con quesos cremosos, tipo Blue Cheese y Filadelfia, frutos secos y pasas. Dejará huella en quien lo pruebe.
¿Otra idea? Fruta fresca y con sabores cítricos, tales como mango, piña, manzana y aguaymanto en poca cantidad. Según Sialer, lo mejor será servirlo a unos 10 °C o 12 ºC de temperatura y en una copa de vino blanco con cáliz en forma de tulipán que se estreche en la parte superior, así ayudará a que despliegue sus aromas y no pierda su efervescencia.
El Amore d’Ica, por otro lado, está hecho a base de uvas Malbec cosechadas a mano. Tiene el mismo equilibrio de fruta, azúcar, alcohol y gas que el Albilla, pero su perfil aromático es más de frutas rojas, como fresa y frambuesa. Según el enólogo Thibaut, se eligió la cepa Malbec porque, de las uvas tintas de Tacama, es la de carácter más afrutado y tiene buena acidez, lo que es valioso para la armonía con el contenido alto de azúcar que caracteriza a los vinos Aguja.
Pedro Cuenca, sommelier experto de Supermercados Wong y director de Peruvino, lo probó y comentó: “En el Amore d’Ica, en vista se aprecia un color rojo frambuesa y una cantidad moderada de burbujas. En nariz, sus aromas recuerdan a manzanas acarameladas, fresas maduras y frambuesas. En boca es dulce, ligeramente efervescente, fresco y amigable”. El sommelier aconseja acompañarlo con postres como la tartaleta de fresa o el cheesecake de frambuesa. O con platos orientales agridulces como el Kam Lu Wantan o el pollo ChiJauKay. Asimismo, el plan ideal será disfrutarlo a una temperatura entre los 9 °C y 10 °C —una hora en la refrigeradora será suficiente— y en una copa de vino blanco.
UN PEQUEÑO UPGRADE
Este par de vinos Aguja fue un desafío técnico para el equipo de Tacama. Tras su creación en 2001, se han convertido en vinos conocidos y muy solicitados. “Es una gama muy querida por el consumidor”, revela Mariela Gutelli, gerenta de Marketing e Innovación de la viña. Por eso, en el caso del rebranding de esta línea, “queríamos mantener el espíritu original, pero actualizar el diseño con los nuevos códigos visuales”, añade.
De esta manera, en la etiqueta del Albilla d’Ica permanece la figura del querubín y en el Amore d’Ica se conserva la imagen de la ninfa. La elección de los personajes se inspiró en aquellos seres que acompañaban a Baco, el dios del vino, en sus festejos. “Solo se cambió el formato de la etiqueta, se agregó el bajo, como en los rediseños de otras líneas, y se optimizaron algunos detalles”, indica Pablo Pineda, director de arte y creativo de Caliptra Creative Agency, la agencia encargada de estos ajustes. Larga vida a la línea Vino de Aguja.
Sommelier José Bracamonte
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Frescura, amor, denominación de origen y armonía