El verdadero sentido del Protocolo
Hace un par de años asesorando a una empresa familiar en provincia de considerable tamaño, nos encontramos con una situación peculiar donde tenían una visión errada del protocolo.
La finalidad del Protocolo es brindar una serie de reglas de conducta que regulen la relación entre la empresa y la familia, preservando la Unidad y el Compromiso familiar. Y como ya sabemos, y lo hemos repetido en muchas ocasiones, el Protocolo no tiene carácter legal, sino carácter moral-ético; es un pacto de caballeros o un acuerdo familiar. En algunas ocasiones, como ésta encontramos que el perfil del fundador puede sesgar de alguna manera el objetivo principal del Protocolo y convertirlo en un reglamento, donde los condicionamientos y las sanciones por no cumplir con las reglas, lleven a los futuros miembros del Consejo de Familia a salir corriendo, no sólo de la empresa, sino lo que es más triste, de la familia.
Entendemos la preocupación de los miembros de mayor edad de dejar una serie de normas, que eviten en la medida de lo posible los conflictos entre los miembros más jóvenes que ha futuro tendrán en sus manos las riendas del negocio familiar, pero más allá de preocuparnos únicamente por mantener la “riqueza” entendida ésta como dinero, bienes, acciones; busquemos ampliar el concepto, y convirtamos esa riqueza en algo mucho más valioso, que implique riqueza humana, riqueza en valores, riqueza intelectual. Para conseguirlo el Protocolo se convierte en un mero instrumento, que debe ser conducido junto con la empresa por personas que toman decisiones, que se equivocan, que corrigen, que crecen como profesionales y como personas, que ganan experiencia, que aprenden en el camino y que, si de alguna manera se restringe o delimita extremadamente su actuar, terminarán cayendo en lo que buscamos evitar, la desunión y la falta de apego por la empresa familiar.
El Protocolo es una guía de actuar en ciertos ámbitos que involucran a la familia y a la empresa, no es rígido, así como las familias no lo son, expresa la voluntad de una generación, pero no la impone, busca los consensos sin condicionar, une por medio de valores, legados y sobretodo se basa en el amor y en la confianza.