Productividad y creatividad, ¿son compatibles?
Hasta hace algunas semanas, el mundo nos había llevado a estar cada vez más conectados para aprovechar cada segundo de nuestro día. Cada “hueco” que teníamos lo usábamos para revisar el Whatsapp, leer un artículo mientras íbamos en el taxi, actualizar el calendario mientras esperábamos el café y mandar corazones y besos a la familia aprovechando que estábamos en el ascensor. Y hasta hoy, que muchos estamos trabajando desde casa, hacemos un esfuerzo – casi sobrenatural – para mostrarle a nuestros equipos cuánto nos importa apoyarlos estando disponibles y respondiendo a sus pedidos, preguntas y hasta memes, en tiempo récord.
Podríamos decir que esta necesidad de ser lo más “productivos” posible nos ha llevado a – casi – olvidarnos cómo se siente el no tener nada que hacer. Recuerdo cuando era niña y pasaba las tardes en casa de mis abuelos; él jugaba solitario en la salita de estar y ella ensayaba receta tras receta en la cocina. Era como llegar a Macondo, todo lento, todos siempre haciendo lo mismo. Era la única niña de la casa y como no tenía muchas opciones, siempre terminaba inventándome algo diferente qué hacer. ¡Cómo han cambiado las cosas! Veinticinco años más tarde, hasta hace algunas semanas, veía a los hijos de mis amigas siempre de actividad en actividad, “para que estén bien estimulados”, “no se vayan a atrasar”, y siempre con el ipad en el carro para que no se aburran en el camino.
Niños absorbidos por sus smartphones. Crédito: gendermed.org
¿Estamos haciendo bien al evitar a toda costa que se aburran nuestros niños? ¿Y cómo nos afecta a los adultos el estar siempre conectados en búsqueda de la productividad?
Cuando nos aburrimos, es cuando nuestra mente comienza realmente a pensar mas allá de lo consciente y dentro del subconsciente, lo que nos permite que distintas conexiones ocurran sin que nos demos cuenta. Es por eso que esos momentos “¡aha!” llegan cuando menos los esperamos, ¡como cuando estamos en la ducha! Y en esta cuarentena, en la que nos encontramos inevitablemente aburridos, mientras emparejamos el cerro de medias limpias para guardar o lavamos los platos, nos damos más oportunidades que nunca para que lleguen a nosotros estas ideas ingeniosas sin necesariamente buscarlas.
Estar “aburridos” o “no hacer nada” nos permite divagar, pensar, soñar. Nos permite imaginarnos mundos paralelos en los que las cosas funcionan diferente, inventar nuevas maneras de expresar lo que tenemos dentro e idear soluciones a problemas que no se nos hubieran ocurrido de otra manera. Aprovechemos esta cuarentena para crear. Escapémonos de los miles de ingenieros detrás de nuestros apps favoritos que trabajan incansablemente para capturar nuestra atención y cuando regresemos a nuestras rutinas, aprovechemos esos “huecos” para soñar. Es lo más productivo que podemos hacer.