Cuestionar como una competencia
Hoy en día debemos convivir entre la era de la creatividad y la era del conocimiento. Saber hoy no suficiente; es probable que una computadora sepa en términos de conocimientos explícitos más que nosotros. Entonces el aporte de valor del hombre debe ser diferente a la acumulación de conocimientos en sí misma. Sin embargo, es bueno precisar que si a los conocimientos les agregamos reflexión y contextualización, entenderemos mejor la naturaleza de las decisiones que se han tomado en momentos distintos. Asimismo, hacer las analogías correspondientes, donde lo hecho convertido en experiencia, se vuelca a resolver con los ajustes requeridos situaciones similares en contextos diferentes.
Debemos ser competentes y adquirir las competencias necesarias para realizar alguna de las funciones que nos demanda el trabajo laboral y la vida diaria, competencia entendida como la suma de los conocimientos, habilidades y actitudes, y que como consecuencia nos condicionan al logro, lo que sin duda es bueno. Pero, por otro lado, debemos condicionarnos no solo a hacer algo bien, sino a hacerlo diferente. La paradoja a la que nos enfrentamos está determinada a que cuanto mejor y más veces hagamos algo bien, podemos estar alejándonos de hacerlo diferente, ya que consolidar una competencia es llegar al cuarto estadio de su desarrollo, el que se manifiesta con la siguiente sentencia: “no sé qué sé”. Es decir, ya hemos integrado esa competencia a nuestro quehacer habitual y es parte de nuestro ser sustantivo. El creativo por otro lado, utiliza para esta función tan importante no solo la competencia, sino también y en primer lugar, sus propios talentos, aquellos que lo hacen único y que cuando los utiliza disfruta, aprenden rápido, genera resultados y obtiene satisfacción. Los talentos son innatos. Como consecuencia de todo lo mencionado, es claro que debemos desarrollar las competencias pertinentes. Ese será nuestro gran desafío.
Nos preguntaremos, y con razón, cómo concilio ambas posiciones: hacer lo que debo hacer bien y ser creativo. Considero que lo que debemos de desarrollar es la competencia de cuestionar, inclusive, lo que es obvio. El cuestionar nos llevará a pensar y esto último a reflexionar. En este proceso, obtendremos respuestas (competencias que hemos desarrollado, no olvidemos que durante muchos años nos han enseñado a responder y rápido). Pero hoy la demanda del mercado nos obliga a preguntar, a cuestionar, para que a partir de ello, podamos encontrar respuestas y como diría un gran amigo pragmático “rentabilizar nuestros conocimientos”.
Para certificar lo anteriormente mencionado, agrego una anécdota en forma de historia: siempre pensé que hizo Sir Isaac Newton cuando, según cuenta la leyenda, se encontraba leyendo debajo de un manzano y le cayó una manzana en la cabeza. Posiblemente, se hizo la pregunta: ¿por qué me cayó la manzana y ésta no se fue para arriba? Probablemente, cuestionó lo obvio. Sin embargo, experimentando y con sus conocimientos, trató de dar respuesta a su interrogante; y sabiendo lo que sabía y utilizando probablemente solo las 4 operaciones fundamentales, encontró una constante que se presentaba siempre en sus cálculo, y esa constante era la GRAVEDAD. Sin duda la experiencia que les comento es una simplificación de lo que realmente pasó, pero no está lejos de lo que pudo ser real.
Recapitulando, todo puede partir de un cuestionamiento. Alguien comentó, “dame un punto de apoyo y moveré la tierra”. Nosotros comentamos: “dame una pregunta correcta y podré cambiar el rumbo de alguna acción o descubrir cosas que lo pueden hacer”.