La transformación posible y el post-extractivismo: una respuesta a Eduardo Gudynas
A finales de la semana pasada Eduardo Gudynas, investigador del Centro Latino Americano de Ecología Social (CLAES), promotor clave del post-extractivismo en la región comentó varios de mis artículos de este Blog para señalar que malinterpreto su texto sobre los Derechos de la Naturaleza (2014) y que sigo atado a las viejas concepciones del crecimiento por exportación de recursos naturales. Asimismo, que mi posición refleja lo que en otros países terminó siendo una notable divergencia entre izquierda (representada por él) y el progresismo representada por mí. Esta crítica fue publicada en La Mula el 21/9/2016 (https://postdesarrollo.lamula.pe/2016/09/21/en-la-oposicion-a-los-derechos-de-la-naturaleza-asoma-la-divergencia-entre-izquierda-y-progresismo/egudynas/). Aquí mi replica que retoma diversos párrafos y elementos que publicamos en la revista Poder (Noviembre 2015) donde comparamos sus planteamientos en Derechos de la Naturaleza y lo señalado por el Papa Francisco en Laudato si .
De partida quiero anotar que la defensa del ambiente es un asunto central que rebasa las clasificaciones partidarias tradicionales. Los daños que se han generado y que persisten provocan graves afectaciones que ponen en riesgo la vida de la humanidad. Las evaluaciones sobre los impactos del cambio climático nos colocan (como país) dentro del grupo de los más vulnerables del mundo. El problema existe, es serio y nos está afectando desde décadas atrás. La desglaciarización de la cordillera de los Andes es una de sus manifestaciones inmediatas más tangibles. Los grandes retos globales para el mediano y largo plazo son: el demográfico, los impactos de las tranformaciones tecnológicas, el rápido cambio climático, la destrucción de la biodiversidad (extinción de las especies), la crisis energética y la crisis económica estructural (Alarco, 2012). Una segunda coincidencia es la relativa a que el país requiere de una democracia más solida, la cual necesita de partidos políticos más institucionalizados con posiciones claras. A mi juicio, en el plano político, es imprescindible la unidad de la izquierda, de las fuerzas progresistas, de los ambientalistas, descentralistas, movimientos ciudadanos y populares, entre otros. Hay que sumar y multiplicar, no restar o dividir como decía el político peruano R. Prialé.
La diversidad y magnitud de los problemas ambientales
La perspectiva de E. Gudynas sobre los temas ambientales no es integral. Se enfoca en uno de los temas, importante, pero no creo sea el más grave de todos. Sin embargo, debo destacar que tiene una visión bien estructurada que parte de sostener la importancia de los derechos de la naturaleza para de ahí pasar a los graves daños que significa la intervención a través de las actividades extractivas (mineras y de hidrocarburos especialmente). La respuesta a estos males es el diseño e implantación de una estrategia post-extractivista (o del “Buen Vivir” que aproxime al hombre con la naturaleza). ¿Dónde está el análisis de los impactos de las emisiones de gases efecto invernadero, los efectos de los gases de lluvia ácida, los problemas ambientales urbanos como la basura, los desperdicios excesivos, los problemas de agua y saneamiento, de los bosques, la minería ilegal, las emisiones de ruido, contaminación visual, entre muchos otros?
El biocentrismo de Gudynas sostiene que los elementos del ambiente o los seres vivos independientes de los seres humanos poseen valores propios o valores intrínsecos (p.33). Para esta perspectiva todas las especies vivas tienen la misma importancia y todas ellas merecen ser protegidas. Se debe intentar conservar tanto las especies útiles como las inútiles, las que tienen valor de mercado como aquellas que no lo poseen, las especies atractivas como las desagradables. Sin embargo, a pesar de postular un igualitarismo entre todas las formas de vida, esto no quiere decir que sean iguales ya que el biocentrismo reconoce las heterogeneidades y diversidades, incluso las jerarquías entre las especies vivientes y dentro de los ecosistemas (p.55-56). Aquí se postula que se deben proteger todos los ecosistemas y todas sus formas de vida, independientemente de su utilidad económica, goce estético o impacto publicitario (p.120), acotando que tampoco es una postura primitiva o anti tecnológica (p.57).
Se propone el “Buen Vivir” como un concepto plural en proceso de construcción que expresa una crítica del desarrollo a partir del biocentrismo, aprovechando el ambiente, pero lo ajusta específicamente a asegurar la calidad de vida de las personas, desligándose del actual consumismo opulento (p.181). En el prólogo del libro se señala que este plantea una cosmovisión diferente a la occidental al surgir de raíces comunitarias no capitalistas (p.17).
Los elementos radicales
Gudynas a nuestro parecer se excede cuando defiende que las especies deben desarrollar sus proyectos de vida (p.48). Al respecto, resalta la constitución ecuatoriana que plantea que la naturaleza tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos (p.76-77). Al mismo tiempo condena al gobierno de Bolivia que apoya decididamente la explotación de recursos naturales como la minería y los hidrocarburos por los graves impactos sociales y ambientales que se conocen y que violan los derechos de la naturaleza (p.114). Los vuelve a criticar cuando anota que en la constitución boliviana existe el mandato de industrializar los recursos naturales (p.116). En su perspectiva, el ser humano puede utilizar la naturaleza para satisfacer sus “necesidades vitales” (el entrecomillado es nuestro) pero no puede imponerse que unas especies sean más importantes que las otras, aunque aclara que los derechos de la naturaleza no están por encima de los derechos humanos (p. 116). El enfoque de sustentabilidad superfuerte que asume Gudynas lo conduce a postular la moratoria de las actividades petroleras en la amazonia (p. 173) y evitar la ampliación de la frontera agrícola que a su juicio es la base de la crisis ambiental contemporánea (p.193).
Gudynas es maniqueo al señalar que toda propuesta antropocéntrica es negativa, mientras que el Papa Francisco habla de la necesidad de mantener una propuesta antropocéntrica no despótica ni desviada respecto de la naturaleza. Para él, el biocentrismo implicaría proponer una relación con el ambiente aislada de la relación con las demás personas y con Dios. Sería un individualismo romántico disfrazado de belleza ecológica y un asfixiante encierro en la inmanencia (119). Un retorno a la naturaleza no puede ser a costa de la libertad y la responsabilidad del ser humano que es parte del mundo con el deber de cultivar sus propias capacidades para protegerla y desarrollar sus potencialidades (78). El hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social (127).
Los problemas pendientes
Gudynas comparte con el Papa Francisco las preocupaciones por eliminar la pobreza y la necesidad de promover un estilo de crecimiento austero. Sin embargo, el primero es más radical en su crítica al desarrollo convencional planteando avanzar hacia una economía postmaterial, donde la meta de crecimiento económico no sea importante. Al respecto, la austeridad comprende a las economías desarrolladas que requerirán de menos materias primas, admitiendo que el decrecimiento puede ser el marco para reducir las economías de países como Alemania o Francia o en grupos de hiperconsumo enquistados en el sur (p.181), pero ese objetivo no puede ser postulado para América Latina. ¿Podría llegar a ser gobierno un Frente político que no tenga como objetivo algún crecimiento económico?, ¿podría ser sostenible en el tiempo?
Gudynas se olvida de toda esa gran destrucción de nuestro hábitat a cargo de pequeños y medianos depredadores, de los destructores del día a día. Los ecosistemas han cambiado antes de la intervención humana; son procesos también naturales y destructivos de miles de millones de años que continúan en el tiempo. ¿Cuál es el estado de lo “natural” que hay que preservar?, ¿el de ahora, hace 10,000, 100,000, un millón o 100 millones de años atrás?, ¿existen los proyectos de vida de las otras especies?, ¿quién creó la cultura? La receta de la no intervención es tardía y en la mayoría de los casos puede requerirse todo lo contrario para mitigar y remediar daños. Más intervención humana que menos como se propone. Por otra parte, todos reconocemos los excesos de la sociedad del consumo, pero de ahí avalar tesis decrecionistas puede haber un salto al vacío. ¿Quiénes serán los actores de la transformación?, ¿quiénes serían los consumidores de los productos y servicios naturales que proporcionarían las sociedades subdesarrolladas?, ¿cómo evitar que en ese salto de reencuentro con la naturaleza retrocedamos hasta convertirnos en sociedades más primitivas?, ¿de dónde obtener los recursos fiscales y financieros para la transformación a la par de que se eliminan las actividades que generan esos excedentes?
¿Regulación o erradicación de las actividades extractivas?
No hay que ser un economista neoliberal para reconocer la importancia de la disponibilidad de divisas extranjeras para aumentar el producto potencial y efectivo de cualquier país. A. Thirlwall, economista postkeynesiano, planteó que el producto potencial depende de la capacidad o producción exportadora y de la elasticidad importaciones-producto. Para crecer hay que exportar y mantener el crecimiento de las importaciones bajo control. Efectivamente desarrollarnos es mucho más que crecer, pero hacerlo sin crecimiento económico es casi un imposible en términos económicos, sociales y políticos. No se puede actuar maximizando su mayor valor pero tampoco se puede omitir. ¿Qué economía resiste hoy en día el racionamiento de bienes y divisas?, ¿se puede transformar la estructura productiva de una economía cualquiera en circunstancias de escacez y mercados negros?, ¿es sostenible un régimen político en esas circunstancias?
Desafortunadamente, esta natural dependencia de las divisas extranjeras se ha convertido en una peligrosa adicción. Las malas políticas cambiarias que apreciaron nuestras monedas nacionales a la par de que se liberalizaba y se firmaban tratados de libre comercio por doquier han agravado nuestros problemas. La superación de cualquier adicción es extremadamente difícil pero la reseña de las políticas para curarla rebasan los alcances de esta nota. Necesitamos de los sectores extractivos que generan divisas y más recursos fiscales a la par en que se avanza en la diversificación productiva y exportadora. Ni el modelo de crecimiento basado únicamente en los sectores extractivos es viable, como tampoco lo es un modelo sin los sectores extractivos. Uno genera muchas divisas, poco empleo y reducida producción local por los efectos perversos de la enfermedad holandesa. La otra opción nos sume también en el estancamiento productivo, el desempleo y la escasez. Hay que tener una perspectiva multisectorial. Mientras los economistas neoliberales se quedaron en las ventajas absolutas y en las comparativas, nosotros hablamos de las ventajas competititivas dinámicas.
La diversificación productiva es la tarea urgente del momento, más aún cuando las señales de los mercados internacionales en el mediano y largo plazo no son positivas. Sin embargo, hay que ser realistas, ya que esa transformación productiva con equidad no se puede llevar a la práctica de la noche a la mañana. Es una tarea de años, de prueba error. Hay literatura internacional sobre cómo hacerlo y muchos en nuestros países estamos contribuyendo teórica y de manera práctica al tema, pero la obtención de resultados concretos va a tardar. Igualmente creemos que hay importantes espacios por desarrrollar a partir de potenciar los proyectos productivos con impacto local: turismo ecológico y comunitario, econegocios, biotecnología, granjas familiares, agricultura orgánica, asociatividad, comercio justo, proveer servicios ambientales, entre otros. Sin embargo, la construcción y operación de estas alternativas no es inmediata, necesitan como mínimo de tres, cuatro o cinco años para comenzar a andar. No hay que vender ilusiones fáciles. La lista de elementos para procurar el crecimiento y desarrollo es larga comprendiendo temas como la reforma institucional del Estado, la estabilidad macroeconómica, la reducción de las desigualdades extremas y eliminación de la pobreza extrema, desarrollo intenso de la infraestructura, la seguridad alimentaria y energética, los derechos laborales y generación de empleos de calidad y un sistema financiero de apoyo al sistema productivo.
Manifestar que necesitamos de los sectores extractivos no significa en absoluto señalar que pueden hacer lo que quieran. A lo largo de los años hemos escrito sobre sus innumerables problemas y retos. En lo económico la lista es amplia desde sus afectaciones ambientales; los reducidos encadenamientos productivos y de empleo; las externalidades negativas para las otras actividades económicas, personas y comunidades; la menor captura de emisiones de CO2; la enfermedad holandesa y la inestabilidad de los ingresos. A estos se suman otros efectos sociales, políticos, entre otros que hay que dimensionar adecuadamente ya que también hay críticas sobredimensionadas que corresponden a cualquier actividad económica. En los momentos de los altos precios internacionales y demanda propusimos la regulación de las cantidades producidas (Alarco, 2011). Sucintamente nuestra fórmula actual plantea que se debe llevar a cabo toda la minería e hidrocarburos que admita el medio ambiente en perspectiva de mediano y largo plazo que quieran las personas. Hay que incorporar preocupaciones por la vida útil y el cierre de los proyectos; mejorar la gestión ambiental con vigilancia ciudadana; establecer los mecanismos formales de consulta; involucrar desde el inicio al gobierno regional y locales en los EIA; transparencia y rendición de cuentas; estudios estratégicos ambientales cuando sea necesario; crear más valor compartido a nivel local y regional; ordenamiento territorial donde esto sea posible, entre otros.
Por otra parte, en Laudato si se anota que la previsión del impacto ambiental de los emprendimientos y proyectos requieren de procesos políticos transparentes y sujetos al diálogo. Se plantea que las decisiones se basen en una comparación entre los riesgos y los beneficios hipotéticos que comporta cada decisión alternativa posible, comprendiendo cuestiones tan diversas como la contaminación acústica no prevista, la reducción de la amplitud visual, la pérdida de valores culturales, entre otros. El papa Francisco sugiere un conjunto de interrogantes para discernir si el proyecto aportará al desarrollo integral: ¿para qué?, por qué?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿de qué manera?, ¿para quién?, ¿cuáles son los riesgos?, ¿a qué costo?, ¿quién paga los costos y cómo lo hará? (184 y 185).
Reflexión final
Es legítimo internalizar, practicar y procurar el “Buen Vivir”, pero me gusta más la expresión de Alberto Acosta sobre los “Buenos Convivires”. La sociedad peruana es una mixtura de culturas; donde lo andino y amazónico es central, pero no lo es todo. Hay que reinvindicar y rescatar nuestro pasado milenario, pero no cabe la vuelta atrás. Nos gustan las caminatas que te permiten conocer nuevos lugares y alcanzar largas distancias. Los saltos pequeños respecto de los grandes saltos que implican menores riesgos. El análisis sistémico donde a partir de muchos pequeños cambios se pueden lograr grandes resultados. No me gustan las utopías, ni las etiquetas. Rechazo plantear que hay que cambiar el modelo económico, creo que afirmar que hay que ajustarlo es lo realista, lo sensato y lo posible. Se trata también como señaló Iñigo Errejón en debate con Pablo Iglesias, hace pocos días, de que hay que seducir al pueblo que todavía no confía en nosotros (convencer y lograr nuevos consensos). Suscribo plenamente de que el objetivo de la política económica debe ser mejorar la calidad de vida y la capacidad de elección de las personas de manera sostenible. Yo no tengo el modelo de convivencia ideal para todos y cada uno de los miembros de nuestra sociedad, hacerlo sería una propuesta a mi juicio que se acerca a lo totalitario. Se trata de alcanzar difíciles balances en circunstancias nacionales e internacionales complejas y volátiles. Es imprescindible soñar, pero de día, no hay que despegarse del suelo. Estos son algunos de los retos pincipales. Laudato si y la Doctrina Social de la Iglesia Católica ofrecen buenas respuestas para el Perú de hoy día. Luego de todo esto me dirán que solo soy un progresista o un socialdemócrata, no importa.
26-9-2016.