¿25 años para celebrar?
La semana pasada se cumplió 25 años del autogolpe del 5 de abril de 1992. En términos políticos, tanto en ese momento como desde una mirada a la distancia, esa acción no solo fue reprobable, sino innecesaria e inútil y consolidó un régimen autoritario, represivo (con muertos a cuestas) y corrupto que limitó el ejercicio de nuestras libertades individuales. Ni la captura de Abimael Guzmán, ni la victoria frente al terrorismo fueron resultado de ese atropello al estado de derecho, ya que estas ocurrieron por actividades de inteligencia, la acción conjunta de las Fuerzas Armadas y la Sociedad organizada. Sin embargo, a la par de la contundencia de la evaluación sociopolítica, el balance en términos económicos permanece abierto. Hay quienes sostienen que todo fue maravilloso y que debe ser profundizado; unos pocos que plantean que todo estuvo mal y otros que pensamos que hubo algunas mejoras o pocas dependiendo de si el vaso se mira medio lleno o medio vacío. La pregunta pertinente es qué corregir y mejorar hacia adelante.
Durante los últimos 25 años, no por el autogolpe, son innegables las mejoras en términos de las condiciones de vida de nuestra población, especialmente si tomamos como línea de base finales de la década de los ochenta en que el país fue asolado por el terrorismo, el fenómeno del Niño de 1983, un muy negativo contexto externo y malas políticas económicas. Sin embargo, según los indicadores de desarrollo humano casi todos los países en el mundo mejoraron sus índices de salud y educación a la par que nosotros. Tampoco hay que olvidar que las estadísticas oficiales sobre pobreza monetaria y desigualdad personal reflejadas en el Gini son solo un engaña muchachos. La catástrofe reciente nos ha hecho recordar cómo vive precariamente nuestra población fuera de la Lima consolidada y de los centros de las principales ciudades del país.
Revisando las estadísticas del BCRP tenemos algunas sorpresas. Entre 1990 y 2016 el PBI creció a una tasa promedio del 4.7% anual, mientras que entre 1950-1969 fue del 5.5% anual. El modelo fordista preocupado por el balance entre los diferentes actores sociales fue superior al neoliberal orientado exclusivamente a favor de los empresarios y la inversión privada. También es indiscutible que la década de los noventa tuvo un crecimiento promedio del 4% superior al -0.6% anual de la década de los ochenta.
Hay mucho por ajustar del modelo económico instaurado a partir de la Constitución de 1993 heredera del autogolpe. Se destruyó el planeamiento estratégico y se arrinconó al Estado en un modelo de capitalismo rapaz concentrado y poco competitivo. Se redujo el poder de compra de los asalariados a la par que crecía el empleo principalmente precario y se mercantilizaba la educación, salud y la seguridad social; se acosó a las empresas públicas sobrevivientes y a todas las otras formas de propiedad. Se abandonó al sector industrial con importaciones baratas mientras que se fortalecía a los sectores extractivos. Se construyó un Consenso de Lima más ortodoxo que el de Washington. Hay que reconocer también algunos elementos positivos como la mayor expansión de las exportaciones no tradicionales, una inflación más baja que antes y unas finanzas públicas más equilibradas. Sin embargo, también con estas últimas hay que realizar mejoras.