Opciones estratégicas desechables
Se acaba de cumplir un nuevo aniversario patrio y estamos a dos años del bicentenario como república independiente. El contenido de las propuestas políticas es relevante pero poco tiene que ver frente a los grandes retos económicos que tenemos por delante. La información económica local se ha deteriorado no por razones políticas, sino asociada a las debilidades de nuestra estructura y modelo económico y a la cual se suma la convulsionada economía internacional. Hay que ajustar nuestro modelo económico y para hacerlo hay que conocer que estrategias evitar.
No se puede continuar con nuestro actual modelo neoliberal extractivista. Según el Banco Mundial (abril 2019) todas las perspectivas de los precios de nuestras materias primas para el 2030 son negativas. Producir más cobre u otros minerales conduce a una inexorable caída de los precios. Menores precios generan una inversión minera más reducida que se acompaña de una menor expansión de la inversión privada. Nuevos TLC´s aportan cada vez menos al comercio internacional y se desprotege a los sectores productivos internos por la apreciación cambiaria y la política cambiaria (Alarco, 2018). Mantener el actual nivel de recaudación tributaria limita las posibilidades de políticas fiscales anticíclicas sumado a un BCRP automutilado. Una política salarial restrictiva y la reconcentración de la riqueza e ingresos contribuyen a la reducción de la demanda y/o a la formación de burbujas en los precios de los activos a través del crédito.
La otra ruta que hay que desechar son los modelos “progresistas” sin restricciones ni límites. No los quiero denominar como populistas, ya que también estos se pueden orientar, como ahora, a satisfacer solo a los empresarios en una perspectiva de corto plazo. Tampoco quisiera referirme a la experiencia de algunos países de nuestra región. No se puede manejar la inflación ocultándola o a través de decretos. Tampoco la paridad cambiaria, ni menos implantar políticas expansivas por el lado de la demanda sin prever lo que puede ocurrir con la producción. La diversificación productiva hay que construirla día a día en alianza con los empresarios.
La tercera ruta es la de los postextractivistas radicales que rechazan toda intervención sobre la naturaleza, a excepción de la orientada a satisfacer las necesidades básicas. Afirman que hay que abandonar rápidamente nuestra inserción tradicional al mundo. Crear una nueva matriz productiva sin actividades extractivas. Nos venden un nuevo mundo idealizado de contacto con la naturaleza donde el decrecimiento económico es la meta. Un mundo que se olvida de los grandes sectores urbanos, de la crisis de balanza de pagos, de la escasez y desabasto, de los mercados negros y de un estancamiento productivo sin generación de empleo.