Repensar, renovar y cómo tiene que cambiar la Ciencia Económica
El último número de la revista Finanzas y Desarrollo del mes de marzo de 2024 tuvo como tema central el título de esta nota. En esta oportunidad vamos a examinar los contenidos de dos artículos. Se debe recordar que esta es una publicación trimestral del Fondo Monetario Internacional que difunde los estudios realizados por los técnicos del organismo e invita a economistas de otras tendencias a propósito de temas específicos.
Ahora vamos a reseñar los aportes de Jayati Ghosh, profesora de Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst; y de Diane Coyle que ocupa la cátedra Bennett de Política Pública en la Universidad de Cambridge. Ojalá que en nuestro país fuéramos tolerantes para escuchar e internalizar las propuestas de otras perspectivas diferentes a la economía estándar (https://www.imf.org/es/Publications/fandd/issues).
Cambio drástico
La Prof. Ghosh inicia su aportación señalando que nunca había sido tan urgente un cambio drástico en la disciplina económica. La humanidad se enfrenta a crisis existenciales, mientras la salud planetaria y los retos ambientales se convierten en preocupaciones esenciales. La economía mundial ya cojeaba y era frágil antes de la pandemia, pero la recuperación posterior ha puesto de manifiesto desigualdades profundas y cada vez mayores, no solo en cuestiones como ingresos y activos, sino también en la atención de las necesidades humanas básicas.
Ella agrega que las tensiones sociopolíticas y los conflictos geopolíticos resultantes están creando sociedades que pronto podrían ser disfuncionales hasta el punto de ser invivibles; lo cual es más pertinente para sociedades como la peruana. Continúa señalando que todo ello requiere estrategias económicas transformadoras. Sin embargo, la corriente dominante de la disciplina persiste en seguir como si nada, como si retocar los márgenes con pequeños cambios pudiera tener algún efecto significativo.
Elementos cuestionables
Ghosh señala que el problema viene de tiempo atrás. Hace décadas que un importante y poderoso grupo de presión dentro de la disciplina económica difunde medias verdades e incluso falsedades sobre muchas cuestiones esenciales, como las siguientes: el funcionamiento de los mercados financieros y que pueden ser eficientes sin regulación; las repercusiones macroeconómicas y distributivas de las políticas fiscales; el impacto de la desregulación del mercado laboral y de los salarios sobre el empleo y el desempleo.
Asimismo, cómo inciden la distribución del comercio y la inversión internacionales en los medios de vida y la posibilidad de diversificación económica; cómo responde la inversión privada a los incentivos de las políticas, como las exenciones fiscales y las subvenciones, y a los déficits fiscales; cómo afectan la inversión multinacional y las cadenas de valor mundiales a los productores y los consumidores; el daño ecológico que provocan las estructuras de producción y consumo; si realmente se necesitan derechos de propiedad intelectual más estrictos para promover la invención y la innovación, entre otras.
El origen
El pecado original podría ser que se ha excluido del discurso económico el concepto del poder, y eso no hace sino reforzar las estructuras y los desequilibrios de poder existentes, anota la Prof. Ghosh. Se dejan de lado o se encubren las condiciones subyacentes, como el mayor poder del capital en comparación con los trabajadores; la explotación insostenible de la naturaleza; el abuso privado del poder de mercado y la búsqueda de rentas económicas; el uso del poder político para impulsar intereses económicos privados a nivel nacional e internacional, y los efectos distributivos de las políticas fiscales y monetarias.
Asimismo, existe una tendencia a desestimar la crucial importancia a los supuestos a la hora de obtener resultados analíticos y presentarlos en los debates sobre políticas. La mayoría de los economistas teóricos de la corriente dominante argumentarán que se han alejado mucho de las primeras hipótesis neoclásicas, como la competencia perfecta, los rendimientos constantes a escala y el pleno empleo, que no tienen nada que ver con el funcionamiento económico real en ninguna parte. Pero estas hipótesis persisten en los modelos que de manera explícita o implícita sustentan muchas prescripciones políticas tales como las políticas comerciales e industriales.
Revistas y complejidad
Las estructuras de poder dentro de la profesión refuerzan la corriente dominante de diferentes maneras, entre otras, a través de la tiranía de las llamadas revistas de primer nivel y del empleo académico y profesional. Tales presiones e incentivos desvían a muchas de las mentes más brillantes de un auténtico estudio de la economía hacia lo que solo puede llamarse investigaciones triviales.
Por otra parte, según Ghosh, las fuerzas económicas, que debido al impacto de muchas variables diferentes son inevitablemente complejas y reflejan los efectos de la historia, la sociedad y la política, no se estudian teniendo en vista esa complejidad. En lugar de ello, se meten con calzador en modelos matemáticamente manejables, aunque al hacerlo se elimine cualquier parecido con la realidad económica. Lo anterior, salvo algunas excepciones.
Arrogancia
El desdén hacia otras disciplinas anota Ghosh, es un gran inconveniente que se manifiesta, por ejemplo, en la falta de una sólida perspectiva histórica, que debería impregnar todos los análisis sociales y económicos actuales. Últimamente se ha puesto de moda que los economistas se interesen por la psicología, con el auge de la economía del comportamiento, pero esto también se presenta a menudo de manera ahistórica, sin reconocer los diversos contextos sociales y políticos.
Estas fallas han empobrecido enormemente la ciencia económica y, como era de esperar, han minado su credibilidad y legitimidad entre el gran público. La corriente dominante de la economía necesita urgentemente más humildad, más perspectiva histórica y un reconocimiento de la desigualdad de poder, así como la promoción activa de la diversidad. Es evidente que muchas cosas tienen que cambiar para que la economía sea de verdad relevante y lo suficientemente útil como para afrontar los grandes retos de nuestro tiempo, finaliza la Prof. Ghosh.
Renovar la economía
La Prof. Coyle, desde una mirada desde la economía estándar, inicia su artículo señalando tanto que hay que renovar la economía como que, para introducir cambios económicos fundamentales, hay que alejarse de la economía simplista. Su argumento se inicia señalando que la economía de la década de 2020 es diametralmente opuesta a la que imperaba a mediados del siglo XX, cuando se diseñó gran parte del conjunto de herramientas estándar que todavía utilizan los economistas.
Ella anota que muchas de las autoridades encargadas de definir las políticas en la actualidad aprendieron economía en libros de texto y cursos basados en esa economía relativamente ordenada. En concreto, el marco para evaluar las políticas se fundamentaba en los teoremas básicos de la economía del bienestar, la rama de la disciplina que estudia si los resultados económicos son deseables o no. Según esta teoría, el mercado ofrece los mejores resultados posibles, siempre y cuando se cumplan ciertos supuestos básicos.
Nuevas realidades
Para Coyle huelga decir que esto raramente sucede. Por ejemplo, para que esta teoría fuera válida, las personas deberían tener preferencias fijas, incluso por productos que aún no existen. Todos los productos deben ser rivales o ser consumidos por una única persona. Sin embargo, muchos de ellos son bienes no rivales: desde la atmósfera hasta las carreteras públicas, pasando por las películas digitales.
Asimismo, suponen que no debe haber externalidades como la contaminación o las emisiones de CO2. Ninguna empresa debe tener poder de mercado —sino que debe haber competencia perfecta— y deben presentarse rendimientos constantes a escala a medida que aumenta el volumen de producción. Es más, en la década de 1970, el premio nobel Kenneth Arrow demostró su teorema de la imposibilidad, según el cual es imposible (partiendo de una serie de supuestos muy razonables) determinar el bienestar del conjunto de la sociedad a partir de la suma del bienestar de sus integrantes.
Vacío incomodo
Para Coyle la falta de una economía del bienestar sólidamente fundamentada ha desembocado en un vacío incómodo en el ámbito de la economía. Las autoridades deben escoger el que, a su parecer, es el mejor curso de acción para la sociedad, empleando para ello las mejores herramientas económicas a su alcance. Una de esas herramientas, de uso generalizado, es el análisis de la relación costo-beneficio. Otra consiste, simplemente, en impulsar el crecimiento económico, ya que esto eleva los niveles de vida. Como suele decirse, las herramientas económicas funcionan en la práctica, pero no en la teoría.
Pero esto para la autora ya no da más de sí. Es hora de volver a impulsar la economía del bienestar. Para ello, hay que alejarse del conjunto de supuestos simplistas que han moldeado la forma de ver el mundo de generaciones y generaciones de autoridades económicas, porque la economía ha cambiado de manera tan fundamental que ahora la disciplina debe hacer lo propio.
Nuevas preocupaciones
Coyle anota que un cambio evidente radica en la urgencia de responder a la crisis ambiental. Tanto el cambio climático como la pérdida de biodiversidad están poniendo en riesgo la futura prosperidad económica, además de entrañar una serie de posibles amenazas existenciales. A mediados del XX, la mayor restricción del crecimiento económico era la escasez de capital físico y humano.
Para mediados del siglo XXI, la naturaleza será la principal limitación. Los economistas deben empeñarse en elaborar estadísticas sobre el capital natural, concebir nuevas formas de cuantificar el costo social de los servicios de la naturaleza y, sobre todo, integrar el análisis de la economía humana y la naturaleza de manera significativa, en lugar de relegar esa cuestión a externalidades puntuales.
Estructura productiva
La estructura productiva actual es otro aspecto que, aunque menos evidente, también resulta fatal para el actual modelo mental predominante de una economía manufacturera competitiva y con rendimientos constantes. Se trata de una estructura altamente globalizada, incluso tras las crisis de los últimos años, y cada vez más intangible. La logística y las comunicaciones digitales facilitan la producción mundial, y las plataformas digitales están pasando a ser el modelo de negocios preponderante.
Esto implica la presencia de economías de escala. En muchos países y sectores, un puñado de empresas ostentan un gran poder de mercado. Resulta casi imposible determinar dónde se crea el valor debido a la circulación masiva de datos e ideas a través de los cables de fibra óptica. El rápido y constante desarrollo de la inteligencia artificial implica que la transición tecnológica tiene visos de perdurar. No existen definiciones ni estadísticas que permitan hacerle un seguimiento, y los gobiernos tienen dificultades para recaudar impuestos y regular la actividad empresarial, finaliza la Prof. Coyle.