La ciencia económica frente a los retos de una nueva era según Deaton y Rodrik
Es el título ligeramente modificado que une dos artículos de la Revista Finanzas y Desarrollo del FMI de marzo de 2024. Este número se enfocó en cómo debería cambiar la economía. En una columna anterior nos referimos a las aportaciones de las profesoras Ghosh y Coyle; ahora abordamos los comentarios de Angus Deaton y Dani Rodrik que siguen la misma línea autocrítica.
Angus Deaton es profesor emérito de Economía y Asuntos Internacionales en la Escuela de Asuntos Internacionales y Públicos y en el Departamento de Economía de la Universidad de Princeton. Fue Premio Nobel de Economía en 2015 y experto en historia económica, distribución del ingreso y desigualdades. Por otra parte, Dani Rodrik es titular de la cátedra de Economía Política Internacional en la Escuela de Gobierno de la Universidad de Harvard. Ha escrito innumerables libros, destacando sus aportaciones sobre política industrial, comercio internacional y economía en general.
Estas contribuciones son útiles para conocer las nuevas preocupaciones de la economía y reorientar nuestra acción para atender los retos del presente y futuro. Se trata de información útil a las economías desarrolladas y en subdesarrollo como la peruana.
Deaton
El artículo de Deaton inicia con una glosa que sintetiza su documento. Se anota que puede ser bueno poner en entredicho las propias creencias a medida que las circunstancias van cambiando en el tiempo. Para él, la economía ha logrado grandes cosas; existen amplios compendios de constataciones teóricas, a menudo nada obvias, así como de minuciosos, y en ocasiones convincentes, datos empíricos. La profesión conoce y comprende numerosas cuestiones.
Sin embargo, hoy en día nos encontramos ante cierta desorganización. No se predijo de manera conjunta la crisis financiera y, lo que es peor, es posible que se haya contribuido a ella por culpa de la defensa, excesivamente entusiasta, de la eficacia de los mercados, sobre todo de los financieros, cuya estructura e implicaciones no se conocían tan bien como se pensaba.
Autocrítica: poder y ética
El autor señala que el hincapié que se hace sobre las virtudes de los mercados libres y competitivos y del cambio técnico exógeno puede hacernos perder de vista la importancia que tiene el poder a la hora de fijar los precios y los salarios, escoger la dirección del cambio técnico e influir en las políticas para cambiar las reglas del juego. Sin un análisis del poder, resulta difícil comprender la desigualdad y otras cuestiones del capitalismo moderno.
Por otra parte, anota que se ha dejado de pensar en la ética y en la esencia del bienestar humano. Los economistas son tecnócratas que se centran en la eficiencia. Apenas se recibe formación sobre los fines de la economía, el significado del bienestar y la opinión de los filósofos sobre la igualdad. Ante la presión, se tiende a caer en el utilitarismo basado en los ingresos, se equipara el bienestar con el dinero o el consumo, desestimando lo que en gran medida importa a las personas.
Se olvida, según Deaton, que el problema de la economía radica en reconciliar la eficiencia económica con la justicia social y la libertad individual. La justicia social parece quedar relegada. La preocupación por la distribución se desestimó con la atención prestada al promedio.
Humildad y empirismo
Deaton señala que los economistas estamos demasiado seguros de tener la razón siempre. La economía cuenta con herramientas poderosas que, si bien pueden brindar respuestas claras, requieren aceptar una serie de supuestos que no son válidos en cualquier circunstancia. El autor postula que sería conveniente reconocer que casi siempre hay relatos contrapuestos.
Para el autor los métodos aprobados en la actualidad tienen el efecto de centrar la atención en las repercusiones locales, alejándose de otros mecanismos que podrían resultar importantes pero lentos, caracterizados por desfases más largos y variables. Se anota que a los historiadores, que comprenden las contingencias y entienden de causalidades múltiples y multidireccionales, suele dárseles mejor que a los economistas para seleccionar mecanismos importantes que resulten plausibles, interesantes y dignos de reflexión.
Cambios de opinión
Deaton termina su documento señalando la importancia de los sindicatos. Anota que hoy en día las grandes empresas tienen demasiado poder sobre las condiciones laborales, los salarios y las decisiones que se toman en Washington, donde los sindicatos apenas ejercen poder en comparación con los grupos de presión de las empresas.
También se manifiesta más escéptico sobre las ventajas del libre comercio para los trabajadores estadounidenses. Tampoco defiende la idea de que el daño infligido por la globalización a los trabajadores estadounidenses fuera un precio razonable que pagar a cambio de reducir la pobreza mundial. El autor termina señalando que a los economistas les convendría adentrarse más en las corrientes filosóficas, historiográficas y sociológicas, tal y como hizo Adam Smith en su momento.
Rodrik
Por otra parte, Rodrik resalta que los problemas económicos más apremiantes exigen correcciones pragmáticas muy contextualizadas. Se trata de proponer una mirada de la economía menos ideologizada.
Al respecto, anota que con la era del neoliberalismo se presenció un logro histórico: el crecimiento económico récord de numerosas economías en desarrollo, pero los países que mejor se desempeñaron, como China, no se caracterizaron precisamente por un pensamiento neoliberal; más bien, recurrieron a políticas industriales, empresas estatales y controles de capital tanto como a la liberalización de los mercados.
Para él, China es el ejemplo más claro de la plasticidad de los principios económicos. El gobierno aprovechó los mercados, los incentivos privados y la globalización, pero también mediante innovaciones poco tradicionales como el sistema de responsabilidad de los hogares, la dualidad de precios, la figura de comunidades empresariales rurales, las zonas económicas especiales, necesarias para superar sus limitaciones internas.
Las mejoras
Según Rodrik, en economía, la respuesta válida a prácticamente cualquier pregunta sobre una política es depende. El análisis económico funciona mejor que nunca cuando es capaz de abordar esa dependencia contextual; es decir, cómo y por qué influyen las diferencias del entorno económico en las consecuencias de las políticas.
El pecado original del paradigma neoliberal fue creer que era posible aplicar a todos los casos algunas reglas simples y universales. Si el neoliberalismo fue la disciplina económica en acción, lo que quedó a la vista fue su mala actuación. Se anota que para mejorar la disciplina económica, es necesario partir de la premisa de que la amplitud y la magnitud de las dificultades que enfrentamos superan la capacidad de los modelos actuales.
Por tanto, los economistas deben apelar a la imaginación y aplicar las herramientas de la profesión sin perder de vista las diferencias del contexto económico y político en diferentes partes del mundo.
Problemas y modelos
El principal reto es la amenaza existencial que representa el cambio climático. En el mundo ideal del economista, la solución sería la coordinación internacional en torno a tres elementos: un precio mundial del carbono suficientemente alto (o un sistema de comercio de emisiones), subsidios mundiales a la innovación en energías verdes y un flujo sustancial de recursos financieros hacia las economías en desarrollo. Las probabilidades de que el mundo real, organizado en naciones soberanas, implemente algo remotamente parecido son muy lejanas.
Según Rodrik la experiencia reciente muestra que la adopción de políticas verdes exige una maraña de negociaciones políticas en el plano nacional. Al tiempo que se suma a los detractores y los posibles damnificados por las políticas verdes, cada país da prioridad a sus propios intereses comerciales. Para ser útiles, los economistas tendrán que dejar de perseguir un ideal o de concentrarse meramente en describir los costos de estas políticas en términos de eficiencia; más bien, deberán apelar a la imaginación para encontrar soluciones a la crisis climática que superen estas limitaciones.
Erosión clases medias
La erosión de la clase media es el riesgo más significativo para el entorno social según Rodrik y muchos de nosotros. Una sociedad y un orden político sanos necesitan una clase media amplia. Históricamente, el empleo seguro y bien remunerado en la manufactura y los sectores afines fue la base del crecimiento de la clase media. La hiperglobalización, la automatización, el cambio tecnológico a favor de la mano de obra calificada y las políticas de austeridad se han conjugado para producir una polarización del mercado laboral o una escasez de trabajos decentes.
El problema requiere políticas que trasciendan al Estado benefactor tradicional y que pongan en primer plano la creación de buenos empleos, atendiendo tanto a la demanda de los mercados laborales (empresas y tecnologías) como a la oferta (calificaciones, capacitación). Aquí se impone experimentar con medidas novedosas, que en la práctica serán políticas industriales para servicios que absorban mano de obra.
Por otra parte, en las economías en desarrollo se necesitan tecnologías cada vez más intensivas en conocimientos y capital. Esto implica que si bien tenemos considerable experiencia en la promoción de la industrialización, las estrategias de desarrollo orientadas a los servicios, sobre todo en el caso de los servicios no transables dominados por empresas muy pequeñas, requerirán políticas completamente nuevas, aún no comprobadas. Nuevamente, los economistas tendrán que ser flexibles e innovadores.
Nueva globalización
Rodrik, a diferencia de muchos colegas locales, plantea que se necesita un nuevo modelo de globalización. En contra de la hiperglobalización obran fuerzas como los conflictos distributivos, el nuevo énfasis en la resiliencia y el auge de la competencia geopolítica entre Estados Unidos y China. Inevitablemente, las exigencias de la economía mundial y las obligaciones socioeconómicas y políticas nacionales en pugna están volviendo a equilibrarse.
A pesar de la considerable preocupación en torno a una nueva era de proteccionismo y las perspectivas de un entorno mundial inhóspito, puede que el resultado no sea tan malo. Asimismo, los economistas pueden contribuir a un nuevo conjunto de reglas para la economía mundial que facilite un nuevo equilibrio. Concretamente, pueden formular políticas que ayuden a cada gobierno a perseguir planes socioeconómicos y ambientales que beneficien al país sin perjudicar expresamente a los demás.
Colofón
Para ser útiles, los economistas deberán brindar soluciones acertadas y concretas a los problemas centrales de hoy: acelerar la transición climática, crear economías inclusivas y promover el desarrollo económico de las naciones más pobres y evitar las que sean simplistas o de aplicación universal finaliza Rodrik.