Neoliberalismo, economía keynesiana y la respuesta a la inflación actual de Stiglitz 2024
La revista El trimestre Económico de julio-septiembre de 2024 acaba de publicar un interesante artículo de Joseph Stiglitz. Este se editó originalmente en Review of Keynesian Economics. Se extraen valiosas enseñanzas para las economías avanzadas y las subdesarrolladas como la peruana.
Stiglitz es un economista crítico de la economía estándar, fue premio nobel de economía en 2001, ex vicepresidente del Banco Mundial, ex jefe de asesores económicos del gobierno de Clinton y actualmente es profesor de la Universidad de Columbia.
El artículo hace una crítica a las políticas neoliberales que usualmente se aplican para solucionar las distintas crisis y problemas económicos de las últimas décadas. Argumenta que tales acciones no se basan en la realidad económica, por lo que no son efectivas ni se enfocan en las formas en que afectan negativamente a distintos grupos sociales —como desempleo, aumento de desigualdad, crisis de vivienda—, que sólo se conciben como daños colaterales.
Stiglitz aterriza esta reflexión en las políticas económicas aplicadas a dos fenómenos actuales: la pandemia de la Covid-19 y la inflación, que han dejado en evidencia la necesidad de una intervención más activa del gobierno. Una conclusión central es que los banqueros centrales se equivocaron en el diagnóstico y en las políticas implantadas, mismas que fueron contraproducentes.
Neoliberalismo
El artículo inicia discutiendo el neoliberalismo, el cual ha sido la ideología dominante de los últimos 40 años. Renombra a esta teoría como fundamentalismo de mercado, basada en intereses particulares (sus políticas enriquecieron sólo a unos cuantos) y en modelos simplistas que ignoran los problemas de las imperfecciones de la competencia y la información, las externalidades y los bienes públicos, así como los mercados incompletos.
El neoliberalismo, según el autor, defendía un gobierno pequeño con regulación limitada y la privatización de todo lo que fuera posible privatizar, incluso las prisiones. Por lo general, ignoraba cuestiones de justicia social o distribución del ingreso; a sus defensores, como era de esperarse, les preocupaba que los impuestos progresivos producían desincentivos.
Desilusión
Para Stiglitz, la desilusión actual con el neoliberalismo tiene menos que ver con su falta de fundamentos intelectuales o las aparentes inconsistencias entre los modelos y las prescripciones de política. Más bien, es el resultado de su fracaso, al no estar a la altura de lo que prometieron sus defensores: un crecimiento más rápido y estable, que daría como resultado un mayor bienestar para todos mediante algún proceso misterioso de economía de goteo, si dejábamos las cosas en manos del mercado y el funcionamiento del proceso competitivo.
El neoliberalismo no dio resultados. En lugar de eso, estuvo ligado a un crecimiento menor que el de la era preneoliberal, y el crecimiento que sí se llegó a dar fue a parar a manos de aquellos en la cima de la escala económica. La liberalización financiera conllevó la crisis más profunda en tres cuartos de siglo; la desregulación demostró que los mercados sin restricciones no sólo son ineficientes, sino también inestables.
Covid-19 y Estado
Stiglitz anota que el declive del neoliberalismo está relacionado no sólo con su fracaso, sino también con los éxitos del gobierno, cuya función y competencia denigraban la ideología neoliberal. En cada crisis, los individuos acuden al gobierno; a la acción colectiva; demuestran que lo que podemos hacer juntos puede ser mucho mayor que lo que podemos hacer como individuos.
Esto fue especialmente cierto durante la pandemia de la Covid-19, cuando la acción gubernamental nos salvó de varias maneras distintas. En la innovación: en un tiempo récord se desarrollaron vacunas con un fuerte apoyo del gobierno. Al hacerse cargo de las externalidades de salud pública: la covid-19 era una enfermedad altamente contagiosa, por lo que era crucial adoptar medidas que redujeran su propagación.
En el sostenimiento de la economía: la pandemia tuvo un impacto trascendental en la economía, tanto para la demanda como para la oferta. Sin la intervención del gobierno, se habrían producido recesiones graves en los países más afectados, mucho peores que las que experimentaron.
Todos keynesianos
La Gran Recesión de 2008 demostró que los multiplicadores fiscales podían ser grandes, al contrario de lo que pensaban los conservadores. Durante la pandemia, los gastos fiscales no sólo fueron muy eficaces para sostener la macroeconomía, sino que, como en 2008, la política fiscal fue mucho más eficaz que la monetaria.
Para Stiglitz, la Reserva Federal y el gobierno estadunidense carecieron de una reflexión profunda sobre la asignación del crédito —quién debería obtenerlo y cómo debería hacerse—. El gobierno delegó a los bancos la responsabilidad de asignar el crédito. Éstos hicieron de verdad un mal trabajo —los primeros en la fila fueron sus mejores clientes, no los más vulnerables ni los que más necesitaban los fondos— y fueron injustificadamente recompensados.
Modelo problemático
El autor dedica una parte importante del artículo a explicar los supuestos fundamentales del modelo estándar que limitaron su valor para afrontar el embate de la pandemia. En primer lugar, la pandemia tuvo un gran impacto sectorial, no sólo uno agregado (que requiere respuestas sectoriales). En segundo lugar, si bien gran parte de la economía estándar ignora la distribución, la pandemia tuvo grandes consecuencias redistributivas, que fueron relevantes para el comportamiento macroeconómico.
En tercer lugar, la mayoría de las perturbaciones que se ha experimentado en las últimas décadas ha tenido consecuencias y duración difíciles de predecir. En cuarto lugar, los modelos estándar ignoraron el racionamiento del crédito y otros problemas que nacen de la información asimétrica. En quinto lugar, aunque los modelos estándar se enfocan en los efectos adversos de la rigidez salarial, durante la pandemia los salarios reales cayeron, e incluso algunos salarios nominales.
Finalmente, los modelos estándar suponen competencia perfecta. La inflación pospandemia estuvo marcada por grandes aumentos en los márgenes de ganancia, lo que reflejó incrementos temporales en el poder de mercado asociados con la ruptura de las cadenas de suministro.
Inflación no explicada
Stiglitz anota que a medida que la inflación se disparó en la recuperación pospandemia, las autoridades se enfrentaron a la difícil tarea de determinar qué hacer. Llevar a cabo esa tarea requería evaluar el origen de la inflación, el grado en que la pandemia había afectado las relaciones macroeconómicas de base, y si los cambios que parecían observarse en el corto plazo eran transitorios.
Para él, las medidas de política se construyeron a partir de creencias previas sobre la estructura económica; por ejemplo, el papel de las expectativas y la naturaleza de la dinámica salario-precio. Los economistas convencionales —incluidos muchos banqueros centrales— reaccionaron a la inflación pospandemia en automático, aumentando las tasas de interés.
Revisar diagnósticos
Anota Stiglitz que una respuesta adecuada necesitaba un análisis más exhaustivo y, en particular, una comprensión de los factores subyacentes que estaban provocando el aumento de la inflación. Según el autor, la inflación venía en gran medida de la escasez de oferta y los cambios en la demanda inducidos por la pandemia, y no de un exceso de demanda agregada. También se pensó que el funcionamiento natural del mercado atenuaría en algún momento estas brechas impulsadas por el lado de la oferta, lo que pondría en marcha fuerzas desinflacionarias.
Stiglitz continúa señalando que la política monetaria puede resultar no sólo ineficaz sino hasta contraproducente. Incluso podría exacerbar la desigualdad que ya se encontraba en niveles inaceptables antes de la pandemia y que no ha hecho más que empeorar desde entonces.
La política monetaria no iba a llegar a la raíz del problema: los cuellos de botella en la oferta. No iba a crear más petróleo, más gas, más energía de cualquier otra fuente, más alimentos, más chips para fabricar más automóviles, más casas o terrenos en los lugares donde la pandemia había hecho que la gente quisiera vivir.
Políticas contraproducentes
Según Stiglitz hay varias razones por las cuales el aumento de las tasas de interés puede haber empeorado la situación. En primer lugar, desalienta la inversión necesaria para resolver la escasez de oferta. En la medida en que el aumento de los alquileres se debió a la escasez de viviendas, el aumento de las tasas de interés desalienta la producción de viviendas. Lo que, es más, cuando la competencia es imperfecta, el aumento de las tasas de interés incentiva a las empresas a subir los precios.
Los efectos perjudiciales de la política monetaria se extienden incluso al aumento de la desigualdad. Un aumento grande, rápido y en buena medida imprevisto de las tasas de interés tiene un efecto adverso adicional sobre la estabilidad financiera. A nivel mundial hubo efectos todavía más negativos por los niveles de sobreendeudamiento prevalecientes, generando enormes costos fiscales.
Existían alternativas
Stiglitz y los economistas estructuralistas argumentan que, al menos para los principales problemas estructurales que aparentemente dieron origen a la inflación pospandémica, las políticas focalizadas podrían haber ayudado a resolver los cuellos de botella del lado de la oferta y tal vez aliviar en parte la inflación.
Muchas de ellas tendrían beneficios a largo plazo, incluso si el diagnóstico resultara ser erróneo (a diferencia del aumento de las tasas de interés, que podría dejar cicatrices a largo plazo). Al respecto, el autor propone alternativas concretas en cada caso.
El principal fracaso de los bancos centrales no fue actuar con demasiada lentitud, sino no darse cuenta de la naturaleza especial de este episodio, de que esta inflación no se debía a un exceso de demanda agregada. Al considerar el problema como uno estándar con exceso de demanda, aumentaron demasiado las tasas de interés y excesivamente rápido; en consecuencia, puede que hayan empeorado las cosas.
Colofón
Stiglitz finaliza señalando que espera que la crisis financiera internacional de 2008 y la pandemia hayan mostrado las limitaciones de los modelos prevalecientes, y ojalá hayamos llegado a un punto de inflexión, tanto en la teoría como en las medidas de intervención.
Se necesitan modelos y políticas más certeros que analicen los impactos sectoriales, el poder de mercado y los efectos de la desigualdad. Estas políticas deberían proporcionar una gama más amplia de instrumentos mejor afinados, que vayan más allá del instrumento achatado de la política monetaria, el cual puede ser apropiado cuando hay una alteración sencilla en la demanda agregada, pero no está en sintonía con las conmociones reales que la economía experimenta una y otra vez.