Los verdaderos peligros de los planes económicos de Trump
El próximo 5 de noviembre se realizará la etapa final de la votación para elegir al nuevo presidente de los EE.UU. Las propuestas económicas se difunden poco y solo se comentan algunos elementos generales. En esta oportunidad reseñamos un artículo de Adam S. Posen, presidente del Instituto Peterson de Economía Internacional publicado, con el título de esta nota, en el último número de la revista Foreign Affairs del 18 de octubre.
Como era de esperar, el subtítulo y glosas del artículo respecto de las propuestas económicas de Trump son desalentadoras. Allí se destaca que su agenda radical causaría estragos en las empresas, los trabajadores y los consumidores estadounidenses. Asimismo, el editor de la revista destaca que los mayores aranceles se trasladarían en su mayoría a los consumidores, a través de precios más altos o escasez de algunos productos importados. Por otra parte, estas reducirán la oferta de mano de obra, insumos industriales, bienes de consumo y los ingresos fiscales federales.
Falsas ilusiones
Posen anota que muchos observadores bien informados y una parte sustancial de los votantes se muestran tranquilos, sino entusiasmados, con el programa económico de Trump. Algunos se centran en sus promesas de ampliar los recortes de impuestos (a favor de las corporaciones y los de altos ingresos) y la desregulación, y ven una continuación de las políticas republicanas anteriores. Otros señalan la baja inflación y los altos rendimientos del mercado de valores que caracterizaron su primer mandato antes de que comenzara la pandemia y sostienen que las políticas de Trump (incluido su enfoque poco ortodoxo en materia de aranceles e inmigración) fueron exitosas, o al menos no perjudiciales.
Estos observadores insisten en que las amenazas más extremas de Trump en relación con la deportación, el comercio, China y la Reserva Federal (FED) son en realidad estrategias electorales. Y existe una confianza generalizada en que, si alguna de las políticas económicas agresivas de Trump impusiera costos elevados, en particular a los inversores o las grandes empresas, las revertiría.
Nuevas propuestas
Sin embargo, señala el autor, esta sensación de confianza se basa en una falta de comprensión del verdadero peligro de los actuales planes económicos de Trump. Ha propuesto una serie de intervenciones radicales y de gran escala, entre ellas aranceles a todas las importaciones, de un nivel diez a quince veces superior a los que impuso en su primer mandato, que se aplicaban principalmente sólo a los productos chinos; la deportación o internamiento entre un millón y ocho millones de inmigrantes, incluidos algunos que se encuentran actualmente legalmente; y una apropiación del poder que implicaría el uso de la autoridad ejecutiva para secuestrar fondos asignados por el Congreso e interferir en la independencia de la FED a la hora de fijar las tasas de interés. Se trata de medidas mucho peores que las que impuso en su primer mandato.
La visión del mundo que justifica estas políticas no se parece a las que moldearon las administraciones de Reagan y de los dos Bush. Se basa en Hobbes, no en Hayek, y considera la economía mundial como un juego en el que los demás países simplemente quieren acabar con EE.UU., por lo que tiene que acabar con ellos primero.
Perder-Perder
Este enfoque puede dar sus frutos en el mundo del desarrollo inmobiliario y la comercialización en línea. En los últimos 50 años, las agendas económicas de ambos partidos ha reconocido la importancia de promover la estabilidad macroeconómica general. Los presidentes han favorecido niveles muy diferentes de regulación gubernamental y gasto público, pero en general se han comprometido a reducir la incertidumbre a largo plazo. En cambio, la estrategia de Trump utiliza la incertidumbre como arma, pero es un arma difícil de controlar y tendrá consecuencias negativas para quien la utilice con demasiada frecuencia.
El autor señala que, según Trump, deportar a una enorme cantidad de trabajadores indocumentados, imponer aranceles elevados a casi todos los productos extranjeros y aumentar la discreción presidencial en materia de política fiscal y monetaria traerá prosperidad a los trabajadores estadounidenses. De hecho, cada una de estas medidas tendrá el efecto contrario: al restringir la oferta de recursos que las empresas, los trabajadores y los hogares estadounidenses valoran y utilizan, reducirán la capacidad productiva de la economía estadounidense. También generarán que hacer negocios sea más costoso e incierto. Obligadas a asegurarse contra la falta de acceso a suministros y mercados, muchas empresas operarían a menor escala.
Deportaciones masivas
Si se lleva a cabo como han sugerido Trump y sus representantes, significaría la expulsión de al menos 1.3 millones de personas. Eliminar a cientos de miles de trabajadores empleados causaría escasez de mano de obra en industrias y lugares específicos, lo que a su vez generaría aumentos generalizados de precios a medida que disminuyera la oferta. Según un estudio reciente se concluyó que un shock negativo de esa magnitud en la oferta laboral conduciría a una estanflación en toda la economía, aumentando la inflación en un 1.5 por ciento y reduciendo el PBI en más de un 3 por ciento en tres años.
El impacto sería aún más fuerte porque en los sectores que más dependen de los trabajadores indocumentados (cultivo de frutas y verduras, hotelería, construcción residencial, minería y algunas manufacturas) los empleadores tendrían grandes dificultades para encontrar trabajadores legales que los reemplazaran. Los trabajadores legales disfrutan de un alto nivel de empleo, con salarios más altos y mejores condiciones que las que pueden conseguir la mayoría de los inmigrantes indocumentados, y no aceptarían fácilmente trabajos peor remunerados. En esas circunstancias, muchas empresas se contraerían o reducirían los costos laborales mediante la automatización.
Impactos severos
Las deportaciones masivas también dañarían la economía de otras maneras. La inmigración crea empleos para los ciudadanos y residentes legales (aproximadamente un empleo por cada diez inmigrantes empleados). Esto se debe a que los trabajadores inmigrantes y sus familias también son consumidores. Deportarlos disminuiría la demanda de todos los bienes y servicios que compran en EE.UU.
Además, los trabajadores inmigrantes amplían la base impositiva, porque las ganancias y el consumo que generan están sujetos a impuestos. En resumen, el plan de deportación de Trump conduciría a un crecimiento más lento (si no a una recesión), un aumento de la inflación, una reducción del empleo para los ciudadanos y los residentes legales y una menor innovación.
Plan arancelario
El plan arancelario de Trump es igualmente imprudente. Ha propuesto aranceles del 60% para los bienes provenientes de China y del 10% al 50% para los bienes de todas partes. Se afirma que los aranceles se pagarán solos al impulsar a las empresas locales y crear nuevos empleos. Los ingresos producidos por estos aranceles, afirma Trump, también compensarían en gran medida su propuesta de ampliar los recortes de impuestos para las corporaciones y las personas de altos ingresos. En realidad, el costo de estos aranceles se trasladaría en su mayoría a los consumidores, a través de precios más altos o escasez de algunos productos importados.
El resultado sería una inflación que afectaría especialmente a los hogares de bajos ingresos, cuyos presupuestos se destinan principalmente a la importación de ropa, juguetes, productos electrónicos, energía y alimentos. Otro estudio reciente concluyó que los aranceles costarían a un hogar medio al menos 2,600 dólares al año, y otros han estimado que los costes serían el doble. Para las empresas que dependen de productos importados, un aumento de los precios y la falta de sustitutos podrían hacerlas quebrar.
Resultado fiscal
Posen señala que en lo que se refiere a los ingresos fiscales, los aranceles no pueden sustituir en parte significativa a los otros impuestos, precisamente porque el objetivo de los aranceles es obligar a los consumidores a cambiar sus compras. Los aranceles generalizados de Trump del 20% rendirían entre el 1.0 y el 1.5 por ciento del PBI en ingresos en el primer año y luego disminuirían; tasas arancelarias más altas rendirían aún menos ingresos.
Como los recortes impositivos son costosos y los aranceles propuestos no generarán muchos ingresos, el programa de Trump generaría enormes déficits federales. El déficit de EE.UU. es de alrededor del 7% del PBI, una cifra demasiado elevada en un momento en que el país disfruta de pleno empleo y no enfrenta crisis financieras, sanitarias o militares. Aumentar esa cifra en un 1.5% o más al año obligaría al gobierno a dedicar una parte cada vez mayor del presupuesto al pago de intereses de la deuda.
Asimismo, Trump también ha propuesto nuevas barreras para desalentar aún más la inversión china, incluido un posible impuesto a las compras extranjeras de bonos del gobierno estadounidense, el Tesoro también tendría un grupo más pequeño de compradores disponibles para financiar el déficit. Cuando se tiene menos compradores elegibles, hay que pagar tasas de interés más altas para venderla toda. Luego, una mala gobernanza fiscal (al negarse a gastar en conceptos autorizados) generaría que los inversores consideren la deuda gubernamental como más riesgosa, por lo que exigen tasas de interés más altas para mantenerla.
Menos independencia FED
El autor señala que Trump también ha amenazado con reducir significativamente la independencia de la FED, un pilar clave de la estabilidad económica. Un banco central que pueda responder de manera creíble a las presiones inflacionarias sin la interferencia del gobierno es esencial para prevenir espirales de inflación ascendentes cuando los precios se disparan.
Trump podría ejercer influencia politizando los nombramientos en la FED, reemplazando al presidente por un amigo político o cambiando las reglas que rigen su toma de decisiones. Esa intromisión resultaría en una mayor inflación y ciclos de auge y caída más frecuentes. Algunos objetarán que la promesa de Trump de ejercer la autoridad del poder ejecutivo sobre la FED es sólo un farol, pero si los inversores privados consideran que la amenaza es creíble, tendrán en cuenta las expectativas de una mayor inflación y exigirán una compensación por ese riesgo.
Colofón
El autor señala que casi todas las propuestas económicas de Trump reducirían la oferta de mano de obra, los insumos industriales, los bienes de consumo y los ingresos fiscales federales. Su estrategia impondría incertidumbre en toda la economía estadounidense.
Ante la inseguridad económica y la contracción de la oferta, así como el aumento de los déficits y de los precios, los inversores cobrarían al gobierno estadounidense tipos de interés más altos. Las empresas multinacionales, incluso las que tienen su sede en EE.UU. reducirían sus planes de inversión y empleo en el mercado interno.