El poder de una verdadera sonrisa
Mientras escribo este post me encuentro en la 27va Conferencia Anual de Estudios sobre Humor Aplicado en Oakland, California. Esta reunión se lleva a cabo anualmente y congrega a más de 200 profesionales del humor de todo el mundo: comediantes, humoristas, psicólogos, filósofos, doctores, etc. Durante 5 días se presentan estudios sobre diversos temas como: el poder sanador de la risa, el funcionamiento del humor en el cerebro, análisis del contenido de las rutinas de comediantes, el sentido del humor según las nacionalidades, etc.
Más allá del contenido, la experiencia en sí de compartir con personas de orígenes tan diversos como: Holanda, Singapur, India, China o Rusia, es sumamente enriquecedora. Diría que el 70% de los participantes hablan inglés de manera fluida, el otro 30% (dentro del cual me incluyo) tratamos de comunicarnos lo mejor que podemos. Si bien tenemos dificultades por el idioma (imagínense un singapurense y un peruano tratando de comunicarse en un inglés masticado) la primera expresión de cercanía es la sonrisa. No importa el idioma, la nacionalidad o la raza, al encontrarnos en un pasillo, puede que no entendamos el idioma pero la sonrisa es universal, una simple sonrisa expresa un saludo amable, alegría, simpatía, integración.
Sin embargo existen las sonrisas verdaderas y las sonrisas falsas o “de fotografía”. Una sonrisa verdadera es aquella que se expresa de corazón, con real cariño, que fluye naturalmente, sincera. Una sonrisa verdadera activa los músculos orbiculares y cigomáticos. Sin embargo cuando la sonrisa es fingida solo se activan los músculos cigomáticos (de la boca). La mayoría de las personas no pueden activar a voluntad los músculos orbiculares, solo se activan de manera automática cuando la sonrisa es auténtica.
Racionalmente es muy difícil distinguir entre una sonrisa fingida y una sonrisa sincera, sin embargo nuestro sistema límbico, área del cerebro que se encarga de las emociones, si detecta cuando una sonrisa es falsa e inmediatamente envía una señal de alerta al cerebro racional indicándole que tenga cuidado con esa persona. Es por ello que algunas veces ciertas personas nos parecen antipáticas a pesar de que nos sonríen.
Felizmente hasta el momento en la reunión en la que me encuentro mi cerebro emocional solo ha detectado sonrisas verdaderas por lo que podría decir que a pesar de las dificultades del idioma ha habido una buena comunicación entre todos.
Finalmente una recomendación a aquellas empresas que les piden a sus colaboradores que sonrían. No les exijan una sonrisa, deben crear un ambiente propicio para que esas sonrisas surjan de manera espontánea, de corazón y comprobarán el poder de una verdadera sonrisa.