¿Cambio de tendencia?
Desde mediados de julio, luego de que el S&P 500 llegara a su nivel más alto en lo que va del año, la volatilidad de los mercados ha venido incrementándose de manera importante. En tal sentido, la misma -medida a través del índice VIX[1]- alcanzó un punto máximo el lunes 5 de agosto, mostrando niveles solamente vistos durante coyunturas tan complejas como la primera ola de la pandemia o la gran crisis financiera de 2008. Al respecto, en el momento más álgido de ese día teníamos un S&P 500 casi 10% más abajo del punto máximo registrado a mediados de julio, una tasa del bono del tesoro de EE. UU. a 10 años más de 30pbs por debajo del nivel de cierre de julio, y una ampliación relevante en los spreads crediticios de bonos de alto rendimiento de ese país. Asimismo, el índice Nikkei de Japón bajaba más de 12%, su peor caída desde 1987. Es decir, un mercado en modo pánico e incorporando en los precios la posibilidad de un recorte de emergencia de la Reserva Federal esa misma semana (esto es, fuera de sus reuniones programadas para el año).
Ahora, ¿a qué se debió dicho comportamiento? Una serie de factores estarían detrás de estos movimientos extremos en el precio de varios activos clave. Por un lado, la data de empleo en EE. UU. más débil de lo esperado el día viernes 2 de agosto ya había generado dudas sobre el estado de la economía de dicho país y, por consiguiente, una corrección en los mercados durante esa sesión. A esto se le sumó un banco central de Japón (BOJ por sus siglas en inglés) con una postura más agresiva de política monetaria, el cual no solamente incrementó su tasa de referencia a 0.25% unos días antes (nivel más alto en 15 años), sino que incluso sorprendió con un discurso más hawkish e insinuando la posibilidad de una serie de incrementos de tasa sucesivos. A su vez, la expectativa de la diferencia en posturas entre el BOJ y la FED afectó a uno de los principales “carry trades”. Esto es, posiciones que son fondeadas en una moneda débil y con una tasa de interés baja (en este caso el yen) y que luego son utilizadas para comprar activos en otras monedas y que tengan mayor potencial de apreciación y/o que ganan una mayor tasa de interés[2]. Y a estos factores mencionados habría que añadirle la publicación de resultados corporativos para el segundo trimestre de 2024 que no necesariamente satisficieron las expectativas del mercado, un posicionamiento cargado en muchos activos de riesgo “populares” (acompañado de valorizaciones estiradas y un sentimiento muy positivo), y una estacionalidad complicada para mercados desarrollados como el S&P 500. Así, se podría decir que se dieron una serie de condiciones para crear una “tormenta perfecta” para los mercados.
¿Esto significa que vamos a ver un cambio de tendencia o comportamiento vs. lo que se dio en los últimos 18-20 meses? Mi escenario base es que no. Si bien estamos viendo una desaceleración en la economía de EE. UU., lo más probable es que la misma no pase a mayores y terminemos en un escenario de “soft landing”. Ahora, este escenario obviamente no está exento de riesgos y por ende requiere de un monitoreo cercano. Asimismo, esto no implica que la volatilidad no vaya a continuar en el corto plazo o que no podamos ver incluso otro episodio de pánico en los mercados, ni que podamos afirmar que ya se ha visto el punto más bajo en índices como el S&P. Sin embargo, veo esta coyuntura de “reseteo” en sentimiento, limpieza en posicionamiento, y movimientos abruptos de mercado como una oportunidad para incrementar de manera gradual (y disciplinada) la ponderación en activos de riesgo.
[1] Índice de volatilidad del Chicago Board Options Exchange (CBOE), también conocido como “medida del miedo”.
[2] Dada una fuerte apreciación del Yen luego del discurso del BOJ, los inversionistas que “deben” en esta moneda se ven afectados, por ende tienen que salir a vender las posiciones más riesgosas que habían comprado para recomprar Yenes y cerrar su fondeo en dicha moneda.