¿Necesitas saber si eres un emprendedor? Entonces no lo eres
Cada cierto tiempo — usualmente al hablar de Continuum, el Scope Canvas o Get on Board — veo pasar preguntas similares a éstas:
- ¿Cómo saber si tengo lo necesario para ser un emprendedor?
- Tengo esta idea de negocios. ¿Crees que sea buena?
- Me gustaría hacer una startup. ¿Por dónde empiezo?
Son preguntas que a mí siempre me ha complicado responder, porque la primera respuesta que viene a mi cabeza (“El mero hecho de que estés haciendo esta pregunta significa que aún no estás preparad@”) suena un poco hostil para alguien que viene a preguntar con la mejor intención del mundo.
Pero luego de meditarlo con calma, la respuesta sigue siendo la misma: El mero hecho de que estés haciendo esta pregunta significa que aún no estás preparad@. La gracia de un artículo como éste es que me permite entrar en detalles del por qué, y resulta que no tienen nada que ver con si tu idea es buena o es mala:
1. “Ser” o “no ser” emprendedor es absolutamente irrelevante
¿Quién diablos define qué es ser emprendedor, en primer lugar? ¿Y por qué nos tendría que importar esa definición?
Sospecho que el problema comienza con los “concursos de emprendimiento” o “premios a la innovación”. Desde el momento en que existe un premio, hay alguien que quiere ganárselo y que quiere saber si cumple con lo necesario.
Esto se extiende a esas otras iniciativas que no son formalmente una competencia pero lo parecen: aceleradoras, VC’s, fondos de inversión y similares, que tienen ceremonias de premiación y un montón de aplausos y fama disponibles para quien se haya “ganado” el fondo. En estricto rigor, entrar en una aceleradora es tan “triunfo” como conseguir que el banco te apruebe un crédito, pero viene rodeado de un aura especial que de alguna forma te acredita como parte de un grupo selecto: el de los emprendedores.
Así que la primera pregunta que te deberías hacer es: ¿La razón por la que te interesa saber si eres un emprendedor es porque quieres saber si tienes chance de ganar un concurso de emprendimiento?
He perdido la cuenta de la cantidad de negocios fallidos que partieron ganando concursos de emprendimiento e innovación. La razón principal de esta discordancia premio/performance es que hay montones de razones teóricas por las cuales puedes convencer a un inversionista o a un grupo de personas en un jurado de que tu idea es buena: un buen potencial de mercado, solidez del equipo, sapiencia tecnológica, un plan de negocios bien escrito, tu propio carisma, etc. En cambio, a tus clientes sólo puedes convencerlos con una propuesta de valor real.
2. Cuando realmente tienes un emprendimiento, estás demasiado ocupad@ resolviendo un problema como para pensar en otra cosa
Querer emprender por emprender es sin dudas la peor manera de empezar un proyecto. Pero como a nadie le gusta sentir que está emprendiendo sin saber dónde está parado, usualmente le ponemos un poco de glaseado a los motivos:
- Quiero emprender porque ahí está el futuro.
- Quiero emprender porque así podré seguir mi pasión.
- Quiero emprender porque no nací para trabajar en una empresa tradicional.
Es decir, quieres emprender porque te gusta la sensación de emprender. Te seduce la idea de trabajar en un co-working con horarios flexibles y ropa relajada usando tu Mac repleto de stickers.
O tal vez incluso te atraiga la versión más heroica y ruda: la de sobrevivir a punta de pizza y sopa ramen, dormir dos horas diarias en un sofá e ingeniártelas para sacar un proyecto adelante con todo en contra. Es entendible: los medios tienden a glorificar las historias de emprendedores que partieron trabajando desde un WC (Skype) o usando puertas como mesas de escritorio (Amazon) y que hoy tienen dinero, fama, oficinas de planta libre y comida ilimitada.
El punto es que podrías estar en cualquiera de estos entornos e igualmente estar cuchareando un proyecto sin valor alguno. El cliché de emprender (sea el emprendedor fancy o el emprendedor sacrificado) no tiene absolutamente nada que ver con la razón por la cual un emprendimiento prospera: resolver un problema real mejor que nadie.
Da igual si venías acariciando tu idea de emprender desde hace años, como un plan maestro, o si te la topaste por accidente —como me pasó a mí—: si no estás resolviendo un problema real de una manera que conecte con quienes tienen dicho problema, no tienes nada.
Y el punto clave es que cuando te topas con un problema real, en el que tienes realmente el potencial de hacer una diferencia, suceden dos cosas:
- Te das cuenta que hay más y más capas del mismo problema, y empiezas a sentir que nunca jamás llegarás al fondo;
- Piensas en lo anterior y dices: “CSM, si no empiezo ahora mismo no termino nunca”.
Irónicamente, si estás realmente camino a hacer algo valioso, la sensación predominante es la de ansiedad e inquietud. Pero es la sensación correcta: si “emprender” te trae coolness y comodidad, significa que estás caminando por senderos que otros ya acomodaron para ti.
Esto te puede estar sucediendo vestido de oficina en una gran corporación, o en pijama a las 4 de la mañana, o en tu coworking con horarios flexibles y ropa relajada usando tu Mac repleto de stickers. No importa. Lo que importa es que cuando encontraste un problema valioso, ese problema se roba toda tu atención y todo lo demás pasa a segundo plano.
3. El problema mismo te dirá qué hacer y dónde ir
Las personas con ego frágil suelen fracasar en sus startups porque:
- Empiezan un emprendimiento para sentirse bien consigo mismas, lo cual no le puede importar menos a sus potenciales clientes, que gastarán su plata con gente que sí se preocupa genuinamente por ellos;
- Necesitan constantemente validación de que lo están haciendo bien, lo cual los distrae de resolver el problema y los concentra en buscar dicha validación (mentores, financiamiento, concursos, charlas, etc) antes de siquiera llegar a merecerla;
- Nunca se pueden absorber completamente en solucionar el problema, porque siempre habrá una parte de ellos que está pendiente de cómo son vistos desde afuera.
- Reciben de mala forma el feedback y se cierran a él, perdiendo la oportunidad de mejorar el proyecto o de descubrir nuevas capas del problema. Esto pasa tanto con el feedback positivo (no les agrada sentir que los demás les dieron las ideas brillantes) como con el negativo (se lo toman como un ataque personal).
Si el problema no te está gritando en la cara, entonces no lo has encontrado realmente. Si la necesidad que atiende tu proyecto es trivial, superficial o pasajera, nunca encontrarás a alguien a quien le duela tanto como para darte feedback sobre ella.
Por ende, la pregunta de “Tengo un proyecto genial, ¿qué debería hacer a continuación?” se responderá sola si tu proyecto es realmente genial: las personas se entusiasman cuando ven la oportunidad de que les resuelvas algo que de veras les importa. Te darán ideas, te dirán si algo no resulta bien, y pasarán a depender rápidamente de tu proyecto apenas tengas algo mínimamente usable.
Si a tu alrededor sólo hay silencio, eso significa una de dos cosas: (1) en verdad no estás en nada que le importe mucho a alguien, o (2) tienes cerradas tus puertas al feedback exterior, y nunca llegarás a explorar lo suficiente como para descubrir si estabas en ruta a encontrar algo valioso.
Los consejos de emprendimiento están sobrevalorados, incluso aquellos venidos de otros “emprendedores exitosos”: cada problema es distinto en forma, fondo y contexto. Lo que funcionó con uno usualmente no aplica a otro. Y si indagas un poquito en la historia, verás que se han hecho empresas exitosas en configuraciones, realidades, épocas y mercados radicalmente distintos. El único patrón que se repite es que nadie siguió exactamente el mismo patrón.
Y además, ¿para qué necesitas tanto consejo? ¿Crees que te va a asegurar el éxito o te va a reducir el riesgo? Si estás realmente en un problema que vale la pena, el resultado es totalmente incierto, por la sencilla razón de que nadie lo ha resuelto aún y por ende nadie tiene la respuesta correcta. Eso significa que los “fracasos” y las demoras son parte del proceso de aprendizaje. Intentar saltártelos o posponerlos usualmente logra que tu comprensión del problema sea superficial y te pone en desventaja para resolverlo.
Por eso mismo es tan peligroso levantar plata antes de haber descubierto el valor que tu proyecto tiene para solucionar un problema. Verte con dinero en los bolsillos te pone en modo “exitoso” sin que hayas llegado aún realmente a serlo. La razón es que los billetes que llegan del bolsillo de un inversionista se ven igualitos a los billetes que salen del bolsillo de tus clientes; plata es plata, ¿verdad? Pasas a comportarte como si ya hubieras resuelto el problema y la sensación de ansiedad, necesaria para seguir escarbando, se desvanece.
4. Los problemas en sí mismos son agnósticos
Al problema no le importa si tú eres un emprendedor en serie o es tu primera vez. No le importa si quieres abordarlo desde una startup o desde una gran corporación. No le importa si usas camisita y Dockers o si usas polerón con capucha y jeans con hoyos. No le importa si levantaste plata o no. No le importan tu género, tus conexiones, tu apellido, tu raza o tu nacionalidad. Al problema sólo le importa si eres capaz de resolverlo.
Por eso es que la lista de requisitos para ser emprendedor(a) en realidad no existe. Simplemente necesitas obsesionarte por resolver un problema valioso en particular, durante la cantidad de tiempo suficiente como para comprenderlo mejor que nadie. Esa obsesión no se puede enseñar, no se puede facilitar, no se puede entrenar, como no puedo entrenarte a que te guste el helado de lúcuma.
Ningún programa de gobierno, aceleradora o curso va a lograr despertar eso por ti. De hecho, a veces me parece que su efecto más concreto es potenciar la idea de que emprender es cool, lo cual termina atrayendo a emprender a personas por las razones incorrectas.
Por lo mismo es que pienso que todo eso de “los ecosistemas favorables al emprendimiento” es mayormente paja molida, salvo por la cuestión cultural (la disposición de un mercado y una sociedad a aceptar ideas nuevas, libre competencia y destrucción creativa) y la educativa (mientras más fluya el conocimiento, más rápido y mejor podemos desarrollar las innovaciones que resuelvan los problemas). Es cierto que en Silicon Valley puedes obtener inversión hasta para embotellar un pedo, pero para quien está resolviendo problemas valiosos en otra parte, eso no es motivo ni de queja ni de envidia.
(Lo que realmente necesitamos es reducir la brecha de género y la desigualdad de ingresos y de educación; pero lo necesitamos en general como sociedad, no solamente para “potenciar un ecosistema emprendedor”.)
Si quieres ideas de problemas, YCombinator tiene una lista con varias, pero ten en cuenta que esa lista la ven millones de personas; no estás accediendo a ningún secreto. Porque no depende de ningún secreto. Es más: los problemas de la sociedad actual que necesitan ser resueltos con emprendimientos suelen estar a vista y paciencia de todo el mundo; su solución no depende de su visibilidad. Depende de sumergirse en ellos el tiempo suficiente y con la dedicación suficiente como para entenderlos y comenzar a ensayar soluciones.
Y cuando estés en eso, permíteme felicitarte: no habrás necesitado en lo absoluto haber leído este artículo.
Sergio Nouvel es director de Continuum Perú, consultora en Experiencia de Usuario, Service Design e Innovación. Como consultor ha asesorado a empresas y start-ups en Chile, Perú y Estados Unidos. Expositor y columnista internacional, sus artículos han aparecido en medios como Mashable, The Next Web o UX Magazine. Es docente en la PUCP y en la Universidad de Lima.