Regulación fintech en América Latina: todo se trata del balance
¿Podrá el regulador incorporar innovación y competencia a un equilibrio legal que hoy privilegia la estabilidad de la banca principalmente?
Por Juan Pablo Pérez, periodista de marketing en Continuum.
Es un secreto a voces: la regulación financiera en Latinoamérica suele desincentivar la competencia. La excusa: mantener la estabilidad del sistema.
El típico argumento es que la inestabilidad lleva a colapsos sistémicos, mientras que está menos claro quiénes son las víctimas cuando hay una competencia limitada.
Tampoco podemos ignorar que haya posibles capturas regulatorias: los incumbentes se benefician de la estabilidad y casi nada de la competencia. Y no olvidemos que, muchas veces, los reguladores vienen de trabajar con los incumbentes o buscarán pega en ellos en el futuro.
Así, el balance nunca será perfecto, pero el sesgo hacia la estabilidad parece ser consistente en la región.
La irrupción fintech vuelve a poner en el tapete este desafiante dilema: cómo generar un marco legal que no frene la innovación y la competencia, pero que mantenga la estabilidad del sistema.
Para Leo Soto, CEO de Continuum, resulta clave entender qué rol juega la regulación antes de ver cómo la acomodamos.
“Estamos en el mundo financiero y la regulación es parte del paisaje”, planteó Leo en un webinar de América Economía.
Estas barreras de entrada existen por tres razones:
- Conseguir la confianza a nivel individual de las personas.
- Lograr la estabilidad sistémica y
- Alcanzar otros objetivos como, por ejemplo, prevenir el lavado de activos o perseguir el cumplimiento tributario.
“Uno no puede decir ‘démosle libre espacio a las fintech porque la innovación es superbuena’. La innovación es superbuena, pero también estos objetivos que persigue la regulación son cosas que como sociedad buscamos. Entonces, se trata del balance”, profundizó.
México y Colombia se han movido más rápido para encontrar ese balance. En Chile y Perú ese proceso ha sido más lento.
¿Cómo alcanzamos ese balance?
Con la regulación de las tasas de intercambio en el mundo de pagos, la discusión sobre open finance (que implica que los datos son de las personas, no de los bancos ni de las instituciones financieras) y las leyes fintech, el tema es especialmente contingente en Chile y Perú.
Hay dos aspectos clave para que una regulación fintech no se transforme en un freno para el crecimiento y la innovación:
- Proporcionalidad regulatoria: si una fintech tiene un impacto sistémico acotado, sus obligaciones no pueden ser las mismas que las de un banco multinacional. En la región, hay algunas luces al respecto como los sandbox en México y Colombia. Sin embargo, aún falta para alcanzar esta proporcionalidad regulatoria más allá de lo realizado en puntos particulares del mundo fintech como medios de pagos, inversiones o neobancos.
- Posibilidad de evolución: es difícil pensar una regulación de largo plazo, porque en poco tiempo todo puede cambiar en la industria fintech. Por eso, el desafío es armar reglas que puedan evolucionar con los avances del mercado.
Nunca olvidar al usuario
Para Cinthya Álvarez, experta peruana en finanzas digitales, la regulación fintech en el continente se debe enfocar, principalmente, en generar un mayor valor para el usuario.
Es clave que la norma aborde problemas que generan desconfianza hacia las fintech o los servicios financieros digitales: seguridad, tratamiento de datos, cobertura y fraudes.
“Tener un paraguas de ese tipo –no solamente para las fintech, sino para todas las instituciones financieras–, va a generar un incremento tanto de la oferta como de la demanda”, agregó Cinthya.
En su opinión, el hecho de que los peruanos dependan demasiado del efectivo genera espacios para que las fintech atiendan a una población aún no bancarizada.
La influencia de la banca tradicional
En todo esfuerzo por regular, los incumbentes sienten que tienen algo que decir. Y muchas veces su palabra pesa demasiado a la hora de equilibrar la balanza a favor de la estabilidad.
“Hay casos bastante publicitados en los que los bancos –o el ecosistema incumbente– han tratado de detener avances fintech por la vía de los tribunales o intentando poner barreras de entrada”, comentó Leo Soto en el panel online.
Pero no se trata de calificarlos como los villanos de la película.
“Esto responde a los incentivos normales. Cuando uno compite trata de hacerlo con las reglas que hay y, a veces, esas reglas implican poner algunas trabas a la nueva competencia. Es parte del juego del mercado. Aunque uno ve algunas colaboraciones, en la banca latinoamericana ha primado esta mirada de que las fintech son una amenaza”, señaló.
Las fintech, normalmente, parten desde un espacio desafiante o disruptivo. Ellas se alojan en grietas regulatorias donde no está tan claro qué se puede o no hacer.
“El mundo startup o de los emprendedores es un mundo de adaptación. (Operar donde no hay regulación) es una respuesta adaptativa obvia porque, como privado, generalmente puedo hacer todo lo que no me esté prohibido. Entonces, donde no hay una prohibición estricta es un espacio donde las startups han podido florecer”, complementó el CEO de Continuum.
No se trata de regular por regular
Todo marco normativo debe tener objetivos más allá de la estabilidad.
En México y Perú, la inclusión financiera es un tema.
En Chile, en cambio, se habla más de estimular la competencia. La idea es que el dinamismo mejore los servicios o los precios ofrecidos por el sector financiero.
“En el país, tenemos algunos de los bancos con mayores retornos sobre activos, no solamente de la región, sino del mundo. Entonces, puede ser que estén haciendo un trabajo fantástico o que haya poca presión competitiva”, analizó Leo.
Estos objetivos extra pueden compensar la inercia conservadora que caracteriza a los reguladores del continente.
El caso mexicano: pionero con bemoles
México fue uno de los primeros en generar una legislación fintech en Latinoamérica. Su sandbox es analizado con atención desde otras zonas de la región.
Pero no todo ha sido miel sobre hojuelas. De hecho, ya pasaron tres años desde la publicación de la ley y las fintech recién están recibiendo autorizaciones.
“Ha sido un proceso muy lento y burocrático”, relató Luis X. Barrios, miembro del consejo directivo de la Asociación Fintech México en el foro de América Economía.
El también fundador y CEO de la fintech de financiamiento colectivo ArkAngeles profundizó en los problemas del marco normativo.
“Las compañías siguen avanzando, quieren salir y seguir innovando, pero la ley se quedó en una primera o segunda versión, solo con ciertas adecuaciones y mucho trabajo pendiente por delante”, aseguró.
A esto se suma que los bancos tradicionales han tenido mucha influencia frente al regulador para “defender su trinchera”.
“No sé si la palabra banco está registrada o no como propiedad intelectual, pero hay fintech que todavía no terminan de regularse y ya las están multando (por usar esa palabra). Claramente, esto es una semilla del oligopolio bancario presionando, tratando de defenderse por la utilización de un nombre”, ejemplificó.
Sobre las lecciones del sandbox mexicano para Latinoamérica, Luis es cauteloso.
“Por lo que conozco sobre cómo viene la ley en Chile, será igual o similarmente restrictiva, muy paternalista en cuanto a los límites máximos que un individuo puede invertir o una empresa pueda captar, hablando específicamente en el tema de financiamiento colectivo”, dijo.
La ventaja que tienen Chile y Colombia es que pueden entender lo que está pasando en México después de haber replicado, principalmente, el marco legal fintech del Reino Unido.
Para Leo Soto ya se pueden sacar algunas lecciones de la regulación mexicana: “La progresividad o la proporcionalidad en la regulación es lo que nos hace falta y, ahí, México nos pone un tremendo ejemplo: no puede ser que mientras estás postulando a estar regulado te multen, eso es inviable. Por eso, es clave el balance”.