Nunca apuestes contra Estados Unidos
En 1916, plena Gran Guerra en Europa, la Universidad de Columbia -fundada antes de la independencia, en 1754- decidió abrir una escuela de negocios. En ella se han formado miles de profesionales de primer nivel que hoy se desempeñan en los mercados financieros de Wall Street y del mundo entero. Regresemos -les pido- a esos años fundacionales: un profesor llamado Benjamin Graham empezó a dirigir un programa de value investing (inversiones en valor, en español). En sencillo, el value investing implica comprar empresas que están cotizando muy por debajo de su valor fundamental. En estos primeros años, en donde Wall Street aún estaba en auge, el renombre de este tipo de transacciones no fue grande; sin embargo, un alumno de Graham en Columbia lo cambiaría: Warren Buffett, considerado el mejor inversionista de la historia.
Adelantemos ahora el tiempo a mayo de 2020: la pandemia causaba estragos en el mundo y la incertidumbre se había convertido en moneda corriente. De cuando en vez, prendía en casa la televisión para escuchar los discursos del entonces presidente de los Estados Unidos, Donald Trump y -para ser honesta- no recuerdo haber escuchado de él nada relevante. No obstante, una mañana Warren Buffett celebró su junta general de accionistas y se dirigió -no solo a sus inversionistas, sino al país entero-. Buffett, con la voz trajinada, contó algo del comienzo de su vida: la de un muchacho pobre que heredó siempre ropa de sus hermanos mayores y que, junto con su padre, tuvo que enfrentar los achaques de la Gran Depresión. A pesar de todo esto, dijo que él nunca había visto a su país retroceder.
Buffett dijo que los Estados Unidos ocupan el lugar que ocupan en la Economía mundial no por su industria, ni tampoco por su tecnología: para el titán de Wall Street el valor inmenso de su país está en la eterna capacidad de reinventarse… ¡Y vaya que su historia así lo demuestra! “Si algo he aprendido en mi vida, es que nunca se debe apostar en contra de los Estados Unidos”, sentenció. En ese momento, las cosas estuvieron claras para mí: sería en Columbia en donde tendría que estudiar -después de estudiar Economía en la Pacífico-, para aprender de esta larga tradición de inversionistas legendarios. Y así fue como por primera vez oí hablar de Bill Ackman, socio fundador y CEO de Pershing Square, un fondo que maneja 16 billones de dólares. Y es Ackman quien organiza el Pershing Square Challenge.
El Challenge es un concurso en donde 40 grupos integrados por tres personas compiten por dos premios de varias decenas de miles de dólares. Este año, no solo tuve la suerte de llegar a la final con los últimos 5 equipos, sino que -en una gran satisfacción profesional- logré, con mi equipo por supuesto, ganar el segundo lugar. Para mí, que sufrí Matemáticas para Economistas y las amanecidas se acumulaban semanalmente, es un orgullo que mi formación en la Pacífico haya bastado y sobrado para competir con estudiantes de élite. Más todavía: es una gratificación difícil de poner en palabras haber dejado el nombre del Perú en alto. Es que los peruanos sí podemos. Con mucho esfuerzo, disciplina y -sin duda- algo de suerte, el cielo es el límite. Y este pequeño logro personal es, para mí, solo el comienzo.
No quería terminar esta nota sin agradecerle al muy prestigioso Diario Gestión por invitarme a escribir esporádicamente. Haré mi mejor esfuerzo por mantenerlos al tanto de las movidas financieras que ocurren aquí en Nueva York y -quizás- me aventuraré a opinar sobre la realidad financiera y macroeconómica del Perú. Será un gusto compartir mis ideas con ustedes los lectores. Prometo para mi próxima entrega contarles cómo es que mi equipo y yo logramos elegir una empresa y hacer una propuesta de valor que nos permitió ganar. El diablo, les adelanto, está en los detalles. Hay algunos consejos prácticos que creo que le pueden ser útil a todos aquellos que decidan aventurarse en este mundo y que con gusto -y no tanta experiencia- compartiré cada vez que me sea posible. ¡Bienvenidos a mi espacio en Gestión!