Movilidad social: ¿Qué es y por qué es importante?
En el Perú, un niño nacido en una familia de bajos recursos podría demorar hasta cinco generaciones en poder alcanzar un nivel medio de ingresos. Esto de acuerdo al informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE): “¿Un ascensor social descompuesto? Cómo promover la movilidad social“, que resume las principales aristas de la movilidad social y confirma las tendencias y dimensiones de la desigualdad. Y es que hablar de la pobreza es siempre una tarea complicada que implica diferentes conceptos y definiciones; más esto es necesario para poder comprender el panorama actual de la movilidad social.
En la mayoría de los países, desafortunadamente, altos niveles de desigualdad siguen estando presentes y de ello son el origen de las protestas que hemos venido observando en muchos países: pocas oportunidades laborales, brechas salariales, falta de educación e incluso barreras de género. Todos estos factores condicionan la movilidad social, concepto al que me referiré en esta ocasión y que sirve como un termómetro de la igualdad de oportunidades que las personas tienen en una sociedad para alcanzar una buena calidad de vida.
Entonces, ¿qué es la movilidad social? En resumen, es la capacidad que tienen las personas, y las familias, dentro de un contexto político, social y económico, para pasar de un nivel socioeconómico a otro con diferentes condiciones económicas; es decir, cuando alguien puede cambiar su situación en relación a la del hogar en que nació, ya sea de manera intergeneracional, cuando se observa el desplazamiento socioeconómico de una familia de generación en generación; o intrageneracional, cuando dicho movimiento se da desde una perspectiva más personal, analizando los cambios a lo largo de la vida de una mismo individuo.
Esta medición es fundamental dado que permite analizar el fenómeno de desigualdad desde una mejor perspectiva. Por ejemplo, si existen dos países con altos niveles de desigualdad, pero uno de ellos está notablemente más avanzado en materia de movilidad social, pues querrá decir que habrá un mayor nivel de satisfacción con las políticas públicas y consecuentemente de estabilidad política y social, con un efecto favorable en los niveles de crecimiento de largo plazo.
Pero incluso más allá de eso, un país de alta movilidad social es una sociedad en que las personas tienen la posibilidad de ver recompensado su esfuerzo con un progreso significativo en sus condiciones de vida, para sí mismo, pero también con miras en lo que sus hijos o nietos pueden ser. Este es un ambiente en el que seguramente existirán mayores incentivos para hacer inversiones de mediano y largo plazo, como la educación, y en el cual el problema de desigualdad se empieza de hecho, a solucionar de fondo.
Tal vez por razones lingüísticas o culturales, es natural que los pueblos luchen contra “la desigualdad”, y que los políticos orienten con ese norte sus campañas. De hecho, hasta las discusiones de los economistas teóricos más comentados, como el muy conocido libro de Thomas Piketty, se centran en la “desigualdad del ingreso o la riqueza”. Sin duda todo esto se fundamenta en situaciones reales que se revelan con el conocido indicador de Gini, utilizado para medir la desigualdad en los ingresos dentro de un país. No obstante, parecería que dentro de la agenda de la calle y en el sentir popular, el problema de la “movilidad social” esta sub-representado. Por la importancia del asunto, esa expresión podría utilizarse con igual o mayor frecuencia con la que se refiere a la desigualdad. Por eso es importante destacar los avances en la materia.
Según la OCDE, desde mediados de los años cincuenta hasta finales de los setentas, la movilidad social afectó positivamente a muchos jóvenes nacidos en familias de pocos recursos. Sin embargo, a finales de los setentas se empezó a notar un estancamiento en la posibilidad de desplazamientos sociales. Perú fue un claro ejemplo.
Entre los distintos factores que explican ese estancamiento se encuentran, por ejemplo, el acceso al crédito y la inclusión financiera. Sabemos que el 51% de ciudadanos aún hoy no posee acceso libre al crédito, según el reporte del 2017 de Bancarización y Morosidad del buró de créditos Equifax Perú. Si bien en los últimos años se ha producido una descentralización geográfica de los servicios financieros en el país, más de la mitad de la población aún no tiene posibilidades de acceder a servicios crediticios. Lo que dificulta el desarrollo pleno de la inclusión financiera.
Según el informe de 2018 sobre Movilidad Intergeneracional Educativa y Económica, del Banco Mundial; en países como el Perú y Sudáfrica, un niño nacido en una familia de nivel socioeconómico alto, tiene la posibilidad de ganar hasta 70% más que otro niño nacido en una familia de nivel socioeconómico bajo. Y esta brecha alcanza cifras de hasta 90% en países con Panamá y Marruecos, o hasta más del 100% en Colombia y Guatemala. Estos datos suelen estar acompañados de porcentajes de acceso juvenil a la educación.
Por ello, para que la movilidad social siga afectando de manera positiva a la población, es necesario desarrollar políticas públicas que contribuyan a mejorar las oportunidades para todos los ciudadanos, sumar esfuerzos en el desarrollo de la institucionalidad y seguir trabajando, desde el ámbito privado, para promover la inclusión financiera.
Se han dado pasos importantes con el lanzamiento en el Perú de aplicaciones de pago, billeteras electrónicas, pagos con QR y más recientemente la anunciada posibilidad de usar las tarjetas de crédito o débito en un mismo POS sin necesidad de tener uno para cada marca. Ahora toca hacer un esfuerzo mayor para pasar de la informalidad a ser parte del sistema financiero para poder crecer de manera ordenada y prometedora, tanto individualmente como a nivel de sociedad.