Bancarización, juventud, cultura de ahorro y educación financiera.
El concepto de smart ID o identificación inteligente es uno que ya se ha popularizado por el mundo. Esta idea hace referencia a una tarjeta de identificación (como el DNI o el brevete en el Perú) que a su vez sirve como carné para el metro, pase de la biblioteca o incluso como tarjeta de crédito o débito. En diversas naciones, es común que a los estudiantes universitarios, por ejemplo, se les otorgue un carné de identificación que a su vez sirve como tarjeta de débito. De esta manera, se promueve efectivamente la bancarización de las generaciones más jóvenes y las instituciones universitarias colaboran a promover una cultura de ahorro a futuro.
En el análisis de este tipo de iniciativas, es necesario considerar los beneficios sociales que generará un menor uso del efectivo. En el Perú la oportunidad es enorme, porque según se anunció en el CADE Digital 2020, de acuerdo con un estudio realizado por IPAE en colaboración con E&Y, el país estaba en el 8vo lugar de 9 en el ranking de digitalización en la región. Por otra parte IPSOS señala que a junio de 2020 solo el 51% de los peruanos están bancarizados y estos se concentran en las zonas urbanas. Por lo tanto todavía hay una brecha importante ya que todavía un 27% de la población, según el mismo estudio, es ajeno al mundo digital. La informalidad está aún muy presente en el sector comercial y el uso del efectivo sigue generalizado.
Es importante hacer una profundización en lo que significaría seguir con este plan de ampliación de la frontera digital. En primer lugar, se tendría que analizar el factor de la educación financiera. Campañas masivas de educación en temas de banca y gestión financiera tendrían que ser llevadas a cabo para grandes y pequeños, buscando que la población en general pueda adaptarse a un entorno que forzadamente se vuelve cada vez más bancarizado y corre firme sobre rieles electrónicos (y a mayor velocidad). Incluso, quizás, convendría volver los temas de finanzas personales un tópico obligatorio en las mallas curriculares de educación secundaria en los colegios del país.
En segundo lugar, vemos la formalización como algo latente. Según Reuters, antes de la pandemia, 73 de cada 100 trabajadores eran informales. Y, para fines del tercer trimestre del 2020, tres de cada cuatro trabajadores aún se encontraban fuera del marco normativo laboral, alcanzando esta situación al 75.2% de los trabajadores peruanos. A nivel nacional, el empleo formal solo abarca el 24.8% de la población y solo dos de cada diez empleados presentan beneficios laborales básicos. Además, si bien en el área urbana hay un 31% de formalidad laboral, cuando nos movemos al ámbito rural, solo el 3.8% de trabajadores forman parte de este grupo. De esta forma, entre los más afectados se encuentran las personas de entre 25 y 44 que no cuentan con educación superior o escolar completa. Así, ellos llegan a alcanzar un total de aproximadamente siete millones y medio de peruanos que no laboran en condición de formales, lo cual dificultaría, de por sí, avanzar en el proceso de bancarización de no hacer cosas extraordinarias en adelante.
Avanzando al tercer lugar, es importante entender que políticas y planes de bancarización generalizados, que promuevan el ahorro, principalmente en los jóvenes, son necesarios en el país. Y es que, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Demanda de Servicios Financieros y Nivel de Cultura Financiera en el Perú del 2019, solo el 49 % de los jóvenes entre 18 y 24 años ahorra, en comparación con 70% de las personas mayores a esta edad. De esta forma, una iniciativa que promueva no solo la inserción al sistema financiero, sino el ahorro en los jóvenes podría ser especialmente relevante en esta coyuntura. La receta para avanzar significativamente está integrada por la promoción de la competencia, el apalancamiento de nuevas tecnologías, y el aprovechamiento de espacios educativos, sociales, culturales o deportivos en los cuales se encuentra nuestra juventud. Las alianzas entre instituciones tradicionales del sector financiero, nuevos modelos de plataformas tecnologías, el gobierno y el sector educativo, pueden encontrar oportunidades.
Ya hay en el Perú importantes iniciativas que están impulsando el mayor uso de herramientas digitales a través de los aplicativos de bancos, cajas de ahorro y billeteras electrónicas. Este factor comienza a instalarse en la vida cotidiana, sobre todo de los jóvenes urbanos, así como en otros no tan jóvenes que han sabido adaptarse rápidamente a las facilidades que ofrece la tecnología actualmente.
Sin embargo, este esfuerzo no es suficiente y esta falta de digitalización y bancarización de los ciudadanos en muchas partes del país presenta un gran desafío para el Estado y la sociedad, por ejemplo para acelerar o facilitar el acceso a los bonos solidarios con motivo de la pandemia.
Algo que podríamos hacer desde nuestras posiciones individuales es estimular en nuestro entorno el uso de opciones digitales y ayudar a que cada persona que hasta ahora “no se haya conectado” pueda acceder con la confianza de conocer nuestra experiencia con estas facilidades de la vida moderna.
Muchas veces nos preguntamos ¿qué podemos hacer para contribuir al desarrollo de nuestros países? He aquí una opción de participación activa en el crecimiento y desarrollo del país, a través de acciones simples: ayudemos a aumentar la inclusión financiera compartiendo ejemplos simples que podrán tener un gran impacto en los nuevos usuarios del sistema electrónico, reduciéndoles costos, tiempos, riesgos y sobre todo abriéndoles el acceso a un mundo infinito de oportunidades en la red. Todos podemos apoyar la inclusión financiera y contribuir a cambiar la vida de mucha gente.