Acercar y educar: la importancia de un sistema financiero verdaderamente inclusivo para microcomerciantes
Se habla de la microempresa como aquella que tiene entre 1 y 10 trabajadores en planilla y un valor en ventas no superior 150 UIT (S/ 660, 000). Naturalmente, muchas de ellas actúan en la informalidad e incluso son iniciativas económicas “de subsistencia” que nacen como una opción de autoempleo, y que desde el punto de vista macro, terminan absorbiendo esa sobre oferta de trabajo, normalmente no calificado, que el sector formal no tiene la capacidad de utilizar. Por esa razón, es tan importante mantenerlas en el radar desde el punto de vista de la política social, y evaluar estrategias para apoyarlas.
Los microcomerciantes en particular, es decir aquellas microempresas dedicadas al comercio, constituyen un segmento muy importante, porque es un tipo de negocio al que muchas personas y familias pueden acudir fácilmente. Ellos han estado además en la primera línea de la economía, especialmente en esta época de pandemia.
Es usual que los microcomerciantes no tengan mayor conocimiento sobre las formas en que pueden acceder a créditos, e incluso la manera en que cierto capital puede facilitar el crecimiento de su negocio y el aumento de su rentabilidad. En el día a día, se confunden los dos bolsillos, el del presupuesto de vida diario, y el de la empresa. Se financia el inventario con la plata de la familia, pero también se saca lo del mercado con los ingresos diarios.
No es sorpresivo pues, que los microcomerciantes no la tengan fácil al momento de acercarse al sistema financiero, y no encuentren productos y/o servicios diseñados y comunicados para ellos y para la atención de sus necesidades. Normalmente tienen que acudir a alternativas en el mercado informal para obtener créditos a costos altos y condiciones muy desfavorables siendo este uno de los grandes problemas de muchos países como el Perú.
Allí radica la importancia de que tanto los organismos del sector público, como los del sector privado, puedan concretar planes y desarrollar oportunidades para los microcomerciantes. La Superintendencia de Banca y Seguros (SBS) define la inclusión financiera como “el acceso y uso de los servicios financieros de calidad por parte de todos los segmentos de la población”, y en la experiencia peruana, la misma SBS señala que se comprenden las dimensiones de acceso, uso y calidad. Es urgente pues, entender cómo se traduce la inclusión financiera para ellos, y un inicio es considerar tres ejes relevantes:
1. Accesibilidad del sistema: como sabemos la pandemia ha generado un mayor acercamiento hacia los pagos digitales y al uso de los servicios financieros, logrando que más personas del país accedan al sistema, que algunas veces por distancia o conectividad, no se había dado. Ese acelerado acercamiento debe servir para aprovechar las experiencias y continuar brindando accesos digitales desde todos los jugadores del sistema hacia los microcomerciantes. Ejemplo: asegurar la conectividad en la regiones y sectores rurales.
2.Educar para el uso: en una edición reciente del blog comenté que la educación financiera desde la niñez es fundamental. Esta idea es totalmente válida también para los microcomerciantes. Si no trabajamos en educar financieramente y de manera permanente al usuario, no podremos ensanchar la base y aumentar la productividad de un sector tan importante para el desarrollo del país y de muchas familias. Ejemplo: capacitación en contabilidad y manejo de flujo de caja, condiciones para acceso a créditos.
3. Calidad para el usuario: en diversos sectores se habla de la experiencia de usuario, y deberíamos hacer ese análisis desde el punto de vista del microcomerciante en su relación con el sistema financiero, pues es allí donde está la clave para entender al emprendedor, entender su negocio y sus necesidades. Es esta una condición imprescindible: encontrar realmente las claves del sistema que le son de utilidad, y trabajar que se conecten con las necesidades de cada negocio. Ejemplo: aceptación de medios de pago en ambiente no presente.
Finalmente, cabe señalar que la digitalización por la pandemia definitivamente ha dejado varios acercamientos de los comerciantes al sistema y es relevante que podamos evaluar lo que sucedió y todas las aristas encontradas en este forzoso e inesperado desarrollo. Las cuarentenas, la modificación de protocolos y la llamada nueva normalidad han iniciado una inconsciente construcción de un ecosistema digital más dinámico; hemos debido romper paradigmas y aventarnos en nuevos desafíos para cuidar, recuperar o conseguir clientes, plantar nuevos emprendimientos o recuperar los que teníamos.
Ya empiezan a haber señales de recuperación económica, y muchos países han reabierto sus actividades o lo van haciendo cada vez con mayor alcance. No perdamos de vista a los microempresarios y pequeños emprendedores. Lo vivido debe servir para identificar aprendizajes y generar los cambios necesarios para avanzar hacia una verdadera inclusión en el sistema financiero y acercarnos cada vez más a un mundo más solidario y con más oportunidades para todos.