Hacerse más grande que los desafíos
Profesor IESE Business School. Vicepresidente del Instituto de Gobernanza y Sociedad. Vicecanciller de la “International Academy of Management”
Director Ejecutivo de Programas de Alta Dirección PAD. Director de AMROP Perú. Seleccionado como una de las 10 voces más influyentes de América Latina en el 2020 por LinkedIn
Hacerse mayor que los desafíos es una tarea titánica cuando los tiempos se vuelven complejos. Aunque sea una tarea dura, sigue siendo posible y la mejor alternativa para quienes aspiren a protagonizar una vida feliz y fructífera.
La tarea de hacerse mayor que los desafíos requiere activar la inventiva, la iniciativa y el ingenio, un trío de recursos interiores de extraordinaria importancia. ¿Cómo se activan?, dar respuesta a esta pregunta es el propósito de este artículo. Pero antes queremos introducir una distinción de la mano de Simon Sinek: la diferencia entre las batallas (múltiples) y la “guerra” (una) que se libran en la vida de cada uno de nosotros.
En la vida coexisten múltiples batallas, que son finitas, y una “guerra”, que es infinita, ya que se prolonga más allá de la existencia terrena. Todos morimos dos veces. La primera, la muerte física. La segunda, la muerte espiritual que ocurre cuando se extingue nuestro recuerdo; cuando somos olvidados. Esas dos “vidas” confieren un carácter infinito a lo que hemos llamado “guerra”.
Los juegos finitos (las batallas) se libran contra jugadores conocidos. Tienen reglas fijas. Y hay un objetivo acordado que, cuando se logra, pone fin al juego. Por ejemplo, hacerse rico o llegar a ser famoso es un juego finito. En los juegos finitos siempre hay un principio, una parte intermedia y un fin.
En cambio, los juegos infinitos (la guerra) son partidas contra jugadores muchas veces desconocidos, y sin reglas exactas o acordadas; y con horizontes de tiempo más prolongados. Como no hay una línea de llegada, no hay un fin práctico del juego, este tipo de juego no se puede “ganar”. En el juego infinito, el objetivo principal es sobrevivir en las mejores condiciones, es decir, instalarse en la mejor versión personal el mayor tiempo posible, con el fin de ganar las batallas finitas claves.
Lo inteligente es poner el foco en la guerra, aunque ello implique perder alguna batalla. Paradójicamente, el empeño por ganar algunas batallas puede hacer que se pierda la guerra. Esas batallas suelen estar ligadas a las gratificaciones de corto plazo. Por ejemplo, se puede ganar la batalla de “divertirse” y perder la guerra ligada a la persona en la cual te conviertes. “Ganar” la guerra conlleva elegir qué batallas es crucial ganar.
Las coordenadas de la mejor versión personal son el hambre de superación y de contribución. Esa hambre es el que activa el ingenio, la inventiva y la iniciativa; y posibilita ganar las batallas importantes. Estas coordenadas permiten disfrutar de la felicidad, no tanto por las circunstancias externas sino por la persona en la que uno se convierte.
El “hambre” se alimenta de un “combustible” que es un estado emocional positivo, que a la vez nace de unas creencias interpretativas de la realidad que si son poderosas se conocen con el nombre de sabiduría.
La creencia que hace posible la mejor versión personal es la sabiduría, ya que es un conocimiento que da sabor a la vida. Conocimiento al que la sociedad no siempre concede la importancia que se merece. Con perspicacia el gran novelista ruso, y eterno candidato al nobel de literatura y de la paz, Leo Tolstoy, advertía: “Hay muchos tipos de conocimiento, pero el más importante es sobre cómo hay que vivir, y éste, casi siempre, se menosprecia.”
Forjar una vida feliz y de provecho no es tarea trivial en tiempos convulsos. Son muchas y complejas las batallas que se han de ganar. Para que pueda llegar a ser un proyecto viable se necesitan herramientas mentales que fomenten una dinámica que conduzca a la mejor versión personal.
Algunas de las herramientas que pueden ser útiles para este fin son las siguientes:
- 1. GESTIONAR LAS EXPECTATIVAS
El estado anímico es un gran despertador, el combustible de los recursos interiores. Emociones positivas de intensidad media predisponen al aprendizaje, al servicio y, entre otras cosas, al optimismo. Las negativas, en cambio, al bloqueo, victimismo o agresividad.
Ese estado anímico es producto, en gran parte, de la sintonía entre las percepciones que se hacen de la realidad y las expectativas con las que se opera. Ambos términos han de gestionarse ya que la hegemonía de las percepciones sobre las expectativas genera emociones positivas, y la de las expectativas sobre las percepciones emociones negativas.
Las expectativas, por tanto, ejercen una gran influencia sobre nuestra felicidad. Operar con unas expectativas sensatas y realistas favorece las emociones positivas. Para ello es conveniente tener un propósito, un deseo de ser útil que permita dar sentido a las dificultades y amar lo que se hace.
Rolf Dobelli, el autor de “El arte de pensar claramente” (2011) aporta una distinción y un consejo interesante. La distinción: la diferencia entre necesidades (lo tengo que hacer), deseos (lo quiero tener) y expectativas (espero tenerlo). El consejo: no convertir los deseos y expectativas en necesidades. La presión “consumista” apunta justo en dirección contraria.
Si los deseos y expectativas se convierten en necesidades el resultado previsible será una mezcla de frustración y negatividad. Justo lo que impide lograr esa mejor versión personal y por tanto la victoria en la “guerra” .
Gestionar las expectativas conlleva no caer en una de las “típicas” trampas de nuestro cerebro: reclamar, inconscientemente, el “necesitar” un 40% más de lo que se tiene. Una vez más si se cae en esa trampa las consecuencias no serán positivas.
Gestionar las expectativas es admitir que las cosas no siempre han de ser de la manera que nos gustaría que fueran, o de acuerdo con unas ideas preconcebidas con las que operamos y en cuyo origen suele primar más la emocionalidad que la racionalidad.
La falta de alineamiento entre percepciones y expectativas genera un sufrimiento que se puede evitar mirando la realidad con ojos “nuevos” y modificando “la historia que uno se cuenta” sobre cómo debería ser el mundo. Ese relato es el que está detrás de las expectativas.
- 2. GESTIONAR EL FOCO DE LA MENTE
El foco donde se pone la mente es una de las tres decisiones que determinan una buena parte de la persona en la que nos convertimos. Las otras dos son la interpretación que se elige dar a los acontecimientos y lo que se decide hacer.
Para gestionar el foco proponemos algunos consejos: mejor poner el foco en lo que se tiene, y no en lo que no se tiene; mejor en el presente y no en el pasado; mejor en lo que se controla y no en lo que no se controla; mejor poner el foco en lo que uno ha de hacer, y no en lo que otros han de hacer.
Los sucesos positivos o negativos tienen un impacto nulo, leve o grande en el hambre de superación y de contribución. Todo depende del foco. Sobre todo, aquello que se ponga foco se le proporciona energía y por tanto crece. Sean problemas o dichas.
Una última recomendación para gestionar el foco de la mente: más del 90% de las noticias, artículos, publicidad, posts o tuits, no tienen ninguna relevancia para ganar la “guerra” de la vida. Por esta razón nuestro consejo es limitar la atención que se presta a los medios de comunicación “consumistas”: las noticias, Instagram, Twitter, WhatsApp y similares. Mejor un buen libro (o video) y una buena conversación que la pantalla del móvil.
- 3. PREVENIR ES MEJOR QUE CURAR
La mejor versión personal conlleva “infinidad” de pulsos entre la gratificación de corto plazo y la de largo plazo. No siempre se correlacionan estas gratificaciones; es más, en muchas ocasiones tienen una correlación negativa. Algunas gratificaciones de corto plazo tienen un efecto de expulsión de la felicidad futura. Por ejemplo, ser rico sin trabajar, buscar el placer sin conciencia, usar el conocimiento o el comercio sin ética, utilizar el poder sin principios, etc. Todo esto gratifica a corto, pero suele acabar mal.
El cerebro racional, bien utilizado, debería ser el guardián de la felicidad futura. ¿Cómo? Anticipando las consecuencias de las decisiones, aprendiendo de los errores pasados, imitando las buenas prácticas, incorporando la “sabiduría” acumulada a lo largo de los siglos, etc.
¿Por qué raramente se utiliza el cerebro racional para dicho fin? La culpa de la descarada tendencia a autosabotear la felicidad futura es la fuerza “instintiva” de las gratificaciones de corto plazo, incluso de aquellas que tienen una correlación negativa con la felicidad futura.
En el libro “Think fast and slow”, del Premio Nobel de Economía Daniel Kahneman, se recuerda que la mayoría de los problemas son más fáciles de evitar que de resolver. Lo mejor es prevenir y anticipar las consecuencias de las decisiones. Y con ello apostar por una mejor versión personal sostenible en el tiempo.
Es indudable que la suerte juega un papel en la vida y que no todo se puede prever. Pero hay dos suertes. La primera es aleatoria; la segunda es la que atraemos hacia nosotros cuando se hacen las cosas bien. Esta segunda es la llamada “buena suerte”.
Miguel Angel Ariño, profesor del IESE, recomienda dos enfoques para anticipar los problemas: el análisis “pre mortem” y el “post mortem”. En el primero se analiza las razones por las que la iniciativa puede fracasar. ¿Por qué puede no funcionar? Esto obliga a anticipar el riesgo. En el análisis “post mortem” hay que sacar a relucir el pensamiento y la investigación típica de una “caja negra” ¿Por qué salió mal el proyecto?
Para entender mejor la importancia de la anticipación proponemos un ejemplo citado por el autor Rolf Dobelli. Se trata de una elección entre dos películas. En la A, un barco choca con un iceberg y se hunde. De manera ejemplar, el capitán salva a todos los pasajeros de morir y abandona el barco al final. En la B, el capitán circunnavega el iceberg con una considerable distancia. ¿Qué película verías en el cine? La A. Pero ¿qué situación preferirías siendo pasajero del buque? La B. ¿Qué pasaría después? El capitán A será invitado a la tele, entrevistas y se convertirá en una celebridad. El capitán B, seguirá esquivando obstáculos en el mar muchos años más hasta jubilarse y sin ninguna notoriedad.
Aunque B haya demostrado ser el mejor capitán es A quien recibe las recompensas “sociales”. Esto es una disfuncionalidad de la sociedad que “castiga” en términos relativos las conductas funcionales, ya que la mayor parte de los éxitos cosechados por la prevención son invisibles y por tanto no reciben refuerzos positivos que los reafirmen.
Para ganar el juego infinito hay que ser un capitán tipo B, un héroe invisible, un inversor en gratificación futura. “Ganar” la guerra conlleva la épica de hacer de manera extraordinaria las cosas ordinarias.
- INVERTIR EN EL TALENTO PERSONAL
El activo más valioso para hacer frente a los desafíos de los tiempos convulsos es el talento personal que se acumule. El talento siempre vence. El talento incluye no solo conocimientos y habilidades sino sobre todo actitudes y sistemas de creencias. Mejorarlo es una inversión de futuro. Aunque no hay mejora del talento sin dolor.
El talento ha de configurarse en forma de una T. Con una dimensión vertical que permita ser un experto en algunas materias y una dimensión horizontal que genere un pensamiento humanista capaz de conectar e integrar diversos saberes.
Dominar una materia requiere, en opinión de algunos estudiosos, unos 10.000 días de dedicación completa. ¿La recompensa por ese esfuerzo? Un talento capaz de aportar soluciones diferenciales y resolver problemas complejos con rapidez.
La mejor versión personal se sustenta en buenas decisiones: el foco, la interpretación y lo que se hace. Una de las decisiones importantes es la dimensión vertical del talento. Decidir pronto en qué se quiere ser experto permite crear una retroalimentación entre maestría, disfrute con el trabajo y reconocimiento exterior.
En un mundo digitalizado el reconocimiento exterior puede llegar a ser global. Complementar la dimensión vertical con un buen talento horizontal asegura la victoria en las batallas más importantes de la vida.
ÚLTIMAS REFLEXIONES
Forjar una vida feliz y de provecho, dijimos, no es una tarea fácil. Es la guerra que hay que “ganar. Esperamos que las herramientas aportadas permitan que dicho proyecto llegue a ser posible.
La mayor parte de nuestra vida la vivimos dentro de nuestra mente. Por eso vemos las cosas no tanto como son, sino más bien como somos nosotros. Hacer de la mente un lugar agradable para vivir es un requisito para ganar la guerra, el juego infinito, en nuestra vida.
La memoria y la imaginación pueden llegar a ser nuestros mejores aliados para ganar la guerra si las utilizamos para aprender y prever. El papel más noble de nuestro talento es promover, y hacerse guardián, de la felicidad futura.
Felicidad que al vivir interconectados viene también condicionada por el buen funcionamiento de los ecosistemas que habitamos. El talento, por tanto, ha de ponerse al servicio de los demás y de la mejora de las relaciones entre unos y otros.
No hemos de olvidar que somos libres para decidir, pero no de elegir las consecuencias de nuestras decisiones.