A 2 años del COVID: ¿Hemos aprendido algo?
Un día como hoy hace dos años nos mandaron a cuarentena. La vida nos cambió el libreto drásticamente y se rió de nuestros planes. Nos mostró que somos vulnerables, que solos nunca llegaremos a nada. Mis refugios frente al COVID fueron mi familia, la música, los libros, el mar, el trabajo, el deporte, la soledad y Dios. Recuerdo los días vividos y como se entrecruzaron con facilidad la esperanza y la perdida, el dolor y la alegría, el desconsuelo y la paz, la calma y la intranquilidad: dos caras de una misma moneda llamada vida. Son justamente esas situaciones vividas al límite las que nos desafiaron a sacar a relucir nuestra mejor versión.
Si de algo nos contagiamos todos, fue de miedo, que en su lado más amable nos mostró una cuota de prudencia pero en el anverso bloqueó nuestras iniciativas y nos hizo ver las cosas peor de lo que eran. Algunos fueron capaces de neutralizarlo con una cuota de coraje.
Tuvimos también situaciones de altísimo estrés. Leí que más del 80% de adultos en el mundo habían o están pasando por síntomas de depresión y ansiedad nunca antes vividos. ¿Y curiosamente qué tiempos eligen ambas para malograrnos la existencia? El pasado y el futuro.
Algunos vivimos instalados en el pasado, en el recuerdo, lamentándonos y cuestionando el porqué, sin darnos cuenta que solo sirve de estímulo para que aparezcan la depresión, la culpa y el resentimiento. Solo aprovechamos el pasado cuando lo convertimos en una fuente de aprendizaje. Hacia adelante se vive, hacia atrás se entiende.
Otros, nos obsesionamos con el futuro, allí donde habita la ansiedad. Buscamos seguridad y encontramos ambiguedad. Nuestro futuro tiene que ver con lo que no sabemos. Incertidumbre en su máxima expresión que debemos aprender cuanto antes a digerir y gestionar. Ya nada es previsible. Hace dos meses, postergué un viaje con 80 directivos (y sus familias) del PAD al IESE, fina cortesía del Omicrón. Aunque por algo pasan las cosas, hoy somos 90.
¿Dónde encontramos la paz? En el presente. La única forma de asomarnos al futuro es teniendo la atención en el hoy. Viajando al pasado para aprender de sus enseñanzas y al futuro para predecir y anticipar posibles escenarios, pero luego volviendo al hoy, aquí y ahora. No hay mejor base para soñar el futuro que el presente. Como dijo Séneca: “Para ser felices se necesita eliminar dos cosas: el recuerdo de un mal pasado y el temor de un mal futuro”.
Y la pregunta del millón, ¿Hemos aprendido algo? Si! Que es una magnífica oportunidad para crecer por dentro. Que todo pasa, porque acá en la tierra, nada es para siempre. Que las cosas sólo van y vienen incluido cualquier sentimiento de tristeza: también se irá: triste hoy, alegre mañana. Genéticamente soy optimista pero además cada día elijo serlo, sin que ello implique que esté divorciado de la realidad. Y es que el optimismo no es esconder la realidad sino enfrentarse a ella con esperanza e ilusión.
Tal Ben Shahar, ex Profesor de Harvard, decía que el 90% de las cosas que te preocupan, no pasan. A mis amigos que estos dos años han sufrido mucho, ojalá vean pronto el amanecer tras esta larga noche. Hay personas inolvidables, y no hay cura para eso, lo sé. Pero hay que seguir adelante, ahogar la tristeza en esperanza, por ustedes mismos y por sus familias.
¿Y ahora qué? A seguir caminando. Hacer lo que nos toca hacer, pero bien hecho, sin excusas y con confianza. Solo allí, ya podremos decirle a Dios, hazte cargo. Las cosas fluirán hacia donde tengan que fluir, son las reglas de la vida, y no podemos ir contra corriente, sino más bien abandonarnos al curso natural y re aprender a vivir en este “new normal” y no tratar de que la vida se adecúe al nuestro. Hay. Siempre hay opciones de una vida mejor. Vamos por ellas!