Lara Webb: "Mi cuerpo sentía la necesidad de moverse"
Lara Webb descubrió que el movimiento y la danza sirven de verdadera terapia personal. Fue explorando su cuerpo y estudiando sus movimientos para encontrar una respuesta a estar ganas de moverse que permanecían en ella desde que era chica. Luego de trabajar en instituciones como MATE o el IFC, Lara sigue maniobrando sus horarios para perfeccionar su técnica. ¡Lea!
¿Cómo entró al mundo de la danza?
Lo primero que conocí fue terapia de artes expresivas en TAE Perú donde crean terapias individuales y grupales para sanar a las personas e iluminar tensiones que pudiera tener. De hecho a veces el psicoanálisis es lo más común, pero vía terapias de arte salen cosas inconscientes también. Los terapeutas acompañan a la persona en ese camino en el que se expresa.
¿Es que todos somos artistas?
De manera tradicional el arte parece reservado solo a los que se dedican a ser artistas. Lamentablemente esto corta el flujo creativo del resto de personas que tienen una capacidad creativa inmensa. Todos podemos crear, todos somos artistas.
¿Qué impacto ha tenido conocer estas terapias en su vida?
Siempre he tenido una energía que busca moverse. Desde pequeña he tomado clases de baile pero también he tenido siempre el otro lado de la cabeza que se desarrolla bien académicamente. En mi desarrollo universitario pasaba muchas horas sentada estudiando, pero mi cuerpo sentía la necesidad de moverse.
¿Cómo identificaba esa necesidad?
Quería conocer mis músculos, activar funciones y entender patrones de movimiento que llevaba dentro pero que no exploraba por mis rutinas diarias.
¿Qué le hizo volver a la danza formalmente?
Al salir de la universidad no me sentía tan a gusto con las opciones obvias de ir a trabajar en una empresa, entonces empecé a retomar mis cursos de danza.
¿En qué momento cambió todo?
Fue cuando estaba trabajando en el MATE que entré a clases de Preparación Física para la Danza. Yo hace tiempo que no movía un dedo pero quería bailar danza contemporánea. Estas clases fueron perfectas en ese entonces porque hacia entrenamientos de flexibilidad y fuerza para predisponer mi cuerpo a poder bailar. Aprendí muchos conceptos ahí durante 6 meses y fue después que entré a danza contemporánea y ballet propiamente.
¿Qué pasó?
Nada. Me di cuenta que era feliz. ¡Era totalmente feliz!
Montaba bicicleta por El Olivar para ir a la clase y también ahí entendía que al elegir estar en movimiento realmente me renovaba y veía mis problemas desde otro enfoque. Descubrí un mundo que estaba ahí pero que no estaba viendo.
¿Pasó por este proceso sola?
Sola. De hecho jalé a varias amigas por momentos pero luego siempre quedaba yo sola.
¿Cuál fue el siguiente paso?
Cuando ya estaba trabajando por proyectos en el IFC, decidí usar todos mis ahorros y apliqué a un curso de tres meses en Nueva York. El tiempo pasó volando y me quedé seis meses allá, de verano ya invierno.
¿Qué aprendió en ese viaje principalmente?
Logré desarrollar técnica en danza porque bailaba pero no sabía controlarlo bien.
¿Qué planea con todo lo aprendido?
Compartirlo. A mi me ha servido de terapia tanto para encontrarme como para sanar cosas que me estaban molestando. Me interesa crear algún emprendimiento social para fortalecer la confianza de la mujer a través del movimiento y la expresión.
¿Le gustaría vivir fuera de Lima de nuevo?
Sí, me gustaría ir a Australia a seguir estudiando. Siento que el estilo de vida de allá va mucho conmigo porque hay toda una tendencia de vivir sano y bien en el momento. Hay cosas que siento que me atraen a Lima como mis dos gatas y el mar porque corro tabla. De hecho vivir en Lima es un lujo si te gusta correr tabla.
¿Su familia entiende sus desiciones?
Me apoyan 100%. Siento que estarían más felices si estuviera en una planilla corporativa a futuro pero valoran mucho lo que hago. Estoy agradecida por la educación y los viajes que hice, todo eso me hace pensar que las cosas son posibles y de lo único que dudo es de mi misma. De todos modos pienso, “si esa es la única duda, entonces adelante”.