L'Omerta
L’omertá es el código de silencio siciliano que rige el comportamiento de la mafia y sus aliados y que les obliga a no decir nada respecto de los actos de la mafia en todo tipo de circunstancia y por siempre. No cabe duda que l’omerta es una gran arma de la mafia pues, por lealtad o miedo de represalias, no hay testigos ni colaboradores que faciliten el cumplimiento de la ley.
La violencia contra la mujer en todas sus formas, desde los feminicidios hasta el acoso sexual laboral, también se benefician del silencio. Si bien la violencia contra la mujer, no es típicamente un delito organizado con una estructura criminal detrás, comparte con la mafia ser un cáncer social que se ampara en una cultura específica, en este caso el machismo.
Cuando hablamos de violencia contra la mujer tendemos a centrar la atención en lo más grave: cerca de 100 feminicidios por año – según Defensoría ha habido una disminución este año- o más de 3000 desapariciones -aquí habría un aumento de 7% respecto de 2021. Cuando leemos estas cifras tendemos a ver que el perpetrador es un “otro” muy distante y distinto de nosotros y nosotras. Aunque terrible, sentimos que la probabilidad de conocer personalmente al agresor o su víctima es remota y, por tanto, la noticia no nos interpela.
La cosa debería ser un diferente cuando leemos que 1 de cada 3 mujeres ha sufrido violencia física o que 1 de cada 5 mujeres ha sufrido acoso sexual laboral. Ante estos niveles de prevalencia deberíamos entender que personas muy cercanas a nosotros están siendo tanto víctimas como perpetradores; deberíamos entender que los perpetrados pueden ser nuestros hermanos o amigos. En el caso de l’omertá se habla de dos tipos de silencio: el silencio del que calla sabiendo y el silencio masivo de los que no quieren saber.
Como el 25 de noviembre es el día para la eliminación de la violencia contra la mujer a lo largo de todo este siglo cada noviembre se ha visibilizado el tema y, desde noviembre de 2015, el Perú tiene una ley para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer a través de un sistema, mecanismos, políticas comités, etc. cuyos resultados son imperceptibles. Parte de la responsabilidad de la falta de resultados es de nuestro (muchas veces) corrupto e ineficaz sistema de justicia, pero otra parte de la responsabilidad es de nuestro silencio, como en el caso de la mafia.
En este contexto, necesitamos comprometernos personalmente con la erradicación de la violencia contra la mujer y actuar consecuentemente. El cambio implica pasar de silenciosos y pasivos testigos a aliados de la igualdad y la justicia. Este no es un cambio fácil: habrá que salir de la zona de confort, de lo que la sociedad espera de nosotros. Requiere, por ejemplo, decirle al amigo que su chiste no solo es malo sino dañino; denunciar al colega que acosa a una subordinada; acercarnos a la vecina que sabemos está siendo agredida para escucharla y empoderarla y hacerle saber al vecino -ese amigo con el que comentamos el partido de futbol- que estamos atentos; dejar de celebrar al hijo por sus conquistas con el sexo opuesto o dejar de dormir tranquilos cuando, como gerentes, conocemos que nadie denuncia acoso en la línea que hemos abierto para ese fin en nuestra organización. Pero el cambio necesita, sobre todo y para comenzar, querer saber.