Liderar a partir de la confianza
Estaba escuchando a Cristina León, una reconocida profesional, líder en el mundo del mercado de valores que es miembro de WomenCeo Perú y que ha liderado diversas empresas en un ámbito con muy poca presencia de mujeres. Como le pedimos a Cristina que nos diera la conferencia sobre Liderazgo Transformacional del WomenCeo Program Edición XI que llevamos a cabo junto con CENTRUM PUCP, escuché con atención su disertación, lo que me ha inspirado a escribir este artículo.
Me llamaron la atención los diversos ejemplos de Cristina sobre cómo liderar a partir de la confianza. Este es un término poco entendido. Para la RAE, confianza tiene tres acepciones: (i) esperanza firme que se tiene de alguien o algo, (ii) seguridad que alguien tiene en sí mismo y (iii) presunción y vana opinión de sí mismo. En términos psicológicos, la confianza es la creencia en que una persona o grupo será capaz y deseará actuar de manera adecuada en una determinada situación y pensamiento.
Es interesante como un término tiene esta doble acepción: el sentido interno y realista de nuestras capacidades, así como lo que transmitimos en los demás. La confianza es la base de relaciones sólidas y constructivas. Y sin duda, es la base de una sociedad civilizada.
Hace muchos años, estuve en una conferencia de un reconocido líder de opinión y hablaba sobre el crecimiento de las naciones. Le pregunté cómo funcionaba el factor de la confianza en la sociedad para el crecimiento; su respuesta fue contundente: existe una relación directa entre confianza y desarrollo social, los países más desarrollados son aquellos que tienen ciudadanos más confiables entre sí. Y llevado al ámbito de liderazgo, la confianza resulta fundamental.
El Edelman Trust Barometer 2022 (presentado en enero de este año) parte con una afirmación cruda: “El liderazgo social es ahora una función central de los negocios”, y señalan que, tras 20 años de estudiar la confianza en los países, estaban convencidos que la base con la que las instituciones construyen una relación con sus grupos de interés es a partir de la confianza. El informe señala que los Gobiernos y los medios de comunicación alimentan el ciclo de desconfianza social. Y un dato importante: en Latinoamérica se percibe en un 58% que los Gobiernos refuerzan las divisiones en la sociedad y que los medios de comunicación en un 48%. Totalmente contrario a la razón de ser de su sentido por el cual deben existir.
Por otro lado, las empresas no es que estén muy bien evaluadas en el barómetro de la confianza. Según el informe, las compañías no están haciendo lo suficiente para hacer frente a los problemas sociales: 62% en cambio climático; 60% en desigualdad económica y 57% de capacitación a su fuerza laboral. Y aquí, el informe no se queda en la percepción primaria, también la aborda desde la perspectiva de los grupos de interés: 56% comprarán o apoyaran marcas de acuerdo con sus creencias y valores; 58% eligen un lugar de trabajo basado en las creencias y valores de la empresa y el 55% invierten con base a creencias y valores. ¡VALORES! (respeto, honestidad, justicia, tolerancia, libertad, transparencia, etc.).
Los Latinoamericanos están convencidos que el 80% de sus líderes gobernantes del país mienten; que el 77% de periodistas mienten y que el 72% de los líderes empresariales mienten. Finalmente, el informe emite una sentencia: “el fracaso del liderazgo ha conducido a que se desconfíe por defecto y una frase que expresa lo dicho “tiendo a desconfiar hasta de aquello que veo evidencia que algo es digno de confianza”. Esto es el grado extremo. Cuando la desconfianza se consolida en una sociedad, el escepticismo es la respuesta, incluso ante la evidencia de algo real y confiable. Nuestras sociedades están cansadas de la mentira, la incoherencia, la falta de respeto estructural, el tráfico de interés a la N potencia y la práctica “vale todo”. No se escucha, no se reflexiona, se impone. Como las ideas no se sustentan a partir del respeto y la información veraz, entonces se imponen con el estigma y hasta el insulto.
Nuestro país es una buena prueba de ello. La teoría del escepticismo prima y la desconfianza prevalece. En todo. Nadie se escapa, hasta la iglesia. Recuerdo que, para algunos, el concepto de “dignidad” es un descalificativo (“los dignos”) ¿Cómo poder revertir esta situación? Tomando consciencia. Como dicen, un problema tendrá solución cuando concebimos su existencia.
¿Les interesa ser líderes? Tienen el reto de ser confiables. Y esto parte por trabajar en cada uno (la realidad de nuestras capacidades) primero, para expresar (manifestar) la confianza, después. La confianza no es un KPI, un indicador de gestión, es un resultado. Para dar el paso hacia la construcción de confianza, pensemos en la auto confianza. ¿Cuáles son nuestros valores? ¿Respeto la dignidad del otro? O me causa salpullido cuando alguien habla de respeto de derechos, porque eso es de rojos.
Los derechos humanos son intrínsecos a todas y todos y todex –sí, aunque les moleste a muchos el lenguaje inclusivo-. Vivir, educarnos, tener salud, cuidar la intimidad, expresarme libremente, son algunos derechos humanos que nos son propios, que nos corresponde ejercer, por tanto, habrá que pensárselo dos veces antes de cuestionar o darle sentido ideológico a los Derechos Humanos. ¿Asumimos posición a partir del trending topic (palabras o frases más repetidas en un momento concreto en redes sociales) o lo que mi nicho social repite? ¿Afirmo a partir de buscar una aceptación social o grupal? ¿O mis afirmaciones parten de mis valores y la reflexión informada y objetiva (veraz, no especulativa)? La confianza brinda COHERENCIA (del dicho al hecho) en TODO ORDEN DE COSAS, desde nuestros equipos de trabajo… y también el equipo de apoyo en casa. Cumplo el KPI del puesto del trabajo que tengo (tantas maestrías, tantos cursos, tanto en incorporar mujeres en los equipos…) y lo llevo al KPI moral que tengo frente a mi familia, mi personal de apoyo, mis amigos (no miento, asumo compromiso y cumplo, soy coherente entre lo que pienso, opino y actúo).
La empatía honesta es una buena forma de expresar la confianza. Una persona auténtica, actuando en base a valores constructivos, será naturalmente empática. Y eso no tiene que ver con ser popular o conversador o tener 10000 “amigos” en Linkedin. La empatía honesta es no solo ponernos en el lugar de la otra persona (lo cual importa escuchar, atender, aprender de otros, comprender su situación y su razón). Es tener una actitud de apertura y su sustrato está en el respeto. Porque una persona empática no juzga ni estigmatiza, ni miente o humilla. Comprende que quien está al frente o piensa distinto, tiene un mundo que la/lo lleva a adoptar esta actitud. Por ello, la regla de la empatía honesta es actuar con: respeto (valorando a la dignidad de la otra persona incluso a partir de las diferencias); atender, prestar tiempo y atención real; ser asertiva/o (expresarse sin descalificar, reprochar o enfrentar); ser constructivas/os y cuidar la comunicación no verbal, muuuuuy importante. Una mirada dice más que 1000 palabras…
Todos queremos un país que siga creciendo en lo económico, lo social y lo cultural. Queremos ser un país OECD, no como invitado, sino como anfitrión. Entonces, no midamos nuestro pase al círculo selecto solo a partir del dato del PBI (que también asusta, por cierto). Nuestra sociedad requiere recuperar los valores sociales y centrarnos en rescatar la confianza de grupo, de nación, de peruanos. ¿Y los líderes? Menuda labor. A ser activistas de una cultura basada en el respeto de los unos y otros, trabajando el día a día la autoconfianza basada en valores sociales, la empatía honesta y la coherencia como respuesta frente a tanta desconfianza.