Saludar a una extraña – 2da parte
En un anterior artículo resalté como una acción simple de nuestro día puede tener un efecto sobre la cultura de respeto que existe en el país. Saludar, no solo a quienes conocemos o con quienes estamos relacionados, representa una expresión básica de respeto y consideración.
Y con el compromiso que tengo como ciudadana de contribuir a construir una sociedad más desarrollada, les doy una segunda parte a este artículo con una pregunta ciudadana básica que tiene relación con lo comentado: cuando usted conduce, ¿deja paso al peatón en las esquinas o en el paso de cebra? Yo lo hago siempre y me llama la atención, que se presentan alguna de las siguientes situaciones (i) me tocan la bocina como diciéndome “apúrate” (ii) otros también detienen su vehículo –la mayoría de las veces y (iii) los peatones siempre, pero siempre agradecen. Incluso algunos de manera efusiva. En razón a qué una persona valora un gesto, si no es porque lo siente algo especial, o que no siempre se experimenta.
En las sociedades desarrolladas uno llega a una esquina y sigue caminando porque sabe que a u t o m a t i c a m e n t e un vehículo se detendrá (claro, con las previsiones mínimas del caso). Ni mira al conductor, ni agradece, ni le llama la atención porque es parte de la realidad y la costumbre. Cultura de respeto de derechos básico, el derecho a la persona a vivir en un ambiente seguro, su derecho al libre tránsito, el respeto al derecho a un trato digno. Tres Derechos Humanos en una realidad del día a día. Las organizaciones privadas y públicas están compuestas por personas y si las personas traemos una educación ciudadana formada o una cultura de respeto que se expresa en la confianza en el otro y el trato digno, ello será la mejor garantía frente a cualquier compromiso empresarial en favor de generar valor compartido y asumir su responsabilidad como ciudadano corporativo. En el caso peruano, tenemos mucho que trabajar, ¿no?
Y aquí, si lo llevo al tema que veo todos los días, la responsabilidad del Estado de proteger los derechos humanos es la condición habilitante esencial (1). Cuando en el 2021 en el Perú se aprobó el Plan nacional de acción sobre empresas y derechos humanos (PNAEYDH), obra de poco más de 2 años de participación multiactor con más de 130 organizaciones entre empresariales, del Estado, la sociedad civil, la academia y la cooperación internacional, se logró el consenso para contar con una hoja de ruta definida por 97 acciones distribuidas en 5 lineamientos estratégicos, siendo el primero “Promoción y difusión de una cultura de respeto a los derechos humanos”. De las 97 acciones, 52 tienen que ser implementadas por el Estado y 45 por el sector empresarial y aquí me permito destacar uno que me genera un gran signo de interrogación cuando lo leo en relación a lo que corresponde al Estado peruano lograr: “Estado moderno, eficiente, transparente y descentralizado que garantice una sociedad justa e inclusiva, sin corrupción y sin dejar a nadie atrás”. No se si el papel lo aguanta todo, pero el mandato está. Y un aspecto clave es la coherencia, entre el deber de proteger los derechos de las personas y como materializar ese compromiso en el quehacer de la función pública. Qué pasa cuando en el Congreso de la República tenemos “representantes del pueblo” que afectan sistemáticamente la institucionalidad del país, la separación de poderes, fuerzan interpretaciones auténticas descabelladas en atención a intereses estrictamente individuales o de sus “grupos de interés” sin atender el interés general, solo por dar algunos ejemplos de lo que el primer poder (sí, en minúsculas dada la situación actual) viene impactando negativamente a los derechos de tod@s los ciudadanos. Y que pasa cuando en el poder ejecutivo entran a gobernar personas sin preparación, experiencia y vinculados a actos de corrupción, delitos o inconductas funcionales. ¿Podrán gestionar los intereses públicos con probidad, transparencia y eficiencia? ¿Serán garantes del respeto de nuestros derechos ciudadanos? Pues no y lo que es peor, profundizan la desconfianza en los ciudadanos. Si nuestra sociedad hoy está así, es en buena cuenta por todas estas generaciones (porque yo diría que son varios años que vamos con esta danza) de políticos, funcionarios públicos de alto nivel, gobernadores regionales, alcaldes y de allí la escalera hacia abajo que nos muestran a diario que a quienes trabajan en el Estado no les importamos, que nos les importa respetar la dignidad de los peruanos. Así de duro, pero a los hechos me remito.
Sin embargo, si el Estado en general –salvo honrosas excepciones- funciona tan mal y nos lleva a este clima de “porque voy a hacer algo si nadie hace nada por mí”, de escepticismo institucionalizado y desconfianza rampante, apelo en esta columna a la capacidad de influencia que cada una, distinguidas y distinguidos lectores tienen. Porque si cada uno asumimos con consciencia cómo nos estamos expresando como ciudadanos y hacemos que la regla que prime nuestros actos sea respetar y valorar la dignidad, las experiencias, opiniones, orígenes, en suma, diferencias que todas y todos tenemos, podremos ir cambiando las cosas. Los valores escalan y asi, poco a poco podríamos hacer que sea una práctica regular y ello nos llevaría a votar en las próximas elecciones por candidatos que expresen aquello con lo que nos identificamos, valores ciudadanos. No a la mentira, no a la manipulación mediática o argumentativa, no al aprovechamiento indebido ni a la imposición, ni a la cara dura. En cada un@ esta la posibilidad de ir cambiando la situación; por tanto, pasemos a la acción en nuestras familias, el trabajo sea del sector privado o público o la sociedad civil, nuestra empresa, la academia, las fuerzas armadas, y el largo etc.; implementemos la conducta responsable, aquella en la que la persona respeta a otra, por más extraña que sea. ¿Te animas a frenar tu auto ante el paso de cebra la próxima vez? TE aseguro que te gustará la respuesta que recibirás. Seamos parte del cambio. No nos conformemos ni resignemos a las malas prácticas y menos a ser un país insensible con la/el otra/o.
(1) Y dejo en claro que el que el Estado no lo haga o lo haga de manera insuficiente (el deber de proteger los derechos humanos de tod@s) faculte, autorice o avale el hecho que las empresas o las personas no lo hagan. Son responsabilidades independientes y exigibles a cada uno.