Conociendo la realidad de la Amazonía peruana
Cuando hablamos de la Amazonía peruana, nuestro conocimiento de su entorno es tan superficial como nuestra visión al experimentar cómo sus vastos bosques cubren toda su riqueza y potencial.
En Perú, el 61% de la geografía nacional es terreno amazónico, compuesto por un manto verde de árboles que incluso obstruyen el ingreso de la luz solar. Este territorio acoge una inmensa biodiversidad y reservas de agua dulce envidiables, recursos cada vez más importantes para el planeta y principales atributos del país. Estas características colocan a la Amazonía peruana como la más biodiversa del mundo, el 9° bosque tropical más grande del mundo y el 2° en América Latina.
Llama la atención el pequeño aporte económico para el país que tiene la Amazonía con un terreno lleno de riquezas y oportunidades. Este territorio alberga al 10% de la población nacional y su actividad aporta en 1.1% al Producto Bruto Interno (PBI). Asimismo, las exportaciones de este sector del país son menores al 1% de los más de US$ 30 000 millones que el Perú exportó en el 2016. Estos indicadores son más interesantes aún, si tomamos en cuenta que la costa peruana con un 13% del territorio nacional y una cantidad más austera de recursos naturales, es el líder en las exportaciones y desarrollo tecnológico del país.
Una mayor participación del Estado, lucha contra la pobreza y el cuidado de sus recursos naturales son algunas de las necesidades que tiene la selva peruana. Estos 3 retos están estrechamente relacionados entre sí y lo demuestran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), quienes indicaron en 2015 que el 95% del área deforestada en la Amazonía peruana se debe a la agricultura migratoria, actividad en la que incurren poblaciones en situación de pobreza extrema para poder sobrevivir.
Esta actividad de deforestación radica en la quema de los bosques con el objetivo de obtener un terreno llano y que sirva para cultivos, cabe señalar que el suelo amazónico no es apto para la agricultura por su naturaleza. Como resultado de la quema para cultivos se deja un territorio infértil con posibilidades de regeneración natural de 100 a 300 años. Debido a esta actividad se han perdido cerca de 8 millones de hectáreas. Si a esto le sumamos los daños por contaminación que ocasionan las actividades de narcotráfico y minería ilegal que azotan impunemente a la Amazonía peruana; estamos hablando de un perjuicio prácticamente irreparable.
Estas razones llaman a buscar la integración de todos los que vean las oportunidades de desarrollo sostenible de un sector enorme del que conocemos poco. Es necesario atacar estas tres grandes necesidades de la Amazonía peruana para ponerla en valor y que este territorio, con todas las riquezas que posee, sea el que le brinde las mayores satisfacciones el país y a las comunidades que la habitan.