Los ataques especulativos contra los países: un riesgo a menudo subestimado
En el 2007 salió un artículo en el Standard – uno de los medios de habla inglesa en Hong Kong, que recogía los comentarios de un ex funcionario del hedge fund de George Soros. Un hedge fund o fondo de cobertura, forma parte de los llamados “vehículos de inversión alternativos”, que son poco regulados, utilizan muchos derivados, y hacen apuestas “apalancadas”, es decir con mucha deuda.
Este funcionario decía que había sido un error lanzar un ataque especulativo contra Hong Kong en Agosto 1998, pues las autoridades locales, los equivalentes de nuestro BCR y MEF, habían sabido lanzar una contraofensiva que les hizo perder mucho dinero.
En el mismo artículo esta persona contaba cómo, al hacerlo contra Tailandia en 1997, la misma operación había sido todo un éxito, con enormes ganancias, y pensaron que se podía repetir en Hong Kong, pues veían ahí “vulnerabilidades similares a las de Tailandia”, que se podían aprovechar: burbuja inmobiliaria, moneda sobrevaluada con tipo de cambio fijo, y además, en ese momento, un gran nerviosismo de los mercados respecto de Asia del Este. Les pareció el momento ideal para atacar.
Algunos recordarán como la caída de Tailandia, cuyo banco central perdió prácticamente todas sus reservas tratando de luchar contra las maniobras especulativas, fue el inicio de la gran Crisis Asiática a inicios de Julio 1997, y en Agosto de 1998, varios países de la región ya estaban en serios problemas con fuertes devaluaciones, crisis bancarias y fuertes caídas del PBI. Algo de eso mencioné en el post sobre derivados cambiarios.
Para simplificar, la técnica utilizada para atacar a los dos países fue el short-selling o “venta en corto”; se vende masivamente acciones de la bolsa local que no se tienen o moneda local que no se tiene, apostando a su baja, para provocar una caída de ambas, y hacer grandes ganancias al comprarlas después a precio muy inferior. A veces funciona, a veces no, es normalmente una actividad de alto riesgo. El hedge fund de G. Soros lo hizo con gran éxito contra la Libra Esterlina en Setiembre 1992, forzando su devaluación y salida del sistema monetario europeo, pero no estuvo lejos de perder la apuesta; la ganó en gran parte porque demasiados hogares británicos estaban endeudados en tasa variable y el Reino Unido podía difícilmente utilizar el arma del alza de la tasa de interés para defender su moneda. El problema con esos ataques es que luego, muchos siguen al que los inicia, porque empiezan a tener miedo a perder dinero, y se produce un efecto “bola de nieve”.
Y el gobierno de Hong Kong se defendió no sólo comprando dólares HK a futuro, sino comprando agresivamente acciones en su bolsa, utilizando parte de sus grandes reservas; fue una sorpresa total, tanto más porque nadie sabía al comienzo quién estaba comprando; también participaron bancos chinos en la contraofensiva. Para resumir: Hong Kong arruinó totalmente las maniobras especulativas de los hedge funds en su contra, utilizando mecanismos de mercado.
Lo interesante acá son dos cosas:
- esa actividad de venta en corto consiste en fin de cuentas en aprovechar que un país o empresa está débil, para apostar contra ellos y acelerar su caída, y ganar así mucho dinero. Una versión financiera de la actitud siguiente: “estás débil, y te golpeo más para que te hundas más rápido y yo gane mucho dinero”. Cualquier persona que haya visitado Tailandia e Indonesia (que cayó por contagio) poco después del inicio de esa Crisis pudo ver las consecuencias en la vida de millones de personas. Recordemos también que desde inicios del 2010, Europa, cuyas vulnerabilidades eran obvias, ha sido objeto de ataques especulativos masivos, con todo tipo de instrumentos financieros;
- en ningún momento el entrevistado parece preguntarse realmente si hacer algo así está bien o está mal; sólo dice que “fue un error”, reconociendo que las autoridades de Hong Kong reaccionaron con habilidad y a tiempo para evitar grandes daños a su economía.
No sé que pensarán ustedes al respecto.
Lo que les puedo decir es que muchos banqueros europeos estábamos escandalizados por lo que sucedía, y festejamos la victoria de las autoridades de Hong Kong en 1998. Al mismo tiempo, en cambio, se publicaron muchos editoriales escandalizados por el comportamiento de dichas autoridades, afirmando que habían atentado contra libertades económicas esenciales y que ya no podrían considerarse como una verdadera economía de mercado.
Tuve la oportunidad de tener un intercambio sobre la especulación financiera con Pierre de Lauzun, ( http://www.pierredelauzun.com/ ) uno de los dirigentes de la Federación de Bancos Franceses, y de la Asociación Francesa de Mercados Financieros, autor de varios libros, e igualmente autor de un artículo sobre la moral en las finanzas; él criticaba entre otras cosas las especulaciones alcistas en bolsa, que terminan mal para los pequeños ahorristas que “entran tarde”.
Le mencioné que mucha gente defendía el short-selling (arma de especulación a la baja) con el argumento de que daba más liquidez a los mercados pero que ese argumento no me convencía. Según me respondió, buscar una mayor liquidez del mercado era efectivamente un fin legítimo, pero desgraciadamente ese argumento técnico válido era utilizado a veces para justificar cualquier cosa. Lo que me lleva a esto: si una actividad o técnica financiera sirve en la práctica para hacer daño y ganar dinero con ello, y/o tiene efectos sociales masivamente nocivos ¿no es eso más relevante que su beneficio macro-económico esperado? Vale la pena hacerse esa pregunta.
En todo caso, cuando el BCR mantiene un altísimo nivel de reservas y un “sesgo antiespeculativo” (que le vale no pocas críticas abiertas y hasta insultos menos abiertos), y nuestro gobierno mantiene excelentes relaciones con el FMI y otros organismos multilaterales, me siento más tranquilo en cuanto a la capacidad del país de defenderse de ataques especulativos contrarios. Pero es mejor aún si además no nos abrimos flancos como país, en temas como el sobreendeudamiento de familias y Mypes, o la confianza en la autoridad del Estado.