Corrupción y Riesgo País: Toma de Conciencia Urgente
En octubre del 2015 había publicado un post sobre la relación entre la debilidad institucional y el riesgo país, y la necesidad de una toma de conciencia urgente al respecto. Desgraciadamente los últimos análisis internacionales nos siguen mostrando como un país que va retrocediendo en este aspecto. Y el factor más esencial sería el de la corrupción. Aun tomando en cuenta el impacto de las revelaciones de Lava Jato, que aumentan inevitablemente la percepción de corrupción, por lo que podría decirse que en realidad esa corrupción ya estaba ahí, y por ende seguramente nuestro ranking real era más bajo desde antes, hay factores que nos hacen pensar que sí estamos retrocediendo de todas maneras. Tomaré como punto de partida el impactante llamado efectuado por el Presidente de Pro Ética, Jorge Medina Méndez, en su columna del 28 de setiembre último “¡Despertemos ya!” en El Comercio.
No utilizo la palabra “impactante” por casualidad. En ese artículo aparte de ver ejemplos de acciones muy concretas en otros países, lo que se lee son estadísticas de una encuesta anual que son de terror, es especial éstas: sólo 48 % dicen que no votarían por un candidato corrupto (¿o sea, por lo menos la mitad, Sí lo haría ???), y 22 % que dicen que no hay que condenar a funcionarios corruptos si “hacen obra”, porcentaje que ha aumentado fuertemente desde el 2015. A este paso, en la próxima encuesta estaremos con 40 o 50 % que piensan eso. No hay duda, estamos retrocediendo, pero acá, como dijo en una entrevista una funcionaria de un vecino país, no es solamente el Estado el corrupto, es la sociedad misma la que es corrupta.
Lo que me lleva a otro tema que toca el artículo en cuestión: la importancia de que el sector privado también tome un liderazgo en el asunto, no es sólo el tema del Gobierno o del Presidente. Y este es absolutamente clave, sobre todo en la gran corrupción: el corrupto se queda sin espacio, sin oxígeno, si se queda sin corruptores, y al final lo último que le quedaría sería básicamente el crimen organizado (hueso duro de roer, por supuesto, pero bueno, “la cancha quedaría mejor rayada”, es más fácil combatir a corruptos cuyos únicos “clientes” son criminales que aquellos que tienen una mezcla de criminales y de empresas legítimas). Y además es más fácil combatir a la “pequeña corrupción” cuando los más grandes dan el buen ejemplo, en vez del mal ejemplo.
Es parte del “meollo” del asunto: no creo que a muchos empresarios, que pueden estar pensando “pago porque si no, no logro vender o hacer nada” les haga mucha gracia darse cuenta de que están en compañía de narcotraficantes, de bandas de extorsionadores, de mineros ilegales, de taladores ilegales, de traficantes de terrenos, de mafias que se han apoderado de un gobierno sub-nacional, de gente que le robó al Estado montos gigantescos, etc…
Lo que me lleva a otro aspecto clave para el riesgo país: el financiamiento de las campañas electorales. En términos generales, no estaría en contra de que exista financiamiento empresarial si se hace como en los EE.UU., de manera muy transparente; además, dejando de lado suspicacias extremas muy típicas de nuestro país, en realidad la mayoría de empresarios no tienen en mente ventajas futuras, sencillamente buscan contribuir a que no gane alguien que les preocupa mucho, o tienen sus simpatías particulares, y están en su derecho; pero en dicho país existe un Estado de Derecho digno de ese nombre; aquí puedo entender las reticencias de algunos a que se conozca su contribución, pues el temor a represalias posteriores “si gana el otro” está ahí, muy presente. Pero al mismo tiempo, sin esa transparencia, se deja espacio al lavado de dinero en grande. En ese caso, quizás sea mejor que ese financiamiento sea puramente público y mediante franjas electorales obligatorias y equitativas en los medios de comunicación. Una ventaja: no creo que a muchos empresarios les haga mucha gracia enterarse de que son de facto “socios de financiamiento político” de narcotraficantes, etc., etc. Lo dejo para la reflexión de gente más calificada que yo en esos temas, mi perspectiva es la de gestión de riesgos.
Desde esa misma perspectiva de gestión de riesgos, me preocupa también que se piense que se deberían admitir aportes a campañas electorales en efectivo. Pienso que se debería bancarizar con plena identificación desde el primer Sol. Puede parecer exagerado, pero es que en la práctica, una vez fijado un límite, los que quieren lavar “dinero sucio” o esconder financiamientos extranjeros de tipo “ideológico” (que pueden venir incluso de potencias en realidad hostiles que buscan influir en la política nacional; cuando cayó la URSS, se pudo conocer mejor el tinglado del financiamiento de partidos comunistas en Europa Occidental) o “ideológico-comercial” (ayuda al amigo político asociada a una agresiva promoción, por decir lo menos, de las empresas del país “donante”) buscarán maneras de hacerlo por debajo de ese límite, usando a terceros, algo que ya hemos visto que se practica mucho en nuestro país, aprovechando el gran número de personas con necesidades apremiantes, o mediante eventos de tipo masivo pagaderos en efectivo. Me temo que una normativa sobre financiamiento político que admita que se haga aportes en efectivo se convierta en la práctica en algo así como “ley que promueve y ordena el lavado de dinero en el financiamiento político”. Y para muchos empresarios, si se admite los aportes empresariales, habrá el mismo dilema: ¿pero en compañía de quién diablos corro el riesgo de estar al final?
Para las empresas que quieren luchar en serio contra la corrupción, más allá de estándares de tipo ISO (como el que existe en contra del pago de sobornos, se aproxima un seminario al respecto en la Asociación de Peruana de Finanzas), doy así algunas pistas muy prácticas para evitar meterse en problemas de esa naturaleza, y para eso no hacen falta matrices ni esquemas complejos: el de la “cultura empresarial desde el más alto nivel” ;si el “gran jefe” repite a menudo “al que se le ocurra pagar una coima lo denunciamos y lo botamos”, y lo hace cuando se presenta un caso, y tiene un área especializada vigilando que no suceda, y detectando de manera proactiva a “personal susceptible” de caer en ello, usando las mismas técnicas de gestión de riesgo operacional que se usan para prevenir los fraudes internos, que incluyen gestión de riesgos de tipo “fronterizo” con el “riesgo de contraparte” (buen uso de las centrales de riesgo de crédito, por ejemplo) como que es mucho más disuasivo, ¿no creen?. Esa misma cultura ayudaría mucho también a escoger mejor a los socios estratégicos para los negocios, evitando meterse en líos posteriores por asociación, así como ayudaría a ser mucho más prudente en el financiamiento político (prudencia que puede llevar incluso a EVITAR el “riesgo de mala compañía”, y no solo a REDUCIRlo, disculpen el “lenguaje tipo risk management” pero las áreas de gestión de riesgos pueden ser de gran ayuda en lo metodológico). La cultura de la gestión de riesgos ayudaría mucho también a los gremios empresariales, porque esta última noticia sobre el árbitro de la CCL que siempre fallaba contra el Estado en favor de cierta empresa, también obliga a una reflexión radical sobre el reclutamiento de los árbitros y las modalidades de arbitraje.
En el sector público también se podría luchar de manera preventiva contra la corrupción usando las mejores técnicas de gestión del riesgo operacional contra los riesgos de fraude interno y externo.
Y como dijo el Sr. José Ugaz, Presidente de Transparency International, en otra columna de este mes, la crisis abierta por Lava Jato nos debe obligar a repensar muchas cosas, es una oportunidad que no se puede perder. Cuidado solamente con no aumentar la sobre-regulación y el sobre-control, que ya los tenemos, y que más bien han generado pérdida de tiempo y energía en los órganos de control, sin que lograran detectar nada de lo realmente serio.
En la misma columna, el Sr. Ugaz también menciona la experiencia de Guatemala, con la CICIG, este cuerpo anticorrupción especial formado por las NN.UU. para ayudar a la Fiscalía de dicho país. He tenido la oportunidad de escuchar al Comisionado Velásquez, el colombiano que preside dicho cuerpo, en una presentación que hizo en Lima. Cada país tiene sus propios desafíos, pero escucharlo fue realmente apasionante.
Y a decir verdad, cuando se ve tantos casos de impunidad de la corrupción y del crimen organizado, que van hasta archivamientos y fallos sorprendentes así como liberaciones insólitas y hasta peligrosas, y se ven estadísticas como las mencionadas por el Sr. Medina, que muestran que como país, estamos hundiéndonos mentalmente cada vez más en la aceptación masiva de la corrupción (junto a la indignación por ella, lo que es bastante esquizofrénico) y en la desconfianza masiva en las instituciones, lo cual es peligrosísimo a mediano o largo plazo, creo cada vez más que “no nos queda otra” que clamar por ayuda internacional, porque, solos, hay que reconocerlo humildemente (basta ver lo poco que duró el esfuerzo lanzado por el expresidente Paniagua), no lo lograremos nunca. Aunado a múltiples asistencias técnicas de organizaciones multilaterales y bilaterales de cooperación y desarrollo, podríamos pedir a las NN.UU. ayuda para tener algo parecido a la CICIG, adecuándolo a nuestro caso. Ello podría ser solicitado por el Presidente de la República junto con los Presidentes actuales del Poder Judicial y del Ministerio Público, que reacciones diplomáticas aparte, deben estar minándose la salud por la exasperación ante las cosas que suceden al interior de sus respectivas Entidades.
Si no se arregla este problema, que nos está destruyendo, como dice Jorge Medina (y tiene razón, porque ya se ve, además, que la corrupción es una gran aliada del crimen organizado y de la inseguridad), no creo que sea tan difícil responder a su interrogante final: ¿Qué más tiene que pasar para que reaccionemos ante la corrupción? Habría dos posibilidades, grosso modo: la llegada al poder en elecciones perfectamente válidas en lo formal de una poderosa y sanguinaria mafia del crimen organizado disfrazada de partido político o a través de un partido “vientre de alquiler” con un candidato y campaña muy bien “marqueteados”, o de algún “revolucionario” carismático de corte totalitario que esconderá su verdadero programa al comienzo y que logrará hacer creer a una población harta que acabará con la corrupción y la inseguridad y terminará instalando una dictadura totalitaria y corrupta mucho más difícil de sacar, como ya pasó en un hermano país. En ambos casos, ya será seguramente demasiado tarde.
Añado el link a dicho artículo:
http://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/despertemos-jorge-medina-noticia-461529