Reconstrucción con Cambios: Mejorar, No Involucionar
El post anterior sobre el evento Perú Resiliente 2021, co-organizado por la ARCC y el PNUD, en el cual mencionaba el desafío que representaba la reconstrucción luego del Niño Costero y también la alerta lanzada por Roberto Abusada sobre los peligros que se cernían sobre dicha reconstrucción habrá coincidido casi con la renuncia del titular de la ARCC; la alerta de dicho columnista es tanto más justificada si uno ve las propuestas que están apareciendo ahora que su titular salió; hay tal vez un riesgo de que se diluya de facto la ARCC. Lo que me lleva a recordar algunos puntos.
En el post de Setiembre del 2013 dedicado al rol esencial de las FFAA en la gestión de riesgo de desastres (GRD), mencioné de paso el ejemplo de Indonesia, que además de ser un buen ejemplo de dicho rol en la emergencia y rehabilitación inicial, había llevado a cabo una exitosa reconstrucción luego del terrible terremoto y tsunami de diciembre del 2004, que fue seguido por otro terremoto considerable en marzo 2005.
Lo que hizo Indonesia fue crear una entidad de reconstrucción muy fuerte para ambos eventos, conocida por sus iniciales BRR, que supo apoyarse en la cooperación internacional, con un rol especial de coordinación financiera para el Banco Mundial, a través de un mecanismo de pooling de diferentes financiaciones conocido como el MDF, y además de un seguimiento detallado de la ejecución financiera de los proyectos, efectuado de manera muy integral. El fuerte liderazgo de una entidad específica con grandes poderes y que respondía directamente al Presidente Susilo Bambang Yudhoyono fue uno de los factores de éxito, al punto que las NNUU reconocieron al ahora ex presidente como un líder en materia de GRD, y de la introducción de ésta en el marco de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 2015-2030. El ejemplo Indonesio ha sido citado numerosas veces como ejemplar, pues además la experiencia ganada ha servido para hacer frente a otros sismos intensos en los años siguientes, ya no solo en Sumatra, sino también en Java.
En diferentes oportunidades, y en su última publicación, el portal Lampadia ha recordado también el ejemplo de la reconstrucción arequipeña luego de los sismos de 1958 y 1960, con la participación de la sociedad civil con el liderazgo de empresarios arequipeños en la Junta de Reconstrucción (JRDA), con presencia de representantes del Gobierno; dicho sea de paso, esta también fue importante en Indonesia. Hubo un artículo de Caretas al respecto cuando se hablaba de la reconstrucción de Pisco en el 2007. Reproduzco la conclusión de dicho artículo: “En suma, un proceso articulado y desprovisto de intenciones políticas que redundó a favor de la ciudad. Arequipa mantuvo su identidad. Es el reto intangible por el que debería empezar la reconstrucción de Pisco” (el subrayado es mío). Ya sabemos lo que pasó después cuando la idea inicial del Forsur fue totalmente licuada con la introducción de todas las taras de nuestra fallida descentralización y de nuestra tramitopatía estatal.
Algo que se debe saber reconocer, es que nuestro Estado, y más aún a nivel sub-nacional, está muy mal preparado para hacer frente solo a esfuerzos de reconstrucción post-desastre (como dijo púdicamente un gobernador regional en una reciente entrevista “el problema principal es el sistema” o algo así). En Arequipa fue necesario apoyarse en un grupo de empresarios que supieron movilizar a la población local. Pero con el crecimiento y desarrollo del país, que por sí solos aumentan automáticamente los impactos de los grandes desastres, peor aún si la prevención y reducción del riesgo siguen siendo deficientes (y el Niño Costero es una buena ilustración de ello), pretender organizar como país cualquier gran reconstrucción solos sin una fuerte asistencia técnica internacional, fogueada por múltiples experiencias a nivel mundial, es algo tremendamente soberbio; justamente algo en lo que un país mucho más poderoso que el Perú supo no caer, siendo a la vez un ejemplo de mano de hierro, de flexibilidad mental y organizativa, de consideración con la población y de humildad en el esfuerzo.
Espero que acá no estemos más bien dirigiéndonos, como en el 2007, hacia la desorganización, la interferencia de la política y la soberbia respecto de nuestras propias capacidades, complicándole de paso aún más la tarea a la Contraloría que no puede andar controlando cada obra (entonces, mayor riesgo de pérdidas ligadas a la corrupción), con el añadido de una destrucción de lo ya avanzado y de atrasos adicionales. La ARCC es una excelente iniciativa, con el potencial de ser fuente de eficiencia y de mejores prácticas que ayuden luego a mejorar el SINAGERD, pero que nació con ciertas limitaciones, poco liberada en realidad de nuestros serios problemas estructurales de organización estatal, y sin recurrir suficientemente al “músculo organizacional” de la cooperación internacional. Lo que corresponde es reforzarla corrigiendo esas limitaciones, no debilitarla en la parte técnica y con mayores interferencias políticas. Que pueda ser también una unidad ejecutora clave, como lo propuso Pablo de la Flor, quien logró muchos avances a pesar de tantos obstáculos y dichas limitaciones (y que ha visto de primera mano y en la cancha las causas de los problemas), es algo que debería considerarse seriamente, no hay que olvidar que gran parte del trabajo a efectuar, si se quiere hacer bien, es a la vez multi-regional y multi-sectorial; sería de gran ayuda para el nuevo titular.
Lo que está en juego en esta reconstrucción es enorme, en realidad. O mejoramos ahora, con este desafío, o un desastre aún mayor nos agarrará “igual de desastrosos”, a pesar de los numerosos progresos de los últimos años, que pueden ser anulados por la tramitopatía, la politiquería y el “complejo de Adán”. Y repito: solos no podemos, hay que dejar de hacerse ilusiones que otros países no se hacen.