Continuidad del Negocio u Operativa: Importancia del Análisis Estructural de Edificios
En un post de marzo del 2015, recordábamos la importancia del espíritu práctico al implementar la gestión de la continuidad del negocio (o continuidad operativa, si se trata de entidades del Estado). Siempre hay cosas con las que se puede empezar de inmediato. Una de las más urgentes y básicas es el análisis estructural de la edificación (o de las edificaciones, por lo menos de las más esenciales, para entidades multi-locales, como puede serlo una entidad estatal repartida en varios locales o una empresa que dispone de una sede central y de varios centros de producción clave). Definamos primero lo que es y cómo debería hacerse y luego para qué puede servir.
El análisis estructural de un edificio consiste, para simplificar, en efectuar una serie de observaciones, operaciones y pruebas que permiten saber si un edificio está bien construido en cuanto a su diseño o no, tomando en cuenta las características del suelo sobre el cual está construido, y entrando más al detalle, cuál sería su comportamiento frente a sismos de diferentes magnitudes (también se podría hacerlo frente a explosiones, embates de aguas como las de un tsunami, frente a vientos huracanados, etc.), examinando si hay factores de vulnerabilidad adicionales no previstos, como demasiada gente respecto del aforo previsto y demasiado peso respecto de la estructura, juntas de vigas y columnas que no serían las más adecuadas frente a sismos de gran magnitud, cimientos que no son suficientemente profundos, materiales que no corresponden a los que deberían estar, por ejemplo concreto de menor densidad de lo que se considera necesario para esa estructura, muros o columnas de espesor insuficiente, varillas menos gruesas de lo reglamentado en la parte baja o incluso menos numerosas de lo que estaba previsto….o incluso inexistentes como se pudo notar cuando se produjo en terremoto de Pisco del 2007 (ahí ya estamos hablando de estafa en grande).
Ese tipo de análisis no se puede hacer a la ligera. Insisto en ello porque muchas veces existe la tentación de hacerlo tratando de que cueste lo menos posible, con el resultado de que el análisis será más bien superficial, y no permitirá identificar riesgos existentes muy reales. Por ello deben ser efectuados de preferencia por verdaderos ingenieros estructurales, que son capaces de analizar con ojo crítico el diseño general y el uso o no conforme a este diseño identificar zonas de solidez o de vulnerabilidad piso por piso y zona por zona, con un gran nivel de granularidad, e incluso de identificar peligros debidos a elementos no estructurales añadidos, tales como falsos techos. Y para ello se necesitan efectuar perforaciones diamantinas para sacar muestras de concreto de lugares especialmente álgidos y pasar escáneres sofisticados que permiten por ejemplo notar que no hay varillas o que éstas son demasiado delgadas e incluso que hay “huecos” al interior del mismo concreto.
Es como un médico que hace un chequeo completo y establece un diagnóstico complejo, con varios elementos. Y justamente ahí está la gran utilidad de esos análisis: hacer tomar conciencia de que una edificación ha estado siendo mal utilizada con demasiada gente y/o demasiado peso, o que el diseño no fue necesariamente el mejor para el tipo de suelo, o de que sencillamente ha sido en realidad mal construida, con juntas mal hechas que amplificarían los efectos de las sacudidas, sub-partes que chocarían entre sí al ser demasiado cercanas y otras que son mucho más débiles que el resto de la edificación (o por el contrario más sólidas y seguras), que las rutas de evacuación previstas podrían ser mejores vista la configuración del edificio, e incluso en casos extremos de que hay demasiadas zonas con concreto de mala calidad y/o con insuficientes elementos metálicos en las columnas.
Ello permite a los ingenieros estructurales efectuar también recomendaciones de mejora, estando entre las más típicas recomendar reducción del número de personas y del peso soportado por la estructura, reforzar columnas (como se hizo por ejemplo en muchas escuelas que presentaban un problema estructural antiguo llamado de “columnas cortas”), añadir placas de concreto reforzadas, e incluso añadir, de ser necesario, disipadores de energía sísmica en ciertas zonas, cuya función es absorber gran parte del movimiento generado por las ondas sísmicas en partes estratégicas de la edificación para que la estructura general aguante mejor. A veces pueden terminar “desahuciando” a un inmueble, diciendo en realidad: “mejor saquen rápido de ahí a la gente, para otro lugar, y demuélanlo”, uno nuevo les costará menos caro que tratar de arreglar esto.
El hacer caso a dichas recomendaciones y efectuar los gastos e inversiones necesarios son una contribución esencial a la gestión de la continuidad del negocio u operativa. Sencillamente porque uno puede tener una excelente sede alterna de operaciones, un excelente dispositivo de contingencia informática, pero no le van a servir de mucho si LA GENTE más esencial (crítica, en lenguaje de especialistas) para que la empresa o la entidad funcione sin interrupción o con la menor interrupción posible queda completamente atrapada y malherida o incluso fallecida en un inmueble en ruinas.
Aquí es necesaria una precisión: la gente más crítica en la mayoría de los casos no son los altos directivos, sino aquellos que tienen el conocimiento técnico de las operaciones más críticas: en empresas industriales serán por ejemplo los que saben cómo hacer funcionar una línea de producción semi-automatizada o los que saben operar ciertas máquinas que no son muy comunes (y para los cuales es difícil conseguir reemplazantes), en las entidades financieras y tesorerías de entidades públicas son los que saben en el día o día y al detalle realizar las operaciones de pago, en empresas de diseño son los diseñadores que aseguran el éxito de la marca y generan una parte esencial de las ventas, en todo tipo de empresas y entidades son ciertas categorías de personal de tecnologías de la información, etc. Y entre ellos, aquellos que más capacidad tienen de “funcionar en situación de crisis”. Claro, siempre se necesita personal de mando, pero para eso están las “cadenas de sucesión”, incluso en plena acción, algo que los militares conocen muy bien.
Ahora bien, tomar esas medidas cuesta, por supuesto, y muchas veces existirá la tentación de no hacer lo recomendado, apostando a que no pasará nada (¡si no ha pasado nada en los últimos 40 años!!) o a veces, de manera más calculada: bueno, el personal está ahí en realidad sólo una tercera parte del día, y eso es sólo en los días trabajados, o sea que matemáticamente, la probabilidad de que haya un sismo de gran magnitud justo en horas de trabajo es más baja, entonces para qué complicarse la vida y gastar en este asunto.
Bueno, esto se parece en cierta forma a jugar a la “ruleta rusa” con un revólver, pero con dos balas en vez de una. Si uno quiere tomar esos riesgos, es su problema básicamente (aunque algo egoísta para con sus familiares), pero ¿hacerlo con la vida de los demás? ¿No debería haber ahí por lo menos un dilema moral? Algunos me dirán que de todas las maneras en el Perú, entre la “cultura combi” hasta en los transportes inter-provinciales, la dejadez y maltratos (coima chantajista incluida) frente a pacientes pobres en los hospitales públicos, el número absolutamente demencial de feminicidios y tentativas de feminicidios, delincuentes de altísima peligrosidad soltados por malos jueces a sabiendas de que lo más probable es que sigan matando gente, la estafa integral con los materiales en las construcciones de viviendas, el desprecio racista por la vida de compatriotas indígenas, los movimientos políticos o para-políticos que buscan que haya muertos para hacer avanzar mejor sus agendas, ya hemos llegado como país a un nivel tan grande de desprecio por la vida de los demás (un sociólogo dijo una vez que nos habíamos “Senderizado”, da para pensar…) que lo que estoy explicando sería casi “venial” comparado con el resto. Algunos dirían hasta con sarcasmo que, si ciertas edificaciones se caen o incendian con la gente adentro, sería mejor para el país, recuerdo por lo menos una caricatura al respecto.
No es mi manera de ver las cosas y diría más bien: “a ver señor empresario, señor alto ejecutivo de empresa, señor alto directivo público ¿te importa o no te importa la vida de tus colaboradores y colegas incluso cuando ya no estés ahí, porque por tu alta posición cambias de puesto o de trabajo con más facilidad? Así como el gerente de una constructora debería siempre preguntarse: “¿hice todos los esfuerzos necesarios para que la gente que ocupará este nuevo edificio no fallezca víctima de un colapso de la estructura incluso dentro de unos 20 o 30 años?
Peor aún es cuando se tiene la información necesaria para por lo menos mejorar de manera sustancial la situación (hay que ser lúcidos, difícil llegar a algo perfecto, partiendo de un punto muy bajo) , y se decide no hacer nada o algo en la práctica poco relevante, muchas veces apostando a la baja probabilidad aparente y pensando más en sí mismo, incluso “encarpetando” y buscando hacer desaparecer esa información y toda forma de mención de ella, y que se vaya perdiendo en el tiempo, con un resultado parecido al de los “bancos sin memoria” que repiten periódicamente malas prácticas cada vez que hay gente nueva. Sólo que aquí se está jugando con la vida de otros: no hay mucha diferencia con una empresa constructora que busca construir lo más barato posible a costa de la seguridad (a veces sobornando a algún inspector) o con el transportista que “se zurra” en la seguridad de sus pasajeros.
El trabajo de las áreas administrativas tales como las de recursos humanos, abastecimiento y logística, seguridad física y prevención/preparación, gestión de infraestructura física y mantenimiento, es muchísimo más importante de lo que se cree para la gestión de la continuidad del negocio u operativa. El problema es que a menudo son desdeñadas y poco escuchadas, o ellas mismas no son conscientes de la importancia de su rol al punto de actuar a veces en contra de la continuidad operativa.