LA MAL LLAMADA “CULTURA DE CORRUPCIÓN” Y LAS RONCHAS QUE ME SACA.
Por años he venido escuchando sobre “Cultura de Corrupción” y siempre me ha generado una suerte de reacción alérgica generalizada, como si mil insectos me picaran al mismo tiempo por todo el cuerpo. Y es porque -francamente- no cabe en mi cabeza que la corrupción encaje en el concepto de “cultura”.
Ante tanto malestar, decidí investigar al respecto desde diferentes enfoques y materias, de la mano de profesionales de primera que fueron los mejores guías en esta aventura. Sabía que al final del viaje podría sacar mis propias conclusiones.
Así que aquí te traigo un Shot cargadito de lo que exploré y de las conclusiones a las que llegué.
¡Vamos por este Shot a la vena!
Algunas/os antropólogas/os señalan que hay varias definiciones de cultura, pero si de hablar en términos generales se trata, se puede concluir que la cultura es “un marco mental compartido” que se aprende en una sociedad, permitiendo su convivencia.
Algo así como un universo de costumbres que se van heredando y compartiendo, dentro del cual la gente logra convivir.
Como te darás cuenta, esta definición es neutral, no tiene connotación positiva ni negativa. La cultura simplemente “es lo que es”.
Bajo esta premisa, podríamos concluir que la “Cultura de Corrupción” es el conjunto de costumbres corruptas y contrarias a la integridad que sostienen a un grupo de personas o a una organización que logra convivir de manera “funcional” e -incluso- “eficiente”.
Hace sentido: si todas/os en ese “universo” son más o menos corruptas/os, cumplen con la premisa de convivencia y “todas/os contentos”.
Esto queda aún más claro en países y regiones como los nuestros, en los que la corrupción está tan normalizada que el extraño o el que no pertenece es aquella persona u organización que actúa de manera íntegra, siendo visto -inclusive- como una amenaza al “ecosistema”.
Sin embargo, por más elocuente y seductora que pueda sonar esta teoría, no me convence para nada.
Me niego a que se siga normalizando aún más la corrupción llamándola “cultura”.
Cultura significa cultivar, sembrar valores, principios y prácticas que favorezcan nuestro crecimiento como personas y organizaciones, buscando -por sobre todas las cosas- el bien común en la sociedad.
Como todo cultivo, debe realizarse con cuidado y con esfuerzo, estableciendo claramente los principios que permitirán desarrollarnos, los controles que mitigarán los riesgos a los que naturalmente estamos expuestos y los límites que no debemos cruzar si queremos lograr sostenibilidad en el tiempo.
Concretamente, al cultivo que me refiero es al de la Cultura de Integridad. Es decir, sembrar conciencia de hacer lo correcto siempre, sin importar si nos están viendo o no. Creer que la mejor forma de hacer las cosas y de cumplir objetivos de crecimiento y sostenibilidad en el mercado es ser íntegras/os. Ser conscientes de que el bien del conjunto (del grupo) se consigue a partir de conductas íntegras.
Estas convicciones implican mucho trabajo y esfuerzo por parte de quienes deliberadamente nos comprometemos a crear Cultura de Integridad.
OJO: La idea no es romantizar esta práctica.
Corporativamente hablando, te digo de la manera más clara y directa que no es tarea fácil, que es un ejercicio sumamente desafiante y retador, que se enfrenta a una resistencia dura y llena de intereses particulares que han existido desde tiempos inmemorables. Es una tarea que debe realizarse a tiempo completo, de forma constante y asegurándonos de que el compromiso de integridad provenga genuinamente de las más altas esferas de las organizaciones y que vaya decantando e interiorizándose en sus bases.
Dicho esto, llego a la conclusión de que la corrupción es la ausencia de la Cultura de Integridad; es decir, la ausencia de principios, controles y límites que nos permitan llegar al bien común.
Por “funcional” y “eficiente” que pueda parecer un sistema de corrupción, no es sostenible en el tiempo. ¿Por qué? Entre otras razones, porque favorece sólo a unas/os cuantas/os, a costa de hundir a la colectividad, sumiéndola en una pobreza extrema, arruinando -paradójimanente- el propio ecosistema que la corrupción necesitaría mantener.
Me quedo contenta si después de este Shot te quedas con ganas de reflexionar al respecto.
¡Disfrútalo y no olvides compartirlo con quien pueda serle útil!
Agradezco muchísimo a quienes colaboraron conmigo en la preparación de este Shot. Mil gracias Alex Huerta Mercado por seguir siendo el profesor capo y cool de siempre. Mil gracias Jaime B. Talledo y Alejandro Arrieta por las grandes conversaciones e intercambios de ideas. ¡Lo máximo!