El problema no es el problema
Parafraseando al Capitán Jack Sparrow cuando dijo “El problema no es el problema, es la actitud frente al problema”, yo diría, “el problema no es el riesgo, es la actitud frente al riesgo”. Permítanme explicar el punto.
Cada reunión que sostengo con quienes nos contactan interesados en un plan financiero, es una oportunidad para entender la forma particular que cada uno tiene para enfrentar y tomar decisiones sobre los aspectos relacionados a sus negocios, inversiones, incluso sus proyectos personales. Cabe mencionar que sus proyectos personales independientemente del ámbito de su realización, no son eventos aislados en la vida financiera de las personas, pues cualquiera de estos proyectos requerirá respaldo económico para su cumplimiento.
Les comento acerca de un par perfiles que me encuentro con relativa frecuencia. Primero están aquellos que en el pasado han tenido malas experiencias, ya sea invirtiendo directamente o de manera indirecta a través de Fondos Mutuos, como consecuencia de ello ahora no quieren oír hablar de acciones, bonos, etc. pues consideran que son inversiones “demasiado” riesgosas, limitan sus alternativas a productos como depósitos a plazo, y no quieren salir de ello. Tratando de entender su lógica, podría concluir que estas personas responsabilizan de manera implícita al Mercado y su volatilidad por su mala experiencia.
Permítanme esbozar el argumento de la defensa y exponer donde es que realmente yo veo el problema en este caso. Cuando estos inversionistas me cuentan sus experiencias, casi en la totalidad de los casos me refieren sus inversiones (por la vía que sea, directa o indirecta) en la Bolsa local. Ahí de arranque ya tenemos un problema, sus inversiones no están adecuadamente diversificadas. Quienes tienen la gentileza de tomarse el tiempo para leer este modesto espacio, saben que yo siempre he propuesto un esquema de diversificación global. Este enfoque nos permite asignar el patrimonio en los bloques regionales donde vemos fundamentos, en los sectores económicos que se favorecen del estado del ciclo económico y en las clases de activo donde vemos oportunidades. Si los mercados emergentes no se ven bien, nos movemos hacia los países desarrollados, si la tendencia de las políticas monetarias no favorece la inversión en bonos, entonces sobre ponderamos la renta variable (acciones). De esta forma podemos construir una cartera que no esté concentrada en un país/región, a un solo sector económico y en algunos casos a una clase de activos. Concentrar las inversiones si nos conduce a asumir riesgos innecesarios.
El otro problema que he podido identificar en estos casos es la falta de profesionalismo para realizar las inversiones. Ya no se trata de comprar tal o cual acción porque “un amigo” me dijo que va a subir. El desarrollo de los mercados globales ha conducido de manera inevitable a una mayor sofisticación de las inversiones, lo cual nos deja solamente dos opciones para el manejo de las mismas: o estudiamos y nos capacitamos, o contratamos un asesor. El punto es simple y ya lo he dicho antes, usted puede ser un excelente ingeniero, un médico prominente, el mejor carpintero de la ciudad, el goleador de la Bundesliga, o un empresario exitoso, pero en ningún caso el éxito en sus respectivas actividades u ocupaciones lo califica para administrar inversiones financieras. Es una falsa ilusión creer que lo sabemos y lo podemos todo. Como siempre digo en clases o en los seminarios en que participo como expositor, la mejor receta para perder dinero es meterse en algo que no conocemos. Si pretendemos hacer algo para lo que no estamos preparados, no es culpa del mercado, ni de la volatilidad, ni de los espíritus chocarreros si perdemos plata.
Otro perfil con el que he tenido oportunidad de conversar agrupa a algunos empresarios emprendedores con negocios exitosos. En muchos casos su respuesta considera dos criterios, por un lado consideran las inversiones en activos financieros altamente riesgosas comparativamente a sus negocios particulares (esta percepción es independiente del rubro en el que esta su negocio), y por otro lado, argumentan que el retorno esperado invirtiendo en activos financieros es bastante menor a lo que ellos generan como margen en sus empresas.
A continuación el argumento de la defensa. No voy a negar que las inversiones en acciones, bonos, notas estructuradas u otros tienen riesgo, pero esto no es un atributo exclusivo de los activos financieros. Toda inversión que realicemos involucra en mayor o menor medida riesgo. Lo que estos empresarios no toman en cuenta, es que si lo medimos como riesgo total, ellos están asumiendo mayor riesgo al concentrar todo su patrimonio en su negocio que si estuviesen diversificados en otras inversiones o activos.
Pienso que adolecen de una falsa sensación de seguridad atribuible a la creencia que el conocer bien su empresa y su negocio es suficiente para enfrentar cualquier contingencia. Pero permítanme explicarles algo, cuando hacemos inversiones nos exponemos a dos clases de riesgo. Existen los llamados riesgos específicos que afectan a una empresa o grupo de empresas, y pueden tener un origen normativo/legal, estar relacionados a la gestión del negocio, a variables críticas dentro de la industria, entre otros factores; y también están los riesgos de mercado que están más bien asociados a factores macro económicos, políticos, etc. El riesgo total de nuestras inversiones es la suma de ambos riesgos, y cuando la totalidad de nuestra inversión está concentrada en nuestro negocio estamos exponiendo al patrimonio personal/familiar a un riesgo específico alto, por lo que el riesgo total también es alto. Esto equivale a un inversionista que llama a su operador de Bolsa y le pide que compre acciones de la empresa ABC por el total de sus ahorros. Lo que le pase con las acciones de ABC le pasará a sus ahorros, de la misma forma que lo que le pase a su negocio, tendrá un impacto directo y total sobre su patrimonio. Que las acciones de su empresa no coticen en Bolsa no cambia el hecho que el valor de su negocio sea sensible a eventos específicos que afecten su viabilidad, como pudiera ser un cambio en la regulación que limite su crecimiento, o el surgimiento de nuevos competidores en la industria, o la aparición de productos sustitutos, o incluso cambios tecnológicos que los hagan menos competitivos si no se alinean a ellos, etc.
Diversificar el patrimonio en otras inversiones o activos permite reducir el riesgo específico, y como consecuencia el riesgo total. En este momento debo abordar el otro criterio, el de la rentabilidad. Para ello debemos tener claro que el objetivo de la diversificación no es ganar más, es gestionar el riesgo total de nuestras inversiones, y como consecuencia tendremos que aceptar un rendimiento promedio menor al que obtendríamos si nos mantenemos concentrados. Así es la vida señores, recuerden que “no hay almuerzo gratis en Wall Street”.
Me resulta curioso y totalmente contradictorio por ejemplo que algunos empresarios (incluso personas que no están directamente relacionadas con el quehacer empresarial) se resistan a invertir en activos financieros “porque son riesgosos”, pero sí especulan con el tipo de cambio y no coberturen su exposición a moneda extranjera. Este es un comportamiento que me sugiere un deseo por “aprovechar oportunidades” en el mercado de divisas. Si revisan la información financiera de algunas empresas que listan en Bolsa, verán que no es algo que se presente solo en empresas pequeñas o medianas. No voy a referirme a una empresa en particular, pero los EEFF del 2014 nos pueden ilustrar bastante bien acerca de las consecuencias de no coberturar la posición de cambios.
Como yo lo veo esto no es una práctica financieramente saludable. Mi posición es la siguiente, si mi negocio es hacer barquitos de papel, me dedico a hacer barquitos de papel y coberturo todo aquello que pueda afectar el resultado de lo que SI se hacer (o sea barquitos de papel). Como dicen “zapatero a tus zapatos”. Ahora, si no se pueden resistir a la tentación de buscar renta con el tipo de cambio, pues contraten a un especialista que lo haga. El tesorero de la empresa no necesariamente está capacitado para el “trading” de divisas.
Como ven señores el problema no es el riesgo. El riesgo está presente en todas las decisiones de inversión que evaluemos, incluso en nuestras decisiones personales, y muchas veces por desconocimiento terminamos asumiendo más riesgo del que somos conscientes. Resulta paradójico por ejemplo que renunciemos a invertir en activos financieros porque creemos que son riesgosos, y como consecuencia terminamos asumiendo (de manera inconsciente) un mayor riesgo total por efecto de la concentración del patrimonio. El riesgo no lo pueden evitar, pero si lo pueden gestionar, y de eso se trata.
Ya para terminar deseo dejarles una idea final. Cuando se hace gestión de patrimonios, la riqueza de la persona o la familia se ve como un todo, no en forma aislada como inversiones en Bolsa, o como nuestra empresa familiar, o las inversiones inmobiliarias si las tuviera. De la misma forma el riesgo hay que gestionarlo también de manera total, y no pensar en el riesgo de las acciones, o el riesgo de los bonos, o el riesgo de nuestro negocio visto individualmente. Bajo este enfoque lo relevante es cómo el invertir tal o cual clase de activos, afectará el riesgo total de nuestro patrimonio.