Sobre el ahorro y las inversiones
A lo largo de nuestra vida hemos escuchado a nuestros padres, a nuestros amigos, a nuestros compañeros de trabajo, etc. frases como “Ahorra, que la juventud no es eterna” o “Ahorra, guarda pan para mayo” entre otras frases o consejos. Cito estas dos expresiones porque me ayudarán a explicar el punto que deseo desarrollar ahora.
Si analizamos bien, a pesar de la aparente similitud de ambos consejos, el mensaje detrás de ellos es distinto cuando consideramos el objetivo que viene implícito en cada uno de ellos. Me explico, aun cuando en ambos casos se está aludiendo a la necesidad de ahorrar, en el primer caso estamos haciendo hincapié en el hecho que en algún momento deberemos jubilarnos y necesitaremos de un patrimonio que financie nuestra vida durante el periodo de retiro en que ya no generamos renta. En el segundo caso en cambio, nos enfrentamos a la posibilidad de un evento contingente adverso (pérdida del trabajo, una contingencia de salud, un revés inesperado en los negocios, etc.) que pudiera suceder, y que de materializarse requeriría de un patrimonio que nos financie mientras las cosas vuelven a la normalidad.
Me parece importante hacer notar la diferencia de objetivos en cada caso, porque en el marco de la gestión de patrimonios, el punto de partida y uno de los elementos que finalmente determinará la asignación estratégica de las inversiones (Asset Allocation) al momento de desarrollar el plan de inversiones, son precisamente los objetivos de inversión. Si regresamos a las expresiones con que inicié el post, la primera requiere una estrategia enfocada en el “crecimiento” del dinero previamente ahorrado. El segundo caso corresponde al típico Fondo para contingentes que toda persona debería mantener, y dado el objetivo o la razón de ser de dicho fondo, la estrategia debería estar orientada a la preservación del dinero, donde la prioridad de asumir riesgos bajos deberá ponderarse por encima de la búsqueda de altos retornos. Queda claro pues que tanto la estructura o composición de los portafolios, así como los riesgos a asumir deberán ser diferentes en cada caso.
También me parece relevante tener claro lo que es la Aversión al Riesgo, algo que todos tenemos, pero que muchos confunden con un sesgo psicológico que en finanzas conductuales se conoce como “Aversión a las Pérdidas”.
Un individuo con Aversión al Riesgo evita riesgos “innecesarios”. Por ejemplo, en inversiones existe lo que llamamos Riesgos de Mercado, es decir el riesgo asociado a la volatilidad de los precios de los activos que normalmente se asocia a factores macroeconómicos, políticos o sociales. También existe los llamados Riesgos Específicos, que son aquellos que afectan a sólo a uno o un grupo de activos (precio de commodities relevantes para cada empresa, huelgas, renuncia de gerentes clave, accidentes laborales, etc.).
Mediante la diversificación podemos minimizar los riesgos específicos, mas no los riesgos de mercado, los que estarán presentes aún si tenemos un portafolio muy bien diversificado por clases de activos y regiones. Un inversionista que se concentra en uno o pocos activos asumirá, además de los riesgos de mercado, también los riesgos específicos, con lo que la volatilidad de los rendimientos de su portafolio será mayor (como cuando invertimos todo el dinero en ATACOBC1, con lo que el rendimiento podría ser de +50% o de -40% por poner números cualquiera, lo que importa es el rango de variación). Ese es un riesgo innecesario que un inversionista racional evitará, pues sabe que el mercado lo compensará (prima de riesgo) por asumir riesgos de mercado, mas no por asumir riesgos específicos.
Un individuo con “Aversión a las Pérdidas” evitará invertir en activos que considere riesgosos simplemente porque sus emociones (ansiedad, temor, pánico) afectan la racionalidad de nuestras decisiones. Generalmente el origen de este temor es una mala experiencia previa, o a veces el simple desconocimiento de los mercados financieros.
Quise empezar enfatizando estas diferencias entre los objetivos perseguidos y lo que ello implica en la gestión de las inversiones, entre lo que es la aversión al riesgo y la aversión a las pérdidas, porque me permitirán romper algunos mitos que surgen a partir de ciertas aversiones mal entendidas por parte de algunas personas.
Que nos quede claro, Ahorrar no es igual a Invertir. El perfil de un ahorrista tradicional es de baja tolerancia al riesgo, por lo que deberá resignarse a los rendimientos bajos. Su estrategia busca básicamente preservación del capital y rentas. Los instrumentos clásicos para este individuo son las cuentas de ahorro y los depósitos a plazo. Por su parte, un inversionista posee una mayor tolerancia al riesgo, y por ende espera obtener mayores rendimientos. Su estrategia es de crecimiento del capital lo cual logrará mediante las ganancias de capital que realice en sus inversiones. Los instrumentos clásicos de este individuo son la inversión directa en Acciones y ETF´s, inversión en FFMM, inversiones en real estate, inversiones en sector real, entre otros. En la gestión de patrimonios son utilizados tanto el ahorro, que provee liquidez y preservación de parte de la riqueza, como la inversión, que permite el crecimiento y acumulación del capital.
Hay dos conductas o posiciones de cara a las inversiones que debemos desmitificar. Primero, si queremos que nuestro dinero crezca, debemos invertir. Solamente ahorrando el dinero no crece. Recuerden que el ahorro básicamente busca preservación. Se coloca el dinero en productos de bajo riesgo (perfil con poca tolerancia), y por ende los rendimientos generalmente están abocados a protegernos de la inflación (preservación).
Segundo, es incorrecto suponer que si tenemos una elevada aversión al riesgo, solamente debemos invertir en Depósitos a Plazo. En principio recuerden que el riesgo se gestiona, y la forma de hacerlo no es dándole la espalda a todo el abanico de oportunidades de inversión, solamente porque son riesgosas. La verdad es que el riesgo que asumimos en un portafolio de activos financieros se puede moderar según la forma en que se estructure dicho portafolio. Por ejemplo, por clase de activos se puede ponderar aquellos de menor riesgo relativo como la Renta Fija o Bonos, por sobre los de mayor riesgo como las Acciones o Renta Variable. Incluso en cada clase de activos podemos re perfilar el riesgo de las inversiones. Para poner un par de ejemplos, en Acciones podemos elegir asignar un mayor peso a las llamadas “Acciones Defensivas”, con lo que el riesgo total del portafolio se reduce. En renta fija o bonos podemos elegir Duraciones bajas de tal forma que la sensibilidad del precio a cambios en la tasa de interés de estos instrumentos sea menor, logrando de esta forma que el riesgo también será menor.
Debo insistir, el riesgo se gestiona. No hay que asustarse cuando nos dicen que hay que incluir activos riesgosos en el portafolio, pues cada clase de activo cumple su función al momento de diseñar la estrategia de inversión. No debemos dejar que nuestros miedos limiten la posibilidad de alcanzar nuestros objetivos financieros (personales o familiares).