Latinoamérica: ¿Por qué es la región más desigual del mundo?
Por Lyssete Bueno, alumna de Administración de la Universidad del Pacífico
El surgimiento casi simultáneo de protestas en diversas naciones de Latinoamérica ha puesto en discusión la desigualdad en la distribución de riqueza en la región. Para poder tener una mejor comprensión sobre este fenómeno, es necesario conocer las causas y las tendencias que se han presentado en la última década.
Las mediciones
En el 2014, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (ECLAC) mostró que un 10% de la población en la región era propietaria del 71% de la riqueza total. Esta cifra la convierte en la región con mayor desigualdad económica en el mundo. Se calculó que si la tendencia de concentración continuaba en el 2020, el 1% de la población tendrá más riqueza que el 99% restante.
Las causas
El Banco Mundial señala en su documento “Desigualdad en Latinoamérica” tres fuentes de la problemática: El sistema tributario y el gasto público, las raíces históricas de la desigualdad en la región y los mecanismos económicos de persistencia de desigualdad.
Los sistemas tributarios de la región tienen un mínimo efecto redistributivo por su dependencia en impuestos indirectos (como el IGV) que son constantes en la población. En algunos casos incluso los impuestos agravan la desigualdad, como fue el de Chile a pesar de tener uno de los sistemas tributarios más efectivos de la región.
En relación con la historia de la desigualdad en la región, el origen de la problemática fue la desigualdad inicial producto de la colonización europea y las instituciones que la reforzaban. Dicha situación no mejoró después de la independencia de las colonias ya que la élite criolla obtuvo el control efectivo de las instituciones y continuó reproduciendo y reforzando distribuciones desiguales de riqueza, capital humano e influencia política. En el siglo XIX, esto se aseveró por el creciente retorno de la tierra (altamente concentrada) y la educación (de limitado acceso).
Finalmente, el último punto determina que los mecanismos de mantenimiento de la desigualdad en la región son (1) la distribución moderadamente desigual de dotaciones educativas, (2) la prevalencia de altos retornos de la educación en el mercado laboral, (3) los patrones de formación del hogar con altos niveles de clasificación matrimonial (similar nivel educativo entre esposos) y una amplia correlación negativa entre el número de niños e ingreso familiar per cápita y (4) el rol de del alto pero pobremente dirigido gasto público.
Las tendencias
El reporte de CEPAL titulado “Panorama Social de América Latina” destaca de que si bien hubo un importante avance en la reducción de la pobreza de la región entre el 2002 y el 2014 (de 45,4% a 27,8%), desde el 2015 los niveles de pobreza y pobreza extrema, han incrementado, registrando 30,8% y 11,5% respectivamente en el 2018. No obstante, esto se debió a aumentos de pobreza en Brasil y Venezuela ya que el resto de la región sí redujo este indicador aunque en menor magnitud que en el periodo 2008-2014.
Por otro lado, cabe destacar que de los dos principales mecanismos de reducción de la desigualdad, el que ha prevalecido en casi todos los países es el aumento de ingresos laborales de la población de menos recursos y no las transferencias públicas de sistemas de protección social. Asimismo, los países que utilizaron ambos mecanismos son los que presentaron mejores resultados en este aspecto.
El reporte mencionado indica a su vez una tendencia levemente creciente de los ingresos del 1% más rico de cuatro de cinco países evaluados en la región. Afirma que el uso de mejores indicadores para medir la desigualdad, tales como la distribución de los activos físicos y financieros, atempera las mejoras reportadas por indicadores como el coeficiente de Gini. Esto demuestra la necesidad de elaborar mediciones más completas.
El camino a una sociedad más equitativa
No hay duda de que la reducción de la desigualdad continuará en la agenda política de los países latinoamericanos, especialmente ante protestas producto del descontento de la población. A ello, se suman los problemas relacionados con el cambio climático, los movimientos migratorios y la incertidumbre respecto a la revolución tecnológica que podrían complicar la situación. Por ello es importante que los gobiernos actuales aborden esta problemática de manera estructural, especialmente en miras al cumplimiento de la agenda 2030 de Desarrollo Sostenible que busca lograr una sociedad más justa y equitativa.