Nuestro hogar está en llamas
Natalia Guerra-Garcia, alumna de Economía de la Universidad del Pacífico
En los últimos meses han circulado en las redes sociales dolorosas fotografías en las que figuran bosques hechos ceniza. Estas escenas, aunque resultan sorprendentes e impactantes, cada vez se pueden ver más en nuestro planeta. El cambio climático, de origen antropogénico (causado por humanos), ha aumentado las temperaturas promedio, la intensidad de las olas de calor y creado un ambiente propicio para sequías e incendios. Según Deloitte Access Economics (2017), el costo anual por desastres naturales en el que incurre Australia es de $9 billones en promedio y, para 2050, podría llegar a ser de $27 millones si es que se mantiene la tendencia creciente del número de incendios anuales y las temperaturas.
El impacto económico que generan los incendios forestales es difícil de medir con exactitud dada la pérdida invaluable de vida y los daños ocasionados al medio ambiente. No obstante, se pueden identificar diversas maneras en las que los incendios impactan a las economías.
En una primera instancia, los incendios forestales de las magnitudes últimamente vistas, tales como la quema de 906,000 hectáreas en Brasil y 18 millones de hectáreas en Australia, tienen un impacto negativo a largo plazo sobre el medio ambiente. En Brasil, la intensidad de los incendios podría cambiar los patrones climáticos de las zonas que han sufrido incendios, convirtiéndolas en sabana. Así contribuirían al cambio climático no solo por las partículas tóxicas de dióxido de carbono que emanan, sino por la destrucción definitiva de árboles y vegetación que normalmente eliminan estas emisiones tóxicas de la atmósfera.
Por el lado de la fauna silvestre, lo que está sucediendo es una pérdida mundial de biodiversidad. Según el Programa Medioambiental de las Naciones Unidas, más del 80% de las especies terrestres de animales, plantas e insectos encuentran su hogar en bosques. En Australia, se estima la muerte de 1 billón de animales, sin incluir murciélagos e insectos, a causa de la pérdida de sus hábitats y recursos alimenticios.
Más aún, existe una pérdida tangible de infraestructura que incluye hogares afectados por los fuegos, establecimientos de servicios tales como educación, negocios, entre otros. En el 2018, a causa del incendio conocido como Camp Fire, el pueblo de Paradise ubicado al norte del estado de California desapareció en su totalidad. Se destruyeron 18,733 edificaciones y hubo 85 muertes, convirtiendo a Camp Fire en el desastre natural más costoso del mundo de aquel año, valorizado en $16.5 millones. En los incendios de Australia, por su parte, se han destruido más de 5,900 edificaciones, incluyendo 2,800 hogares.
Por otro lado, los incendios forestales de gran magnitud implican un gasto público inmediato y elevado para combatir los fuegos. El primer ministro australiano, Scott Morrison, anunció la creación de la Agencia Nacional de Recuperación de Incendios Forestales, que utilizaría un fondo de $1,375 millones y funcionaría en un periodo de dos años. El objetivo de esta agencia es apoyar a las familias, granjeros y negocios en su recuperación tras los incendios. El dinero se utilizará para reconstruir calles, autopistas, infraestructura de telecomunicaciones, proveer apoyo en salud mental y restaurar el impacto ambiental. En los incendios ubicados en California, el costo total relacionado a la lucha contra los fuegos fue alrededor de $1 billón; monto que superó la cifra máxima de $773 millones a la que había llegado el Departamento de Bosques y Protección en toda su historia.
Respecto a la salud, esta se ve golpeada fuertemente por el humo y las partículas tóxicas difundidas por el aire. Esto puede generar problemas respiratorios, debilitar el sistema inmunológico e incluso concluir en hospitalización o fatalidad. Tan es así, que en 2019 el humo ocasionado por los incendios forestales de la Amazonía de Brasil generó oscurecimientos o dark-outs en Sao Paulo, a 2,700 km de donde se encontraban las llamas.
Desde otra perspectiva, en Sídney, el humo que descendió sobre la ciudad costó entre $8.3 millones y $34.5 millones, según SGS Economics and Planning. Estas cifras se darían por ausencias en el trabajo a causa de problemas de salud, interrupción de servicios de transporte y empleados abandonando sus escritorios a causa de alarmas de incendio.
Con relación al comercio, Australia, país conocido por ser seguro para viajar, ha perdido atracción turística. En efecto, ha recibido un golpe a la baja en lo que es usualmente su temporada alta. Por el lado de Brasil, la Amazonía es hogar de grandes cantidades de recursos naturales tales como la madera y el caucho. La producción de este par de bienes contribuye en $8 billones al PIB anual de Brasil, por lo cual la escasez de los recursos naturales de los que provienen presentaría un riesgo para la estabilidad económica del país y de los países a los que exporta. Asimismo, la pérdida de grandes cantidades de vegetación afecta la cantidad de lluvia en todo el continente de América, lo cual altera el sector agrícola de la región y sus cultivos.
En síntesis, las temporadas de incendios forestales de las magnitudes últimamente vistas, generan un impacto negativo a corto y largo plazo y, si todo continúa como está, posiblemente irreparable. La evidencia es visible, en diciembre de 2019 Australia rompió el récord de temperatura más alta en su historia, con un promedio de 40.9 grados Celsius. En Brasil, la eliminación de políticas protectoras del medio ambiente ha permitido un aumento en la deforestación por quema de bosques para actividades agrícolas o de ganadería, elevando el riesgo de incendios. Aunque los incendios sean locales, la crisis es internacional, y gobiernos que no prioricen el cuidado del medio ambiente y la reducción de emisiones de efecto invernadero en sus industrias como parte de su paquete de política públicas, pondrán en riesgo a su población y a la del planeta Tierra en su conjunto.