La educación en tiempos de coronavirus (y wifi)
Por Natalia Guerra García, estudiante de Economía de la Universidad del Pacífico
El pasado miércoles 11 de marzo el presidente Vizcarra anunció la postergación del inicio de clases del 16 de marzo al 30. Esta medida incluía colegios y, más adelante, también se unieron las universidades. Con un anuncio oficial del Poder Ejecutivo, todas las instituciones educativas dejaron de tener clases presenciales hasta que finalice la “cuarentena”.
Medidas similares han sido aplicadas a nivel global dada la propagación del COVID-19. Según la UNESCO (actualizado al 17 de marzo, 2020), los gobiernos de 115 países han anunciado o implementado el cierre de instituciones educativas para intentar controlar la pandemia. De este total de países, 105 cerraron las instituciones educativas parcial o totalmente a nivel nacional, lo que impacta aproximadamente a más de 959.2 millones de niños y jóvenes. Los 10 países restantes han implementado cierres locales y, si estos cierres se ampliaran a un nivel nacional, se interrumpiría la educación de otras decenas de millones de estudiantes.
Dado que la propagación del virus no tiene un fin establecido, no es segura la fecha en la que las instituciones educativas volverían a abrir y a funcionar con normalidad. Es por ello que muchas han buscado soluciones alternativas ante la ausencia de clases presenciales.
En China, una plataforma llamada National Cloud-Platform for Educational Resources and Public Services, permite que millones de estudiantes chinos tengan acceso a servicios educativos durante el cierre. En Francia, Ma clase à la maison provee clases virtuales accesibles a través de smartphones o computadoras y permite que los profesores organicen allí sus clases. En Italia, Nuovo Coronavirus, una plataforma creada a raíz de la pandemia, establece una guía para la respuesta correcta de las instituciones educativas frente a la emergencia del COVID-19. En Kuwait, MOE video channel es un canal de YouTube que contiene videos de las clases y conferencias de docentes. El Ministerio de Educación de Irán programó tiempo en la televisión para cada grado educativo. En Japón, la plataforma MEXT apoya la educación virtual por edad, nivel educativo y materia (UNESCO, 2020).
En el caso de Perú, algunas universidades y colegios están haciendo su mejor esfuerzo para acomodarse a la situación y proveer clases virtuales. Sin embargo, no todos los peruanos podemos acceder con facilidad a plataformas de este estilo.
De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI, 2017), solo el 28.04% de los hogares censados en el 2017 tenía acceso a internet. Asimismo, solamente el 33.74% tenía una computadora, laptop o tablet y solo el 37.57%, conexión a T.V por cable o satelital. En el departamento de Loreto, por ejemplo, solo en la provincia de Maynas el 19.25% de su población tiene acceso a la red y en las seis provincias restantes menos del 8% tiene acceso, siendo el menor porcentaje 0.96% en la provincia Mariscal Ramón Castilla.
Es evidente que la gran mayoría de nuestro país no podría continuar con su educación a través de clases o plataformas virtuales, considerando que los hogares con estas limitaciones son no solamente aquellos donde viven los estudiantes, sino también los docentes.
Emergencias de la escala como la que estamos viviendo desnudan las grandes debilidades de países como el nuestro. Perú tiene altos niveles de desigualdad y diversas brechas por cerrar. La “cuarentena” es una molestia, sí, pero no porque uno se aburra o porque da “flojera” conectarse a clases virtuales desde casa, sino porque restringe indefinidamente el acceso a la educación a las personas que más la necesitan para salir adelante.
Cuando esta situación llegue a su fin, no dejemos de tener presente las debilidades que se han puesto en evidencia. Es crucial implementar políticas necesarias para evolucionar hacia una sociedad de la información, una sociedad en la que la creación y distribución de la información permita la integración a nivel cultural, social y económico. Políticas de banda ancha efectivas y que beneficien a todo el país permitirían un desarrollo socioeconómico más inclusivo y las ventajas del Internet y sus derivados las tendríamos todos los estudiantes peruanos.
Es importante que el Estado le otorgue prioridad a la inversión pública para el desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación e infraestructura correspondientes. Así, se podrá ofrecer servicios públicos de mejor calidad y estaremos un paso más cerca de cerrar las brechas existentes y de fortalecernos como nación para enfrentar sin miedo y sin tantos costos y pérdidas futuras amenazas como la pandemia que enfrentamos hoy.