El riesgo de asumir en el trabajo
¿Cuántas veces has comunicado como afirmación algo que es supuesto? Uno de los principales problemas de comunicación en las empresas deriva de opiniones, habladuría y sesgos que se asumen como hechos concretos. Esto puede llevar a una inadecuada toma de decisiones, un liderazgo minado y procesos menos ágiles, lo cual tiene un alto costo para las empresas. El reto consiste en que los líderes de equipos puedan identificarlas para brindar herramientas que contribuyan a relaciones más directas.
Aquí algunos ejemplos, aparentemente inofensivos:
“A él no le importa nuestra opinión. Siempre se hace lo que los jefes dicen”
“Si no han aprobado el presupuesto, es porque la empresa está muy mal.”
“Si no te han dado feedback, significa que te van a despedir.”
¿Alguno te resulta conocido?
Recientemente estuve viendo un caso que me llamó la atención, sin embargo, ocurre con mucha más frecuencia de lo que uno esperaría. Me contrataron para brindarle a un equipo herramientas para la gestión de conflictos. Lo que encontré, en realidad, era solo un síntoma de un motivo más profundo. Cada uno de los involucrados tenía una idea totalmente distinta de lo que estaba mal en la empresa. ¿Y saben qué? Ninguno estaba equivocado. Y el hilo conductor era precisamente que todos asumían una razón, verdad o circunstancia como cierta y no hacerse cargo de ello, seguía entorpeciendo la comunicación y llevando a acciones que iban de espalda a los objetivos establecidos.
Culturalmente, nos gusta mantener secretos, esparcir rumores y nos cuesta muchísimo la asertividad. Siempre lo digo, es más rico hablar de mi jefe con mi compañero (y más seguro) que solicitar una reunión y exponerme a ser vulnerable, ordenar y exponer mis ideas, sin mencionar que así podríamos estar sujetos a cualquier consecuencia.\
El gran problema con esto es que asumir trae mucha inestabilidad, rompe relaciones de confianza, genera incertidumbre y, lo más absurdo, hace que procesos simples tomen mucho más tiempo.
Entonces, ¿qué podemos hacer?
-Cuestionar todo. Esto no significa volverse inconformista. Si escuchas algo que te genera ruido o que crees que no sea correcto, lo mejor es elevar la consulta a una persona que pueda brindar una respuesta certera.
-Hacer muchas preguntas. Todo parece obvio hasta que lo tienes que hacer y aparecen las dudas. Aunque pueda ser incómodo e incluso hacernos ver como inseguros, lo cierto es que hacer preguntas aporta mucha más claridad incluso para el líder dando las directrices.
-Establecer límites. Por ejemplo, si nos piden una tarea no contemplada, no solicitar recursos adicionales, mencionar posibles consecuencias o incluso pedir una extensión, puede llevarnos a descuidar un proyecto en curso, resentimiento a nuestro jefe y habladuría dentro de la oficina. Establecer límites es ser responsable y hacerse cargo, aunque solemos hacer exactamente lo contrario.
-Aprender técnicas de manejo de conflictos aplicados al trabajo. Muchas veces nos sentimos abrumados por la brecha con los puestos de mayor jerarquía. Lo cierto es que siempre tenemos más poder del que creemos y la forma en que reaccionamos y nos comunicamos puede llevarnos a un resultado aún mejor del esperado y aumentar nuestro nivel de confianza.
Como suele suceder, la respuesta suena sencilla. Ponerla en práctica y mantener mejores prácticas en el tiempo es el reto. Pero de que vale la pena, claro que sí.
Hasta una próxima,
Debora