¿Podemos dejar nuestros problemas en la puerta?
Recuerdo, hace no tantos años, que era un estándar decir que al cruzar la puerta de nuestro lugar de trabajo, debíamos dejar afuera nuestros problemas personales y luego recogerlos al momento de nuestra salida.
La intención detrás tenía un fondo optimista: No cargar a los demás colaboradores ni a los clientes y ponerle la mejor actitud a la jornada que recién empezaba.
Sin embargo, actualmente tenemos más información y, por ende, podemos tomar mejores decisiones en cuestión de cómo gestionamos a nuestros colaboradores. Ahora sabemos que esta idea de separar nuestras emociones personales del entorno profesional, solo causa frustración, contribuye a disminuir nuestros recursos para mantener una buena higiene mental y causa que muchas veces haya una reacción desmesurada a un estímulo cualquiera. Esto no solo afecta a nuestros colaboradores de manera personal y puede ocasionar disminución en su rendimiento y capacidad de hacer frente a las adversidades, sino que también puede incrementar la tasa de rotación, algo tanto temido como normalizado en algunas industrias.
En las líneas que siguen, exploraremos esta evolución y por qué la gestión emocional es esencial en el trabajo.
La Antigua Norma: Ocultar emociones. Durante décadas, se ha esperado que los colaboradores supriman cualquier emoción “no esperada” en el turno laboral. Esto incluía algún tipo de frustración o molestia con jefes, pares o, incluso, clientes. Cualquier signo de vulnerabilidad y defogue era considerada como signo de debilidad, exceso de expresión o potencial problema ya que se podrían quebrar en cualquier momento.
La Nueva Perspectiva: Gestionar emociones. Hoy en día, se reconoce cada vez más que las emociones no pueden simplemente relegarse a la esfera personal. La gestión emocional en el trabajo se ha convertido en una habilidad valiosa. En lugar de ocultar emociones, se nos anima a comprenderlas, enfrentarlas y descifrar qué nos han venido a enseñar.
Beneficios de la Gestión emocional en el trabajo
1. Mejora del clima laboral: fomentar un ambiente en el que los colaboradores se sientan libres para expresar sus emociones y preocupaciones (en el momento y tenor adecuado, claro está) conduce a un clima laboral más saludable y colaborativo.
2. Toma de decisiones más informada: ¿Cuántas decisiones laborales se toman diariamente con la “cabeza caliente”? La conciencia emocional permite discernir si es momento de tomar una decisión, si se necesita un espacio para autoregularnos o se necesita más información de la otra parte.
3. Resiliencia: la gestión adecuada de las emociones nos permite entender que cómo nos sentimos en el presente no determina nuestro futuro y al entender que las emociones y situaciones son temporales, nos impulsa parar para analizar y cambiar de estrategia. Eso nos vuelve más fuertes y corajudos ante futuras adversidades. No nos volvemos víctimas de las circunstancias, sino buscamos aprender de ellas.
4. Empatía: Reconocer las emociones, partiendo por uno mismo, permite conectar con las circunstancias que tanto clientes como colaboradores traen a la mesa en un día cualquiera. Ojo que la empatía no permite que nos abrumemos en las emociones ajenas, todo lo contrario, permite que identifiquemos las emociones ajenas sin salirnos de nuestro propio mundo emocional.
Cómo incentivar la gestión de emociones en el trabajo
1. Autoconciencia: promover a través de iniciativas, lo provechoso que es reconocer nuestras propias emociones y sesgos y cómo nos afectan en nuestras relaciones con otros colaboradores y con nuestros clientes.
2. Comunicación: establecer vías para para compartir de manera constructiva acerca de cualquier conflicto que pueda surgir en el trabajo.
3. Establecer límites: No podemos dar desde un recipiente vacío. Pedir más información antes de aceptar una asignación y aprender a hacer preguntas y buscar situaciones ganar – ganar, son tan valoradas y necesarias no solo en lo laboral, sino también en lo personal.
Es hora de romper el mito de que la expresión de emociones es negativo. Somos personas emocionales que razonamos. Y mientras más empresas adopten una apertura de brindar la asistencia para que las emociones se canalicen hacia la productividad, gestión de ideas y manejo de conflictos, es que realmente van a gozar los beneficios que pueden traer.
Nota final: Es importante recordar que la gestión de las emociones no implica ventilar todos los problemas personales en el trabajo ni de adoptar la costumbre de decir todo lo que pasa por nuestra mente. Se trata de encontrar un equilibrio saludable entre la expresión emocional y el cumplimiento de nuestras responsabilidades.
¿Qué tanta relevancia se le da a la gestión emocional en tu empresa?
Hasta una próxima,
Debora