Autoempatía para equipos
¿Practicas la autoempatía? Primero, hablemos de empatía, que sin duda, es una de las habilidades más representativas de la inteligencia emocional. En entornos laborales , es una habilidad muy buscada pues ayuda en la formación y afianzamiento de equipos, a conectar con los clientes y a detectar sus necesidades, por dar unos ejemplos. Cuando hablamos de empatía, se suele escuchar que significa ponerse en los zapatos del otro. En realidad, me parece uno de los conceptos de los que más se habla, sin embargo, de los que menos hemos entendido.
Para explicar esto último, me gusta ir al concepto de empatía utilizado por Carl Rogers, en el que dice que ser empático significa: “internarnos sinceramente en el problema tal y como lo vive el otro sin interpretarlo, ni evaluarlo, ni dar consejos, ni tranquilizar, ni inquirir.” Con esto, quiero decir que la empatía suele confundirse con sentir lo que el otro siente o tratarlo como a mí me gustaría que me tratasen, lo cual podría generar menos conexiones genuinas y asumir que los demás necesitan exactamente lo que uno necesita.
En este sentido, algunos de los mitos más relacionados a la empatía son:
-Tenemos que igualar el estado emocional de la otra persona. Es decir, si no me siento igual de afectada que ellos, entonces no puedo entenderlos. Esto no es necesario ni recomendable. Si la empatía te invita a darle un espacio al otro para que exprese lo que le está pasando, igualar el estado emocional evita que le tiremos un salvavidas y hace que las dos personas no puedan encontrar un respiro o hasta se ahoguen juntas.
-Hay que tratar a las personas como nos gustaría que nos traten a nosotros. Cada persona es única y yo no necesariamente necesito lo que necesitan los demás. Uno necesitará más paciencia y otra puede que necesite más rapidez en una respuesta, por dar un ejemplo. Indagar y mostrar curiosidad y apertura es siempre el mejor camino.
-La empatía nos permite ser mejores consejeros. En realidad, la empatía nos invita a escuchar sin opinar, sin dar consejos, sin comparar experencias y sin minimizar el dolor. Suena sencillo y en la práctica es muy complicado. ¿Por qué? Porque en parte nos cuesta muchísimo solo escuchar, la vulnerabilidad y dejar que las emociones se queden en el ambiente. Por eso, queremos ir directo a “hacer” algo (a solucionar) y eso ya no es empatía.
Y ahora, de regreso a nuestro tema principal. No solo confundimos ser empáticos con ser buena gente o compasivos, sino que en entornos laborales muchas veces frustra conversar de esto porque se percibe como ser sumisos o demasiado flexibles y genera rechazo. Cuando esto pasa, es que nos saturamos cuando no estamos siendo autoempáticos.
Se nos habla mucho de la empatía y el trato hacia los demás y eso está bien. No solo se nos debería de hablar más de eso, sino de discutir qué acciones concretas se pueden hacer al respecto. Lo que no vemos, es que en este proceso se nos exige y no se nos enseña a autoregularnos, a dejarnos saber que la mejor empatía, es la que nos expresamos a nosotros mismos.
Esto lo vi de primera mano en un teambuilding para líderes que co facilité recientemente, donde en una sección veíamos las maneras en las que se solía creer que éramos empáticos cuando en realidad no lo éramos. Me gusta mucho esta sección porque la primera vez que leí acerca de esto, me identifiqué con casi todas las maneras en las que no era empática cuando precisamente pensaba que lo era. ¿Y adivinen qué? Causó mucho rechazo y malestar. Una participante me dijo que se exigían demasiadas cosas y que esta información solo añadía a todo lo que ya se pensaba que ella no hacía bien.
Luego de esto, fuimos a la raíz. TODO empieza con conocer nuestros límites. En el trabajo, muchas veces queremos agradar o no queremos “quedar mal”. Queremos ser percibidos como que trabajamos en equipo, que somos flexibles, que somos productivos, en fin, que todo lo podemos. Lo que pasa realmente es que después nos frustran las personas que no son consideradas con el tiempo de uno, que no piensan en los demás, que no hacen la parte del trabajo que les corresponde, etc. Si analizas dónde empezó esto, lo más probable es cuando no definiste bien tus límites, cuando no hiciste preguntas antes de aceptar una asignación que no te correspondía o cuando aprobaste vacaciones a costa de lo que significaría para el resto del equipo.
Si esto resuena contigo, no estás solo y es más común de lo que pensamos. Según Kerry Patterson, co autora de Conversaciones difíciles, en algún momento de pequeños, cuando nos preguntaron nuestra opinión y fuimos sinceros y vimos la expresión de dolor en alguien a quien queríamos, tomamos una decisión que nos marcaría para siempre. Elegimos agradar antes que la sinceridad, es decir, que aprendimos a tomar malas decisiones desde muy temprano en nuestras vidas. En especial, a costa nuestra.
Lo positivo es que reconociendo esta necesidad de pensar primero en nuestro bienestar para luego poder ser una fuente de estabilidad para nuestro equipo, estamos avanzando a pasos agigantados. Por esta razón, dejo algunos consejos para practicar la autoempatía:
-Practica el “no” sin justificaciones. Que sea algo pequeño y que, evidentemente, no afecte el funcionamiento del área. Puede ser, por ejemplo, que no nos provoca ir a un after office. En vez de ir si no queremos y prometernos que nos iremos después de una copa o de inventar excusas o explicaciones, simplemente poder decir: “Muchas gracias, esta noche no la hago.” Sin disculpas ni pretextos. Y culturalmente nos cuesta. Esta práctica irá generando caminos para poder decir que no en otros temas de mayor relevancia. Pero siempre los cambios duraderos, se ven de menos a más.
-Encuentra alguna manera de mostrarte vulnerable con tu equipo. Es posible que en vez de tratar de resolver todo por tu cuenta u ocultar lo que viene pasando, tu equipo requiera o pueda ser de ayuda en una situación laboral complicada. Porque las evasivas o tomar acción a escondidas, precisamente genera desconfianza y supuestos. Mostrar vulnerabilidad a través de la sinceridad es la ruta menos tomada y la que nos puede llevar más lejos si buscamos tener un equipo sólido y comprometido.
-Trabaja en la curiosidad. En vez de asumir y juzgar a los demás y a nosotros mismos, rerocede dos pasos y pregúntate qué es lo que realmente quieres obtener, qué necesidad hay detrás de ese comentario que no te cayó bien. Porque lo que suele decir es que vamos por resultados que en el fondo ni siquiera deseamos o que no nos aportan real valor.
Recuerda que nunca nada paga tanto como trabajar en ti mismo.
Hasta una próxima,
Debora