Hacia una movilidad urbana sostenible en Lima
Por Sofía Guerrero*
Coautores: Irene Portabales / Ignacio Sánchez
Uno de los problemas más visibles de la capital peruana es el tráfico vehicular. Las avenidas colapsadas se han convertido en una estampa habitual en esta gran metrópolis, generando contaminación, accidentes, inseguridad y perdida absurda de tiempo. ¿Recuerda la última vez que se desplazó sin escuchar el ruido del claxon o sin quedarse atrapado en uno de esos interminables atascos?
Un cambio es posible; para ello, la ciudad de Lima debe avanzar hacia un modelo de movilidad sostenible.
A pesar de las iniciativas para establecer una red eficiente de transporte público, queda mucho camino por recorrer: según el Séptimo Informe de Percepción sobre Calidad de Vida del observatorio ciudadano Lima Cómo Vamos, el 52.9% de los limeños y el 41.8% de los chalacos (personas que viven en el Callao) considera al transporte público como el segundo problema más importante de la ciudad. El uso de las opciones de carácter más formal y con mayor capacidad (Metropolitano y Línea 1 del Metro) es todavía residual. Solo 1 de cada 10 ciudadanos opta por estos sistemas, priorizando otra alternativa como las líneas de combis, utilizadas por el 60.4% de la población. Paradójicamente, la calificación que recibe su servicio es de “malo o muy malo”.
No obstante, hay margen para la esperanza. Junto a estos avances iniciales en la modernización del transporte urbano de alta capacidad, el uso de los modos no motorizados crece año tras año. Más de una quinta parte de los hogares en el país tienen una bicicleta y en algunas ciudades, como en Cusco, los modos de transporte no motorizados y públicos son los más utilizados (85% del total). Esta tendencia, aunque a menor escala, también se ve replicada en Lima, lo que demuestra que un modelo de movilidad alternativo es posible.
El desafío principal, por tanto, consiste en proporcionar a Lima Metropolitana las soluciones de movilidad eficiente y segura que requiere. Estas deben presentar algún atractivo o ventaja para los usuarios que pueda motivar el cambio en sus hábitos diarios. Es fundamental tener en cuenta especialmente a la población con menos recursos, que suele verse relegada a una segunda posición al no vivir en el entorno de las zonas conectadas por las redes de transporte público y deber tomar varios modos de acceso, lo que provoca un encarecimiento del costo de viaje total. En estos casos, se requieren soluciones especialmente diseñadas para favorecer la transición al sistema formal de transporte público sin que suponga un impacto económico adverso, y que facilite la interconexión entre los distintos modos con una red integrada.
Como habrá podido suponer, la solución no es única, sino que involucra diversos ejes a considerar:
- Desarrollo de una red de transporte público de calidad, eficiente, seguro y sostenible, siempre adecuado y dimensionado según las necesidades y realidades locales.
- Impulso del transporte no motorizado (incluyendo ciclistas, peatones y personas con movilidad reducida) mediante políticas y programas de actuación que incluyan todas las fases: planificación de la red, diseño y construcción de la infraestructura, consideración de la accesibilidad y la seguridad vial para todos los usuarios.
- Fomento de la multi-modalidad, logrando una integración física, operativa y tarifaria de los distintos sistemas de transporte público, planificando y reordenando el modelo actual, y reduciendo el impacto sobre los usuarios con menores recursos.
- Fortalecimiento de las instituciones públicas, con mecanismos y políticas eficaces de coordinación y gestión integrada de la red de transporte público, así como con la capacitación del personal, permitiendo un trabajo más organizado y eficiente.
- Fomento de la seguridad y educación vial, creando una cultura de respeto entre todos los usuarios de la vía y de seguimiento de las normativas de circulación.
Con todo ello, se consigue mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Los beneficios de aplicar políticas en favor de una movilidad sostenible son múltiples. En primer lugar, al lograr una reorganización, colectivización y optimización del transporte motorizado, se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero y, por ende, el impacto climático. En segundo lugar, un mejor control del tráfico y respeto de la normativa incide directamente en la accidentalidad, mejorando la protección de los usuarios más vulnerables de la vía. Por último, el impacto sobre el acceso a mejores oportunidades sería notable, incrementando la accesibilidad tanto a nuevas oportunidades laborales como a servicios públicos básicos (sanidad, educación, etc.). A modo de ejemplo, se calcula que la integración de la futura línea 2 de metro con la red existente de transporte aumentará en un 25% el número de trabajos a los que podrán acceder los usuarios de la línea, dado que en un trayecto de 60 minutos podrán recorrer más distancia, tendrán al alcance entre 100,000 y 200,000 posibilidades adicionales de empleo.
En definitiva, se trata de un proceso que requerirá tiempo y esfuerzo, pero que va en la dirección que los limeños y chalacos demandan. El Banco Mundial, a través de la financiación y asistencia técnica en varios proyectos de transporte en la ciudad, está comprometido con la promoción de este nuevo modelo de movilidad urbana sostenible.
*La autora es Ingeniera de Transporte Senior del Banco Mundial