La trampa de los premios
Una epidemia amenaza a múltiples organizaciones en América Latina: la fiebre de los premios externos. Una vez dentro del sistema, este virus aturdirá al liderazgo de la organización e intentará desenfocar hasta la más sólida de las estrategias.
Recibir un premio remunera nuestra autoestima y en muchos casos conduce a una mayor motivación y desempeño para nuestros equipos. Sin embargo, estos galardones suponen un gran riesgo si los confundimos con los objetivos estratégicos. Competir por ganar un premio no puede nunca ser una prioridad para la empresa. Sí, competir: estos premios suelen ser, en realidad, competencias. A diferencia de Bob Dylan, quien recibió de sorpresa su Premio Nobel, las empresas averiguamos los atributos de selección, revisamos las postulaciones de quienes ganaron en la edición anterior y alistamos la agencia de PR para comunicar la buena noticia.
¿Cómo permitimos que una voz tercera se convirtiera en una prioridad? El problema, en mi opinión, radica en un diseño insuficiente de incentivos y reconocimientos internos, lo cual lleva a satisfacer de esta manera nuestra necesidad natural de confirmación. Esto se suma a los incentivos perversos detrás de algunos proveedores, como las agencias de publicidad, quienes suelen basar su valor en el palmarés que los acompaña y nos llevarán de la mano hacia priorizar la obtención de una estatuilla.
Afortunadamente, este virus tiene un antídoto: ¡Se llama empatía! Preguntémonos si nuestros colaboradores realmente quieren que invirtamos tiempo en ser reconocidos como un gran lugar para trabajar o si preferirían que diseñemos mejores y más humanas experiencias laborales. ¿Nuestro cliente prefiere que recibamos un lujoso galardón en una glamurosa ciudad europea o que mejoremos su experiencia con nuestro producto o servicio?
Si somos empáticos, los reconocimientos no pararán de llegar. Pero el verdadero premio será la lealtad de nuestros equipos y clientes y la sostenibilidad de nuestras empresas.
Los invito a hacerse un chequeo de emergencia.