Entiéndelo, Socialízalo y ¡Ganamos todos!
ESG ya dejó de ser una moda por una sencilla razón: el propósito de las corporaciones no puede ser otro que la promoción del bienestar general. Y aquí usaré el término indistintamente para referirme a lo mismo: una sociedad, empresa, corporación, es una creación humana, y por ello, deberían estar al servicio de la humanidad. ¿No es así? Como dicen los abogados, “sin perjuicio de lo anterior”, la frase tiene un truco. Depende de qué entendemos por “bienestar general”. El “bienestar general” es un concepto bastante abstracto que ha cambiado a través de la historia. Como señala William Magnusom en su libro For Profit, A History of Corporations (2022), en la época romana las precursoras de las corporaciones eran utilizadas para financiar el suministro de armas en guerra. Y entonces, ¿cuál es el propósito de las empresas hoy? Veamos.
Las empresas, es decir, las sociedades con fines de lucro, evidentemente buscan maximizar sus ganancias “de acuerdo a normas sociales básicas”. Eso ya lo comentaba Milton Friedman en 1970 cuando escribió “The Social Responsibility Of Business Is to Increase Its Profits”. Sin embargo, no todas las empresas se gestionaron de esa forma, digamos que omitieron convenientemente la parte referida a la “conformidad con las normas sociales”. Y por ello, muchas personas perdieron la confianza en el Estado, en el sector empresarial y sus líderes, en general, en la forma como se asentó y se ha asentado el Capitalismo. De ahí surgieron movimientos como el Conscious Capitalism buscando formas más humanas de hacer negocios. O el Capitalismo de Stakeholders para que las empresas definan su propósito en base a la creación de valor en el largo plazo para las partes interesadas en el negocio, no sólo para sus accionistas. Líderes empresariales como aquéllas de la Business Roundtable en Estados Unidos y los principales gestores de activos e instituciones financieras en el mundo se sumaron como activistas de los temas ESG en las juntas de accionistas donde invertían. Así llegamos al 2023 con la noticia que ClientEarth, organización medioambiental y accionista de Shell, demandó a los 11 directores de esta última en Reino Unido por divulgar una estrategia poco adecuada para alcanzar sus metas en torno al cambio climático y poner a la empresa en riesgo frente a la transición requerida hacia energía limpia.
Y aquí un paréntesis: el Acuerdo de Paris de Diciembre 2015 buscando limitar el calentamiento mundial por debajo de 2 grados Celsius y la fijación de Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) de la Agenda 2030 de la Organización de Naciones Unidas han sido hitos clave para alimentar las agendas ESG de gobiernos, empresas, activistas ESG y la sociedad civil.
Basta hacer una búsqueda sencilla en Google para encontrar un hit de 744,000,000 resultados sobre ESG en 0.37 segundos. ESG no es un término nuevo, pero hoy las empresas buscan ser sostenibles además de rentables. O al revés, rentables y sostenibles. Por increíble que parezca, hace 19 años, Kofi Annan, ex – Secretario General de las Naciones Unidas con el respaldo de 18 entidades dedicadas a la gestión de activos y financieras enfatizaba en el reporte “Who cares Wins”, la importancia de la integración de los criterios ambientales (E), sociales (S) y de gobernanza (G) en las decisiones de inversión. A su vez, hacía un llamado a las empresas para implementar estos principios en sus respectivas gestiones, propiciando un adecuado reporte de desempeño en estas materias. También convocaba a los reguladores y bolsas para establecer criterios mínimos que permitieran a las empresas divulgar sus aspectos ESG de forma transparente y estandarizada.
Entonces, ESG – en su concepción inicial – se asoció a estos factores no financieros a ser integrados dentro de las estrategias de los inversionistas institucionales. Sin embargo, finalmente fue vinculado a todo el ecosistema que de ahí se derivó. Desde la data sobre desempeño en aspectos ambientales, sociales y de gobernanza que generan las empresas del sector real en sus reportes públicos al mercado (disclosures), hasta las clasificadoras de riesgo y proveedores externos de data ESG como Sustainalitycs o MSCI (quienes analizan data ESG y elaboran rankings), pasando por índices ESG como los que publica S&P (benchmarks de rendimiento basados en el desempeño de una serie de empresas en torno a la sostenibilidad) y, claro, también los productos etiquetados como ESG, típicamente fondos de gestión pasiva que listan en bolsa (ETFs) u otros fondos de gestión activa y seguramente menos líquidos. Habrá otro momento para comentar sobre este ecosistema y sus detractores, principalmente por los problemas de greenwashing que saltaron rápidamente a la prensa (gestores que presentaron información inexacta sobre sus fondos etiquetados como ESG), y en general, sobre las oportunidades y riesgos que ofrecen los criterios ESG. Digamos por ahora que, después de varios años desde que se acuñó el acrónimo, ESG está más presente que nunca en las discusiones corporativas. Y ello está alentado también por la controversia que genera “hacer el bien a costa de la rentabilidad de la empresa”, bajo la premisa que son incompatibles.
Ahora bien, para que el lector pueda entender “cómo se come” ESG (que no sea en una sopa de letras), hacemos un breve resumen de los temas que puede analizar un gestor de activos bajo este acrónimo. Porque tan importante es quien ejecuta una inversión como quien la financia.
Con riesgo de sobre simplificar el asunto, ahí vamos: Con la G de governance o gobierno corporativo, gobernanza, nos referimos al carácter de una empresa en el mercado, cómo se comporta con sus clientes y proveedores, su conducta ética y nivel de cumplimiento de la ley, la composición y funcionamiento de sus órganos de gobierno (directorio, comité, juntas de accionistas), su sistema de control interno, su política de rotación de auditores (cada cuánto tiempo los rotan), cómo evita los conflictos de interés en operaciones con partes vinculadas (accionistas, directores, etc).
Por otro lado, con la E de environmental o ambiental, aludimos a la gestión del entorno natural, podemos revisar si la empresa cuenta y cumple con estudios de impacto ambiental (si corresponde), si cuenta y cumple un plan de manejo de residuos, cómo gestiona sus emisiones de efecto invernadero (para esto se pueden revisar las políticas internas y reportes públicos), si la empresa tiene multas u otras sanciones vinculadas a este tema, entre otros. En cuanto a la S de “social”, nos referimos al manejo de conflictos sociales, temas asociados a las políticas de equidad de género, cumplimiento de normas laborales y particularmente las de seguridad y salud en el empleo. Y por supuesto que estos factores tienen un peso relativo distinto si se trata de una empresa de servicios o de si analizamos una empresa de la industria extractiva. El punto que queremos levantar aquí es que estos factores ESG se integran en el análisis tradicional financiero de los inversionistas para ajustar la rentabilidad esperada de una inversión de modo que considere estos riesgos. Por eso, consideramos que no es lo mismo hablar de inversiones de impacto (inversiones para “hacer el bien”) que de inversiones con una estrategia ESG (inversiones para maximizar la rentabilidad ajustada por factores ESG). Podemos abordar también este tema en otra entrega.
En general, como puede verse, los criterios ESG pueden incluir aspectos poco tangibles, no siempre disponibles en forma de data pública, no siempre comparables, y para complicar más el asunto, sus implicancias pueden ser de largo plazo (por ejemplo, el daño ambiental puede no materializarse sino después de varios años que se realizó la inversión). Y ahí radica también parte de las críticas y oportunidades del tema.
Si me preguntan ¿por qué queremos abordar ESG en este blog? Muy fácil: Existe sentido urgencia sobre todo en lo que respecta al cambio climático. Para ser concretos, lo más relevante en este campo es mitigar el impacto de los gases de efecto invernadero. Y tenemos optimismo cauteloso en que las empresas del sector privado y sus líderes pueden coadyuvar en esta tarea en aras del bienestar general.
El Global Risks Report 2022, publicado por el Foro Económico Mundial (World Economic Forum, WEF) identificó que se percibe al riesgo climático y a los riesgos sociales como los más severos y preocupantes en los próximos 10 años.
Fuente: WEF, 2022
Para varios estudiosos del tema parece claro que los riesgos ambientales van a gatillar riesgos sociales. Es algo en lo que quizás no solemos pensar. Por ejemplo, el impacto severo de las emisiones de gases con efecto invernadero eventualmente generará la migración paulatina y luego masiva de poblaciones a zonas habitables dentro del planeta, cambiará la cadena de suministro a partir de la agricultura tal como hoy la conocemos, y por ende la forma como nos alimentamos, en general cambiará la economía. Por ello las decisiones que adopte el mercado, cada empresa, cada inversor y finalmente cada uno de nosotros, seres humanos que estamos detrás de estas ficciones legales llamadas corporaciones, empresas, personas jurídicas, será decisivo para que estos riesgos se materialicen con el menor daño posible. Y así, ¡ganamos todos!