Inferno
Inferno: Novela del escritor estadounidense Dan Brown cuyo título se inspiró en la obra maestra de Dante Alighieri, “La Divina Comedia”.
Primera escena: Un importador es distribuidor en el país de una importante empresa productora de artículos electrónicos. En el primer despacho de importación el funcionario de la Aduana encargado de la revisión documentaria exigió una serie de documentos adicionales e información complementaria y efectuó reparos en cuanto al valor declarado. Al importador le pareció lógico pues se trataba de una marca que recién se estaba introduciendo en el mercado local.
Segunda escena: El mismo importador trae un nuevo lote de los mismos artículos. El despacho de importación es objeto de revisión por un funcionario de la Aduana distinto al primero quien le requiere básicamente los mismos documentos e información y efectúa, básicamente, el mismo reparo en cuanto al valor declarado. El importador nuevamente presenta toda la documentación e información requerida.
Tercera escena: El mismo importador nuevamente trae un lote de los mismos artículos y sucede lo mismo que en los dos despachos anteriores: un funcionario de la Aduana distinto a los dos primeros le requiere prácticamente lo mismo. Ante las explicaciones en el sentido que la documentación requerida ya obraba en poder de la autoridad, la respuesta fue un reiterativo del requerimiento efectuado.
Cuarta escena: El importador solicitó una reunión en la Aduana en la que le explicaron que cada especialista tenía su propio criterio y que era libre de efectuar los requerimientos u observaciones que le parecieran pertinentes.
¿Cómo se llama la Obra? “Inferno” podría ser, sin duda, un nombre adecuado en alusión a lo insoportables que, en muchas ocasiones, pueden llegar a ser los procedimientos y trámites de importación.
Si bien no podemos impedir que cada especialista de Aduana actúe en función a la autonomía (“criterio”) de la que, razonablemente o no, pueda estar investido, lo que nos queda es procurar mitigar en algo esta “comedia” que no tiene nada de “divino”. A continuación algunos consejos:
• Busquemos presentar ante la Aduana (con carácter de aplicación general) las listas de precios expedidas por los proveedores extranjeros indicando que éstas serán la base para los despachos de importación durante el periodo que corresponda (normalmente un año calendario). Actualicemos esta información cuando sea pertinente.
• Tengamos a la mano toda la documentación de carácter comercial y técnica relacionada con los productos importados. Una declaración del proveedor extranjero en relación con las características y precios de la mercancía importada no estaría de más.
• Si las explicaciones no son suficientes exijamos la aplicación formal de una “duda razonable” que nos permita pagar tributos por el valor declarado y garantizar el exceso de tributos derivados de valores mayores que la Aduana pueda utilizar a modo de referencia. De esta manera podríamos obtener un levante rápido y quedarnos discutiendo las observaciones planteadas por la Aduana, pero ya con la mercancía en nuestro poder.
• Busquemos aplicar, en la medida de lo posible, garantías aduaneras globales (cartas fianzas o pólizas de caución) respecto de nuestros despachos de importación; ello, evitará que al momento del despacho se efectúen observaciones respecto del valor de la mercancía (cualquier requerimiento o cuestionamiento al respecto debería efectuarse en una fiscalización posterior).