Si bien los alcances de la Inteligencia Artificial (IA) son ilimitados, sus márgenes éticos no. Incluso la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) propone regulaciones del uso en favor de la ciudadanía. Plantea, así, aplicar el principio de transparencia y vigilar la equidad y la privacidad. Sin embargo, ya figuran amenazas en la gestión responsable de la herramienta tecnológica: el deepfake es una de ellas.

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