Escribe: José Ricardo Stok, Profesor emérito del PAD
Estos días finales del año parecen tener una velocidad propia, acelerada al máximo, donde el tiempo se torna más breve y se nos escurre de las manos como el agua, dejando un sentimiento de impotencia, de incapacidad de dominio.
Este torbellino está alimentado de muchas cosas: por un lado, hay un exceso de pendientes, ya que queremos hacer lo que no hemos logrado durante el año y da la sensación de que todo nos reclama: “¡Ahora, antes de fin de año!”. Por otra parte, el tránsito se vuelve tormentoso, con roturas y reparaciones que se multiplican por quién sabe qué sesudas decisiones de los distritos y los servicios públicos, sin la más mínima coordinación entre telefonía, gas, agua, electricidad, sin mencionar las fiestas vecinales.